Cuatro parejas
Aunque todos recordamos que en el programa
«Un, dos, tres...» concursaban tres parejas, lo
cierto es que en la primera etapa concursaban cuatro; una de
ellas, la ganadora conseguía el derecho a concursar la próxima
semana, y las otras tres se enfrentaban en la eliminatoria para
obtener el pase a la subasta.
En los primeros programas la pareja de concursantes se sentaban
en dos sillas situadas en un podio elevado, y
Kiko Ledgard, de pie,
les formulaba las preguntas.
Pronto se construyó el set de los concursantes, compuesto de un
banco con una barandilla delantera; el set se completaba con una
trasera con dibujos de color negro.
En la segunda etapa de
«Un, dos, tres... responda otra vez» (1976-1978)
también comenzaron concursando cuatro parejas de concursantes.
En
el panel del set de contables las parejas se identificaban
de la A a la D
Esta situación cambió tras las vacaciones de verano de 1977 con
el programa dedicado al Maestro Serrano (7 de octubre de 1977);
a partir de entonces, en el programa siempre concursaron tres
parejas de concursantes.
“Acercaos al micrófono
y habladle fuerte”
Hasta que la tecnología de los estudios de TVE, tanto de
Prado del Rey
como de los
Estudios Roma, permitió
la utilización de micrófonos inalámbricos, los concursantes en
el set de la tanda de preguntas tenían colocado un micrófono que
recogía las respuestas que iban pronunciando. En ocasiones, las
parejas de concursantes no hablaban muy fuerte y el presentador
debía decirles que se acercaran al micrófono para entenderles
bien.
En la tercera etapa (1982-1984) se
intentó conseguir mejor sonido colocando un micrófono delante de
cada uno de los integrantes de la pareja de concursantes en cada
podio que ocupaban. Hasta que se recuperó el set de concursantes
en la cuarta etapa (1984-1985), después de haber probado hacer
las preguntas en el decorado temático, a los concursantes no se
les puso micrófonos inalámbricos de solapa.
El teléfono para escuchar las
rimas de Chicho
Igual que la tecnología de los micrófonos inalámbricos tardó en
llegar a los
Estudios Roma, los “pinganillos”
sólo se utilizaron en 2004 cuando el programa era «Un, dos,
tres... ¡a leer esta vez!»; por eso, cuando desde el control de
realización
Narciso Ibáñez Serrador
tenía que comunicarse con los presentadores y artistas, lo hacía
a través de la megafonía o, de una forma más privada, por
teléfonos repartidos por el plató. Las rimas que
“los Tacañones”
o
“las Tacañonas”
pronunciaban cuando los concursantes se equivocaban o repetían
una respuesta en la tanda de preguntas no eran fruto de la
capacidad poética del
“profesor Lápiz”
o de
“la Seño”,
sino de la inventiva del propio
Chicho Ibáñez Serrador,
que les soplaba la rima a través del teléfono que tenían
escondido detrás de unos libros antiguos situados en su mesa.
Cero pesetas por no repetir
el ejemplo
La pareja que aparece en la fotografía en blanco y negro que
acompaña a este texto concursaron en el «Un, dos, tres...» no
porque hubieran enviado una carta para participar, sino porque
semanas antes los concursantes de la subasta se quedaron con un
premio consistente en que otra pareja elegida por ellos
concursara en el programa y el premio que obtuvieran les
correspondería también a ellos.
El premio se convertía en una segunda
oportunidad muy interesante para aquella pareja, pero su ilusión
se tornó en decepción ya que la pareja designada como
representante consiguió cero pesetas en la tanda de
preguntas ya que se arriesgaron a contestar sin repetir el
ejemplo que les propuso
Kiko Ledgard,
resultando errónea esa primera respuesta.
Como curiosidad podemos señalar además
que esta pareja se enfrentó en la tanda de preguntas a los
campeonísimos
hermanos Pando Caracena,
que en ese programa, dedicado a la conquista de América (29 de
octubre de 1976), no consiguieron revalidar su título; eso sí,
ganaron en la eliminatoria y pudieron participar en la subasta.
Puntos en lugar de pesetas
En los programas infantiles, como los especiales de Navidad, en
lugar de pesetas, las respuestas acertadas se multiplicaban por
puntos, ya que se pretendía que los niños no ganaran dinero sino
premios y regalos más acordes con su edad, como bicicletas,
juguetes, ordenadores, videoconsolas, viajes, etc.
