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Resumen de la primera jornada de «Historias para no olvidar»: |
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El miércoles 20 de noviembre comenzaba en la Sala Berlanga un homenaje a la figura de Narciso Ibáñez Serrador bajo el título “Historias para no olvidar”. Y lo hacía con una exposición maravillosa de objetos, fotografías y guiones de sus diversas obras de teatro, películas y programas de televisión, y con una charla coloquio sobre Chicho y el «Un, dos, tres...». El acto estuvo moderado por Luis Larrodera y en él participaron Raúl Sénder, Fedra Lorente y Carlos Muriana. Entre el público se encontraban, entre otros muchos admiradores de Chicho, responsables de PROINTEL, como José María Castillo o José María Lozano, el biógrafo de Chicho, Carlos Urrutia, los hijos del homenajeado, Pepa y Alejandro, y la azafata Alejandra Cano, que acabó subiendo al escenario por invitación de Carlos Muriana.
La sala estaba perfectamente ambientada con el sillón que usaba Chicho en las introducciones de sus programas, y con una calabaza Ruperta sobre un cajón, en el que día tras día se van a ir guardando elementos y símbolos de su obra, tal y como hacía Chicho al finalizar las etapas de «Un, dos, tres...».
La mesa de los intervinientes estaba decorada como si fuera el podio de los concursantes de la primera etapa de «Un, dos, tres... responda otra vez».
Al primero a quien Luis Larrodera dio la palabra fue al sucesor de Chicho al frente de PROINTEL, su hijo Alejandro Ibáñez Nauta, recién aterrizado después de un vuelo de veintidós horas porque se encuentra rodando en Corea del Sur. Alejandro agradeció a la SGAE el haber permitido hacer este sentido homenaje a su padre y bromeó sobre su primera película «Urubú».
Después Luis presentó a Fedra Lorente que recordó su personaje de "La Bombi” y otros trabajos que hizo con Chicho.
El siguiente en subir al estrado fue Raúl Sénder, que bromeó con el hecho de que fue el actor que más tortillas quemó en España, ya que sus admiradoras le contaban que cuando él salía en la subasta, dejaban la tortilla que estaban haciendo en la sartén y acababa quemándose. También contó que él le pidió a Chicho no repetir ningún personaje, a diferencia de otros actores que tenían personaje fijo; si bien es verdad que repitió algunos como el Sherlock Holmes despistado que tanto gustaba a Chicho, o la pitonisa. Pero el que más miedo le dio fue el de Moyra porque, aunque sólo salió tres veces, la gente empezaba a identificarle con él, por lo que decidió no repetirlo más.
El tercero en subir al escenario fue Carlos Muriana, guionista de las cuatro últimas etapas de «Un, dos, tres...», que glosó la figura de Chicho destacando su enorme capacidad de trabajo.
Una vez sentados los cuatro a la mesa, recordaron anécdotas de su paso por el programa. Raúl Sénder contó cómo fue la prueba que Ibáñez Serrador le hizo para ver si podía llegar a ser el sustituto de Kiko Ledgard en 1982. Fueron convocados también Chicho Gordillo y Emilio Aragón (“Milikito”). Chicho llamó al portero del edificio (Paco) para que hiciera de concursante, y los aspirantes tenían que tratar por todos los medios que se llevara uno de los regalos de la mesa de la subasta.
Contaron también que los domingos se reunían en casa de Chicho para el pase de guión, que terminaba con un distendido almuerzo o cena, que en época de Luis Larrodera era una paella, pero que en los ochenta eran huevos fritos, ya que la “tata” de Alejandro y Pepa era lo único que sabía hacer.
El lunes se grababa todo lo que ocurría en el decorado, como entradas de regalos o números musicales, en los que Chicho se esmeraba especialmente. Carlos Muriana recordaba que, a pesar de que en 2004 la curva de audiencia descendía cuando se emitían los musicales, Chicho nunca quiso prescindir de ellos porque formaban parte de la esencia del programa.
Los martes se grababa el desarrollo del concurso con el público ya en el plató. Luis apuntó que su etapa fue la que menos se tardaba en grabar, pero que sabía que las anteriores se alargaban hasta la madrugada. Fedra, Raúl, Carlos y Alejandra desde el público, corroboraron el dato. Más de un día eran las dos de la madrugada y no se había terminado la grabación.
