¡Todos arriba!

En el programa dedicado a la juventud (28 de febrero de 1986), la eliminatoria consistió en que cada pareja de concursantes debía conseguir el mayor número de miembros del público posibles para que se subieran en una plataforma.

Al final del tiempo, los propios concursantes debían también subir a lo alto de la plataforma, porque de lo contrario perderían automáticamente. Si ambas parejas conseguían subir (como así fue), se contarían el número de personas sobre cada plataforma y el que hubiera conseguido reunir un mayor número conseguiría el ansiado pase a la subasta.

Las dotes interpretativas de los concursantes

En el programa dedicado a los periódicos (17 de enero de 1992) los concursantes tuvieron que ejercer de actores en la eliminatoria y representar una escena de sucesos.

Miriam Díaz-Aroca leía la noticia, mientras los concursantes, en silencio, representaban aquello que oían conforme Miriam avanzaba en el texto.

La eliminatoria del programa dedicado a Montecarlo, años 20

La eliminatoria del programa dedicado a Montecarlo, años 20 (14 de diciembre de 1984) ponía de manifiesto los riesgos del juego en los casinos, donde la gente es capaz de empeñar hasta su ropa para conseguir fichas para seguir jugando.

La prueba fue tan divertida que el equipo decidió repetirla en el último programa de la cuarta etapa.

Otro concepto de eliminatoria distinto

En «Un, dos, tres.... ¡a leer esta vez!» la parte del concurso que más cambios experimentó fue la eliminatoria, ya que en lugar de pruebas físicas para ganar el pase a la subasta, se realizaban preguntas sobre el argumento de la novela.