Dos tandas en lugar de tres
En el programa dedicado a Antonio Mingote (1 de octubre de
1982), como consecuencia de que después del programa debía
emitirse un programa debate electoral, hubo que acortar la
duración del espacio y
Mayra Gómez Kemp, en vez
de formular tres preguntas a cada pareja, sólo les hizo dos.
Pero como se produjo un empate en el número de pesetas
conseguido por las parejas uno y dos, hubo que formularles una
tercera pregunta de desempate, que ya no computaba para seguir
acumulando dinero; por eso, en los marcadores, finalmente, en
vez del número de pesetas ganadas, apareció el número de
respuestas acertadas en la pregunta de desempate.
También en la novena etapa
(1993-1994), a partir del tercer programa, dedicado a Julio
Verne (3 de diciembre de 1993), se suprimió una de las tandas de
preguntas, así que las parejas de concursantes se la jugaban
todo en dos preguntas.
La banda de campeones
Aunque la figura de la pareja campeona existió desde el comienzo
de las emisiones de «Un, dos, tres... responda otra vez», hasta
que en la tercera etapa las tres parejas de concursantes
aparecían juntas en pantalla situadas en el mismo set no se creó
la banda de campeones,
que llevaba puesta la tercera pareja de concursantes con la
ilusión de revalidar el título y conservar la banda, superando
la cantidad de pesetas acumulada por sus contrincantes.
En ocasiones, la banda de campeones fue una auténtica obra de
artesanía con bordados hechos por maestras bordadoras y
costureras de Valencia.
La máquina de los cilindros
Durante las tres primeras etapas de «Un, dos, tres...» la
cantidad por la que se multiplicaban las respuestas acertadas de
la primera tanda de preguntas era de
veinticinco pesetas
(o cinco duros, como en ocasiones decía Kiko Ledgard).
Fue a partir de la cuarta etapa (1984-1985) cuando esa cantidad
inicial empezó a venir determinada por el azar a través de
“la máquina de los cilindros”;
en el primer cilindro (las centenas) había unos y ceros (aunque
había más ceros que unos); en el segundo (las decenas), números
del uno al cinco; y en el tercero (las unidades), números del
cero al nueve; siendo así, el número más bajo que se podía
obtener era el 10 y el más alto el 159, cantidad que arrojó la
máquina en el programa dedicado al aeropuerto (30 de noviembre
de 1984).

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Es decir, sólo había dieciséis posibilidades de un total de
ciento cincuenta, de que la cantidad que arrojara la máquina
fuera igual o inferior a las veinticinco pesetas originales de
las etapas anteriores; a pesar de eso, en seis de los veintiséis
programas de los que se compuso la cuarta etapa, la cantidad
obtenida por
Naomi Unwin
en la máquina de cilindros fue inferior a las veinticinco
pesetas, siendo trece pesetas la cantidad más baja, y fue
obtenida en el programa dedicado a la historia del pelo (26 de
abril de 1985).
Seis fueron también los programas en los que la cifra que obtuvo
Naomi al accionar la palanca de la máquina de los cilndros fue
superior a las cien pesetas. La media de dinero obtenido en los
veintiséis programas de la cuarta etapa se situó en las 59,46
pesetas; una cantidad bastante superior a las veinticinco
pesetas originales, que permitió a los concursantes obtener
cantidades más elevadas en la tanda de preguntas.
En la quinta etapa (1985-1986)
Naomi Unwin
tuvo mejor mano que en la etapa anterior y obtuvo una cantidad
inferior a las veinticinco pesetas sólo en tres ocasiones, y
alcanzó justo esa cantidad dos veces, en los programas dedicados
a la zarzuela y al flamenco; por encima de las cien pesetas se
multiplicaron las respuestas en once ocasiones. La media de
pesetas a lo largo de toda la etapa se elevó a 77,30 pesetas.
En la sexta etapa (1987-1988) a pesar de que la cantidad que
podía arrojar la máquina de los cilindros fue superior, 169
pesetas, la media de los treinta y cinco programas bajó respecto
de la etapa anterior, ya que se quedó en 60,22 pesetas. Las
compañeras de
Nina
bromeaban con ésta acusándola de gafe por las cantidades que
obtenía al accionar la máquina de los cilindros.
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