Tanto se alargaban a veces las grabaciones que mucha gente solicitaba irse pasadas las diez u once de la noche. La mayoría de las veces no se permitía pero en una ocasión tuvieron que ausentarse tantas personas que Chicho se vio obligado a reubicar a los que quedaron e indicar a miembros del equipo que ocuparan sillas vacías, y cerró un poco el plano para que no se vieran los claros en la grada.
Y es que las grabaciones se podían alargar por mil y una circunstancias; un actor al que se le olvidara su texto, un fallo técnico o cualquier otra cosa, como aquel día en que uno de los regalos era que apareciera una encajera de bolillos, pero no había traído nada preparado, por lo que la pusieron a hacer encaje para que en pantalla saliera el producto medio terminado. Aquella tarde nadie sabía el motivo del retraso, hasta que se resolvió el misterio de la señora encajera.
El miércoles se producía una reunión de los responsables de cada departamento (producción, guión, decoración, vestuario, peluquería, maquillaje, etc.) para preparar futuros temas. Los jueves, Chicho se encerraba en la sala de montaje para editar y sonorizar el programa grabado, tarea que podía alargarse hasta el viernes por la mañana. Siempre se llegaba a tiempo de emitir el viernes por la noche, y es que, como recordaba Raúl Sénder, nunca había programas pregrabados o de reserva por si ocurría alguna contrariedad que impidiera emitir el viernes.
El sábado era el día que Chicho utilizaba para dictar en una grabadora el guión, que después se encargaba de pasar a máquina u ordenador Paloma Cerezo.
Carlos Muriana destacaba la enorme capacidad de trabajo de Chicho, que se dedicaba en cuerpo y alma al «Un, dos, tres...», lo cual lo sufrieron sus hijos que lo podían disfrutar sólo en vacaciones o en el plató.
De hecho, Raúl Sénder recordó que en alguna ocasión Pepa le acompañó en alguna intervención, como la de la pintura; en cambio, Alejandro bromeó diciendo que él sólo iba de público o a los camerinos de las azafatas.
Fedra y Raúl, que trabajaron con Mayra Gómez Kemp destacaron, además de su prodigiosa memoria, que entre Chicho y ella existía una química especial y tenían su propio código de comunicación. A lo mejor Chicho decía “paramos la grabación para cambiar la cinta de grabación” y ya sabía Mayra que tenía que subir al control para recibir alguna indicación.
Contaron que lo importante es que el programa acabara siempre “en punta” con un final apoteósico, ya fuera con premio bueno o malo para los concursantes.
Chicho Ibáñez Serrador era muy observador y enseguida descubría la psicología e intenciones de la pareja de concursantes. Sabía si serían simpáticos o antipáticos, si arriesgarían o intentarían asegurar el dinero, si iban a ser rápidos o lentos en sus decisiones... y en función de cómo caían al público les orientaba en sus decisiones con pistas, siempre sin hacer trampas, ya que el guión del programa se depositaba ante notario.
Fedra Lorente recordó especialmente a una pareja de andaluces simpatiquísimos; su regalo había sido tres plumas negra, roja y blanca y los concursantes dudaban si quedárselas o no. Como el regalo era bueno (aunque eso Fedra no lo sabía), Chicho le dijo que se acercara al concursante, le diera un beso y le dijera “este beso te va a traer mucha suerte”. Al final el concursante se decidió por las plumas y ganaron tres Pandas: uno negro, otro rojo y el último blanco. En otras ocasiones, Mayra daba pistas poniendo cerca de los concursantes el regalo que querían que se llevara. Pero, claro, esto no eran sino indicaciones, porque si el concursante se empañaba en llevarse un cargamento de melones o dos millones y medio de cerillas, nada podía hacerse...
Y es que la selección de concursantes era fundamental y de eso se encargó en la última etapa Carlos Urrutia, hoy biógrafo de Chicho y organizador de todo el material del archivo de PROINTEL.
También recordaron que Narciso Ibáñez Serrador cuidaba mucho los contenidos para que no fueran ofensivos. De hecho, Luis recordó que en 2004 hubo que editar una actuación de Miky McPhantom, que aparecía en la subasta como mercenario, para no herir sensibilidades con un sketch violento después de los atentados del 11-M.
