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Álbum de fotos del «Un, dos, tres...»

Página 327

 

 

  

Narciso Ibáñez Serrador - «Un, dos, tres...» (1987)
  

Nuevas ideas cada semana

  

La mente de Narciso Ibáñez Serrador funcionaba al cien por cien cada semana para inventar nuevas ideas, nuevos juegos, nuevos temas, nuevos diálogos cómicos, nuevos números musicales, y todo aquello que necesitaba el «Un, dos, tres...» para que, sobre un mismo esquema, pareciera distinto en cada ocasión.

 

En la foto lo vemos posando con elementos del decorado del programa dedicado al Antiguo Testamento (14 de septiembre de 1987).

 

  

 

  

«Un, dos, tres...» - 1994
  

La alegría de la reincorporación de Paloma Hurtado

  

Al igual que el accidente sufrido por Paloma Hurtado fue recibido con gran tristeza por todo el equipo de «Un, dos, tres...» y por Narciso Ibáñez Serrador, en particular, que se preocupó por su estado de salud casi diariamente, cuando la mayor de las Hurtado anunció que finalmente podría reincorporarse al equipo para grabar programas de «Un, dos, tres...» a partir de enero de 1994, la noticia fue acogida con gran alegría por todos, que podrían volver a compartir con ella tiempo y apoyarla para que se sintiera arropada, acogida y querida.

 

  

 

  

Narciso Ibáñez Serrador - «Un, dos, tres... responda otra vez» (1976)
  

Presencia constante en el plató

  

Narciso Ibáñez Serrador no era un realizador que dirigiera sus programas desde el control de realización dando las órdenes que considerara oportunas; él, en cambio, bajaba al plató constantemente para palpar en primera persona lo que se cocía en el lugar donde se hacían realidad las fantasías que él había imaginado y plasmado en el guión. Chicho dirigía, enseñaba, corregía, reñía, abrazaba, hacía reír, mimaba... Por eso, todos los que han trabajado con él destacan que fue un lujo hacerlo.

  

  

 

  

«Un, dos, tres...» - 1985

  

La mejor improvisación es la ensayada

  

Una de las principales enseñanzas que todos los que han trabajado con Chicho Ibáñez Serrador han aprendido de él es que la mejor improvisación es la que está ensayada. Por eso, él trataba de imponer disciplina en su equipo, obligándoles a saberse bien el guión y conocer cada movimiento que debían hacer por el plató.

 

Las que seguramente con mayor rigor tenían que soportar la disciplina de Chicho eran las azafatas, que se veían obligadas a ensayar los números musicales infinidad de veces, y a repetir las tomas de la grabación hasta que el director consideraba que habían quedado perfectos; aunque posiblemente Chicho nunca pensara que habían quedado perfectos, sino razonablemente aceptables, ya que era muy exigente consigo mismo.

 

 

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