Chicho acusado de cobrar dos veces o “Cómo se asesina a
un hombre”
En
1982 Narciso Ibáñez Serrador se tuvo que enfrentar a la grave
acusación que el director de un periódico le lanzó de cobrar dos
veces por la realización de «Un, dos, tres...». Terriblemente
afectado, Chicho tuvo que convocar una rueda de prensa en la que
aclaró todo.
Además escribió un artículo titulado “Cómo se
asesina a un hombre”, que reproducimos por su interés:
Pasado inmediato, futuro de Televisión Española
y campaña de injurias. Me piden que opine sobre estos tres
puntos, pero permítanme centrarme en sólo uno de ellos, el
último, ya que hoy es el que me hiere directamente.
Hace unos días un periódico madrileño publicaba
una fotografía mía, elegida con gesto sonriente, para que
resultase más hipócrita. Sobre ella, la palabra “Corrupción” con
la tipografía más grande de sus talleres. Bajo ese título y esa
foto una montaña de embustes, falsificaciones, tergiversaciones
que no tenían ni siquiera el valor de ser originales, ya que
fueron copiadas, “corregidas” y aumentadas de una revista de
confuso origen y circulación. Días después, dos revistas del
corazón, apoyándose en todo lo publicado, se hacían eco de la
noticia, pero eso ya es más comprensible.
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Me pregunto si el director del periódico, que
prestó a las infamias de un pasquín su artillería pesada, tendrá
suficiente imaginación para comprender lo que se produce en el
interior de un hombre el día que su hija, de cinco años, vuelve
del colegio y le pregunta: “Papá, ¿por qué han dicho que eres un
ladrón?”. Me pregunto si es capaz de comprender lo que siente un
hombre a quien su mujer le dice que no se atreve a ir al mercado
porque se siente mirada, acusada.
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Chicho sostiene en brazos a su hija Pepa
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Nunca respondí a críticas hechas a mi trabajo
porque ése es el riesgo de mi profesión, pero como lo publicado
poco tiene que ver con una crítica, sino que va más allá del
insulto y la calumnia, decidí convocar una rueda de prensa
(...). Ante periodistas, corresponsales, agencias de noticias,
expuse mi trayectoria al frente de Prointel —la “corrupta”
sociedad que presido desde hace doce años—, los motivos por los
que se había firmado el contrato con Televisión Española para
producir «Un, dos, tres...», di los nombres de quienes lo
firmaron e intervinieron en su redacción y visto bueno (...).
Facilité toda clase de cifras, expuse estados de cuentas, hice
que contables de Prointel pusiesen a disposición de los
periódicos datos, saldos bancarios y libros de contabilidad,
para demostrar con documentos, no con palabras, que los datos
que se publicaron o son falsos o están tergiversados y que,
además, se cuidó de no señalar que mi sueldo como
realizador-director es de 150.000 pesetas y el beneficio
industrial de mi empresa sólo un porcentaje sobre este
“tremendo” presupuesto de 4.626.000. Se dijo que Prointel
cobraba sin aportar nada, cuando, salvo los decorados, contrata
y abona absolutamente todo lo que se ve en pantalla, al tiempo
que organiza y gestiona lo que necesita
esa tremendamente complicada hora y media de los viernes. En
cuanto a que el programa se “paga doble” no es una acusación, ni
siquiera una infamia, es una soberana estupidez, ya que sin un
programa se “pagase doble” los periódicos no publicarían una
acusación, sino la lista de personas encarceladas por robo.
(...). Lo que precisamente le da «Un, dos, tres...» a Televisión
son unos descomunales beneficios. «Un, dos, tres...» es de los
escasos programas que genera publicidad “interna” —dos millones
por programa paga la Seat—, y si se hubiese puesto en marcha
debidamente su comercialización —juguetes, banderines, llaveros,
etc.— sería uno de los pocos programas que le saldrían “gratis”
a Televisión Española. A eso hay que sumarle, por supuesto, los
cientos de millones de beneficio que produce, ya que la gran
popularidad del programa hace que los anunciantes se vuelquen en
él.
¿Dónde está la corrupción, dónde el escándalo,
dónde el dinero derrochado? (...).
En cuanto a los beneficios de Prointel, el Banco
del Noroeste puede certificar que hoy la cuenta de la empresa
está en números rojos por más de tres millones, ya que
Televisión Española adeuda a Prointel 27.960.000 pesetas, a
pesar de que, según contrato, debe abonar quincenalmente la
producción de los programas, pero la burocracia es lenta. (...).
Además de todo esto, en otra de las cláusulas del contrato
Televisión Española se arroga el derecho a fiscalizar toda la
contabilidad, contratos y facturación de Prointel. ¿Dónde se
esconden entonces las “estafas”, el “el derroche”, el
“descontrol” por parte de TVE?
Cuando finalizó la rueda de prensa me ofrecí a
responder a cualquier pregunta que quisieran formularme sobre la
presunta “corrupción” o sobre “los millones que se embolsa
Prointel”. Entonces vino mi asombro: nadie preguntó nada. Todo
se había aclarado. Las acusaciones se derrumbaron como lo que
eran: simples bulos o suposiciones. Incluso se me acercaron casi
todos los periodistas asistentes a decirme que lo publicado
“había sido una infamia”, que “les avergonzaba como
profesionales” y que “aquello no era Periodismo, sino vómito”.
Hasta la propia redactora que había enviado ese periódico me
dijo literalmente: “Perdón, Chicho, sólo puedo decirte eso:
perdón. Quien debería haber estado presente era mi director.
Perdón otra vez”. Le agradecí su honestidad. Pero no pude menos
de volver a preguntarme por qué se había publicado aquella
infamia. ¿Vendieron aquel día, gracias a mí, algunos miles más
de ejemplares? (...) ¿Pensó su director, al menos por un
segundo, que al publicarlo estaba haciendo algo que sólo puede
ser calificado como “terrorismo impreso”?
Tal vez aquella mañana se vendieron más
ejemplares, pero no creo que justificasen la destrucción —tal
vez la ruina— de Prointel, una empresa que hemos ido acreditando
a través de doce años de duro trabajo, una empresa para la que
es imprescindible tener una imagen intachable, ya que de ese
prestigio y de esa honorabilidad vive. (...).
Gracias a Eugenio Nasarre, director general de
Radio Televisión Española, por manifestarme personalmente su
confianza y su apoyo; al presidente de la Sociedad General de
Autores, a directores de emisoras de radio, a directivos de
Televisión Española, a presidentes y ejecutivos de todas las
empresas para que las que Prointel trabaja desde hace años; a
colegas, a compañeros de plató y hasta a desconocidos que me han
escrito para testimoniar su indignación y, sobretodo, gracias a
los muchos periodistas por la confianza y las palabras de ánimo
y afecto que me han hecho llegar.
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