También intervino Alejandra Cano, que recordó que lo primero que le dijo Chicho fue que no le tuviera en cuenta los gritos y broncas durante la grabación; ella le hizo caso y, aunque se llevó más de un grito y más de dos, nunca se lo tomó como algo personal; de hecho, recuerda gratamente su paso por «Un, dos, tres...». Carlos Muriana recordó que cada azafata tenía un papel diferente, y que a Alejandra le había tocado ser la seria y elegante; ella también confesó que, al no saber bailar, Chicho le asignaba números musicales más sensuales y con movimientos pausados, que provocaban las delicias de los bailarines, que no tenían que esforzarse demasiado en aprenderse la coreografía.
Quien no pudo estar fue Paloma Cerezo, que se encontraba dolorida de la espalda. Como todos sabemos, Paloma es la secretaria personal de Chicho, y en un ensayo de una eliminatoria se cayó y se produjo una lesión que ha ido arrastrando con los años. La prensa quiso contar este tipo de detalles en más de una ocasión pero PROINTEL contaba con un periodista, Pepe Arenas, que se encargaba de neutralizar los posibles ataques injustos al programa que se quisieran hacer desde algunos medios.
El encuentro terminó con un emotivo vídeo en el que se veía a profesionales que trabajaron con Chicho, como Consuelo Berlanga, Marlene Mourreau (ambas se encontraban entre el público), Manuel Galiana, Luis Larrodera, Paula Vázquez, Nuria Roca, Mar Regueras, etc., en el que hablaban de su experiencia trabajando con él.
A todos nos supo a poco el encuentro, que apenas duró una hora y media, pero, como decía el “don Cicuta” que amenizó el encuentro, hay que ahorrar... y también tiempo.
Tras la despedida, los seguidores de «Un, dos, tres...» tuvimos la oportunidad de charlar con Marlene Mourreau, sentada delante de nosotros en la grada, que nos contó que ella había venido a España a principios de los años noventa para actuar en el programa «Entre amigos» de José Luis Moreno, que fue donde la vio Chicho Ibáñez Serrador y la llamó para grabar un par de actuaciones en el decorado del programa dedicado a Tailandia; una de ellas fue emitida y la otra se utilizó en el programa titulado “Salimos de noche”. Luego tuvo una tercera actuación, ya en la novena etapa, en el programa dedicado a Frankenstein. En aquella ocasión, Chicho le dijo que aprendiera castellano porque quería hacer de ella una estrella en España; y aunque ella al principio pensó que era un productor más con interés en un encuentro sexual con ella, descubrió que su verdadera intención era la de hacer que triunfara en España, lo cual consiguió con «El semáforo». Marlene se siente profundamente agradecida a Chicho, a quien considera su padre televisivo.
Sólo nos resta agradecer nosotros también a todos los que han hecho posible este merecido homenaje a Chicho: a sus hijos, Pepa y Alejandro, que de pequeños no disfrutaran tanto de su papá para que otros niños tuviéramos un “papá” televisivo y disfrutáramos con su «Un, dos, tres...», a la Fundación SGAE por haber hecho posible el homenaje, a todo el equipo de PROINTEL por mantener vivo el legado de Chicho, a Luis Larrodera por su simpatía y por el amor que sabemos que siente hacia el «Un, dos, tres...», a Carlos Muriana, porque se le nota el cariño que le tiene a Chicho, a Raúl Sénder, porque fue un pilar fundamental del humor en el programa, a Fedra Lorente, que tuvo el enorme detalle de mencionar al “Club Oficial 123” y a los seguidores del programa, recordando aquella inolvidable quedada con motivo del cuarenta aniversario, a Carlos Urrutia por la impagable labor que está haciendo recopilando y organizando todo el material del archivo de PROINTEL, y a todo el equipo de la productora, que nos profesan el mismo cariño que nosotros a ellos.
Y, POR SUPUESTO, GRACIAS AL “RESPONSABLE DE TODO ESTO”: NARCISO IBÁÑEZ SERRADOR
#GraciasCHICHO |
Crónica escrita por Antonio con todo el cariño y admiración hacia don Narciso Ibáñez Serrador |
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