Los propios nombres de estas nuevas mascotas eran representativos de su significado. Un boom implica siempre algo positivo, mientras que crack conlleva ruina (como el crack de la Bolsa de Nueva York de 1929).

Como Mayra Gómez Kemp explicaba en el primer programa de la sexta etapa, no es que una mascota fuera buena y la otra mala, sino que una representaba a la buena suerte, y la otra a la mala. Eran como dos vagabundos que habían jugado su última moneda en una máquina tragaperras: el Boom había conseguido el gran premio; y el Crack se había arruinado para siempre.

El 4 de enero de 1988 estas dos mascotas se guardaron en el cajón del «Un, dos, tres...» para siempre. Pero su despedida fue a lo grande, porque los dos últimos concursantes de la sexta etapa del programa, Jacobo y Pilar, ganaron en el juego que les propuso Mayra, el Boom, y eligieron el azulejo sorpresa de Porcelanosa que esa noche encerraba ¡un millón de pesetas y un apartamento en La Marina (Alicante)!

No obstante, es conveniente recordar que el Crack hizo un pequeño “cameo” en el programa dedicado a la Bolsa (27 de septiembre de 1991). En efecto, el regalo con el que se quedaron finalmente los concursantes escondía a la antigua mascota del programa, en alusión al Crack del 29 en la Bolsa neoyorquina. Pero como muy bien explicó Jordi Estadella, el Crack era una mascota antigua, así que sólo servía para adornar el apartamento que también ganaron la feliz pareja de concursantes.