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Curiosidades y anécdotas |
Durante ochenta y tres programas y casi dos años de emisión es lógico que las anécdotas se cuenten a millares; nosotros, sin ánimos de ser exhaustivos, vamos a hacer referencia a algunas de ellas.
LAS IDAS Y VENIDAS DE LAS AZAFATAS
Para promocionar la vuelta del programa se grabaron algunos anuncios promocionales en los que aparecían Kiko Ledgard, “don Cicuta” y las nuevas azafatas, incluida Beatriz Escudero, que, sin embargo, no pudo acudir al primer programa por encontrarse rodando una película. Las azafatas aparecieron con los que se pretendía que fueran sus uniformes oficiales: un traje de chaqueta blanco, con sombrero a juego, y una flor roja en la solapa.
Pero a la hora de aparecer en el programa, las propias chicas solicitaron que su uniforme fueron unos mini-shorts blancos, para poder aparecer mucho más sexys en pantalla.
En esta etapa, quizás por ser una de las de más duración en la historia de «Un, dos, tres...», hubo muchísimas azafatas; hasta un total de dieciocho. Incluso llegó a formar parte del elenco de secretarias Patricia Solís, que en la etapa siguiente sería la azafata contable. Patricia acudió un día al plató a presenciar un programa y Chicho se fijó en ella y le pidió sus datos para llamarla en caso de que necesitara alguna azafata sustituta, como ocurrió efectivamente.
LA AUSENCIA DE “DON CICUTA”
A pesar de que Valentín Tornos intervino en el anuncio promocionando la vuelta de «Un, dos, tres... responda otra vez», su estado de salud no le permitía acudir semanalmente a la grabación. No obstante, intervino en el primer programa y en el cuarto, en el que se celebraba el cumpleaños del programa. Al objeto de poder contar con él, ya fuera físicamente, o a través de su voz en off, Chicho le mantuvo en la plantilla del equipo y le pagaba semanalmente lo que cobraba en la anterior etapa por su papel de “don Cicuta”.
LOS GUIONES
Chicho Ibáñez Serrador, padre de la criatura, se encargaba de escribir todos los guiones; al final de la etapa eran más de 7.000 los folios que se habían escrito con los diálogos y preguntas.
LOS CONCURSANTES
Se recibieron cartas con solicitudes para concursar de más de dos millones de personas; éstas, unidas a las que se recibían de espectadores que querían algún autógrafo, hacer algún comentario o felicitar al equipo, sumaban la friolera de tres millones de cartas. Se hizo necesario habilitar unos almacenes para recibir la correspondencia.
En esta etapa del programa participaron 312 parejas de concursantes; los más emblemáticos fueron los hermanos Pando Caracena, que estuvieron en el programa durante siete semanas y llegaron a acumular un millón de pesetas.
Una de esas parejas tuvo la mala de suerte de quedarse con cero pesetas por no iniciar las respuestas con el ejemplo propuesto por Kiko Ledgard. Lo grave del asunto es que esa pareja era el premio de la pareja finalista de la semana anterior: escoger a dos concursantes que les representasen y ganar lo mismo que ellos.
Durante los primeros programas de esta etapa, como en la anterior, concursaban cuatro parejas; fue a partir de las vacaciones de verano de 1977, con el programa dedicado al Maestro Serrano, cuando el número se redujo a tres; lo cual pervivió durante toda la historia del «Un, dos, tres...».
LOS PREMIOS
El tope máximo de premios fue de 1.920.000 pesetas, pero en un solo programa nunca se superaron las 100.000 pesetas (salvo en el de niños, que se alcanzaron las 120.000 pesetas). En el supuesto de que se hubiesen obtenido todos los premios en juego el importe habría sido de quinientos millones de pesetas.
En un programa, la pareja de la subasta decidió quedarse con un juego que consistía en tirar un dado e ir acumulando dinero; una de las caras tenía una calavera que les hacía perderlo todo. Lo que no sabían los concursantes es que el dado estaba construido de tal forma que nunca podía salir la calavera. De haberlo siquiera intuido nunca se hubieran plantado y habrían ganado una auténtica fortuna.
EL PRESUPUESTO DEL PROGRAMA
El presupuesto de cada emisión era de seis millones de pesetas, salvo algunos programas especiales, como el último, que ascendió a diez millones. Aunque este presupuesto fue incrementándose paulatinamente para poder hacer frente a las mayores dosis de espectacularidad que el programa iba tomando conforme avanzaban los programas; así en las últimas emisiones fue habitual que se incluyeran números musicales y actuaciones de artistas invitados, como Mari Carmen y sus muñecos o Andrés Pajares.
EL PÚBLICO
Cerca de 60.000 personas acudieron como público a los Estudios Roma para asistir a la grabación del programa. Conseguir una invitación para ir de público era tan complicado que algunos avispados las vendían a precios astronómicos.
Entre los invitados que acudieron como público en esta etapa, destaca la presencia de la Infanta Real doña Margarita de Borbón, que era fiel seguidora del programa, a pesar de su ceguera; ceguera que no debe ser total, porque les dijo a los encargados de producción del concurso que desde que emitían en color podía seguir el programa con mayor facilidad porque distinguía las figuras.
EL ÉXITO Y LA REPERCURSIÓN DEL PROGRAMA
A pesar de que la etapa fue muy larga y que, a diferencia de la primera temporada, en la que por lo novedoso del programa, fue muy atractivo para el público, el éxito acompañó a concurso durante su emisión como lo demuestra el hecho de que siempre estuviera entre los programas con mayor aceptación entre el público.
Además, recibió numerosos premios en esta etapa, como dos TP al mejor programa de entretenimiento (1976 y 1977), el premio Naranja del Club de Prensa y el premio “ABC” al programa más popular.
Que el programa tenía un gran eco mediático lo demuestra el hecho de que cuando en enero de 1977 fue secuestrado el presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, el teniente general Emilio Villaescusa Quilis, se interrumpió la emisión del programa dedicado al automovilismo para que sus hijos hicieran un llamamiento a los secuestradores para que le proporcionaran a su padre la medicación adecuada a su delicado estado de salud.
EL ÚLTIMO PROGRAMA
En la grabación del último programa se produjeron anécdotas desafortunadas y otras alegres. La más triste fue que una señora embarazada que había acudido a ver la grabación como público, sufrió un aborto y hubo que llevarla en ambulancia al hospital para que fuera atendida convenientemente.
La sorpresa más agradable fue el reencuentro con Mayra Gómez Kemp, que regresaba por una noche al concurso para recordar su paso por la subasta, y de paso grabar un reportaje para «625 líneas», el programa donde se encontraba trabajando entonces. Mayra pudo preguntarle a Chicho si habría una tercera parte de «Un, dos, tres...», y el director —que estaba seguro que así sería en el medio plazo— le contestó que tendría que ser el público el que echara de menos el concurso y reclamara su reposición. Lo que no sospechaban ninguno de los dos en aquel enero de 1978 era que la que acabaría presentando la tercera etapa iba a ser la propia Gómez Kemp. Ajena a que volvería a fotografiarse con Ruperta cuatro años después, Mayra despidió su reportaje junto a una gran calabaza.
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