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La presentación del libro |
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El sábado 29 de octubre de 2016, en la Sala Forum de la FNAC de Callao, en Madrid, Miguel Herrero presentó su último libro, titulado “«Un, dos, tres... responda otra vez». La historia del mejor programa de nuestras vidas”. Tras “Revisitando los 80”, “Los 80 responden otra vez” y “Telepasión por los 90”, éste es el cuarto libro del conocido fan del «Un, dos, tres...», que ha estado un año documentándose concienzudamente para recopilar en 300 páginas toda la historia del concurso.
Entre los ilustres invitados que acompañaron esa tarde a Miguel Herrero, destacan tres históricos del «Un, dos, tres...»; una presentadora: Mayra Gómez Kemp; un cómico: Raúl Sénder; y una azafata: Alejandra Grepi.
Y como bien indicó Miguel Herrero, los libros están para leerlos, no para hablar de ellos, así que aprovechó la presencia de Mayra, Raúl y Alejandra para hacerles una entrevista y que nos contaran a todos los presentes al acto recuerdos, curiosidades y anécdotas del «Un, dos, tres...».
Mayra Gómez Kemp, como no podía ser de otro modo, fue recibida con una gran ovación por parte de todos los asistentes. Aunque tenía prisa porque tenía otros compromisos (bromeó con que tenía que ir a rodear el Congreso), Mayra estuvo un buen rato contestando las preguntas de Miguel Herrero. Nos contó que se encuentra bien de salud, que ha sentido el cariño de todo el mundo desde que “salió del armario” de su enfermedad, y agradece que después de 30 años el público siga admirándola. Contó la anécdota de que hacía unos días una chica de unos veinte años la reconoció por la calle; Mayra le contestó que ella no tenía edad para conocerla, a lo que a joven replicó que sus padres le habían hablado tanto del programa que había tenido curiosidad y buscó vídeos por internet.
Mayra reconoció que en la época de «Un, dos, tres...» trabajó muchísimo, ya que por la mañana hacía radio, y por las tardes tenía que estudiarse el guión del programa. Contó que los días que grababa «Un, dos, tres...» dejaba material grabado para su programa de Antena 3 Radio, para no dejar de intervenir en él. Aprovechando que estaba Raúl Sénder también, Mayra aprovechó para recordar el personaje de Moyra, su hermana gemela, y contó que no sólo estaba encantada con la parodia que le hacía su querido compañero y amigo sino que ella misma le sugería a Chicho que en los guiones el personaje de Moyra se metiera más con Mayra.
Alejandra Grepi y Raúl Sénder destacaron de Mayra que tenía una
prodigiosa memoria. Ella quiso quitarse mérito y dijo que esa estupenda
memoria fotográfica le había tocado en suerte en la ruleta genética y
que ella lo único que había hecho era ejercitarla. De hecho, en los años
80, de frenético ritmo laboral para ella al compaginar su trabajo en
Antena 3 Radio con la presentación del «Un, dos, tres...», el domingo
ensayaba en la oficina de Chicho Ibáñez Serrador y el lunes se encerraba
en su casa para estudiarse todo el guión y no cometer errores, ya que si
ella se equivocaba al darle el pie a un actor cómico, éste tendría que
repetir el chiste y el público en el plató ya no se reiría. Miguel Herrero le dijo que, después de haber visto vídeos de las grabaciones de la subasta, Mayra se seguía riendo de los gags aunque se hubieran repetido varias veces. La presentadora contó que uno de los cómicos que más gracia le hacían, porque nunca sabía lo que iba a decir, era el genial Antonio Ozores, por lo que sus carcajadas estaban aseguradas.
Además
señaló que al principio se le riñó desde la Dirección de TVE por su
forma de reír, a lo que ella espetó que “iban dados, porque no sabía
reírse de otra forma”. Mayra quiso devolver el cumplido a Raúl Sénder y recordó que era un actor que nunca olvidaba su papel y que hubo que cortar en muy pocas ocasiones por él. En cambio, sí mencionó a Bigote Arrocet, por ejemplo, que era más olvidadizo; y cuando ella veía que empezaba a divagar o a poner el pie encima de la mesa, intentaba reconducir el sketch, ya que ella se sabía su papel y el del humorista.
Mayra se despidió deseando a Miguel que vendiera muchos libros.
La presencia de Raúl Sénder hay que valorarla especialmente porque se encuentra totalmente retirado de cualquier evento; pero casualmente se encontraba en Madrid porque había ido a grabar una intervención para el «Imprescindibles» dedicado a Narciso Ibáñez Serrador, y ahí se enteró de que se presentaba un libro sobre la historia de «Un, dos, tres...»; y se dijo a sí mismo: a esa presentación sí voy.
Estuvo muy gracioso en su intervención, contando multitud de anécdotas, como que estuvo en la terna de candidatos a presentar el «Un, dos, tres...», junto a Emilio Aragón y a Chicho Gordillo. Cuando Ibáñez Serrador decidió finalmente que, para evitar comparaciones, el programa lo presentaría una mujer, ya que así se reducirían las críticas hacia el sustituto de Kiko Ledgard, Raúl Sénder fue contratado por Chicho para intervenir como actor en la subasta. Raúl también contó que él era más partidario de hacer cada semana un personaje distinto que repetir, aunque hubo algunos papeles que gustaban tanto que había que hacerlos de vez en cuando, como la pitonisa, el flamenco cojo o Sherlock Holmes. Respecto a Moyra recordó que fue un personaje que tuvo muchísimo éxito, pero que tan sólo apareció en tres ocasiones; al propio Raúl, viendo que podía ser un personaje que perdurara en el tiempo, le dio miedo y le pidió a Chicho que lo compaginara con otros personajes.
Raúl
Sénder recordó que por el «Un, dos, tres...» pasaron muchos actores
cómicos, pero que sólo perseveraron los que conseguían seguir el ritmo
de trabajo que imponía Chicho Ibáñez Serrador. Al principio estaban las
hermanas Hurtado, Bigote Arrocet, Beatriz Carvajal y él; a ese grupo
inicial se unieron posteriormente Fedra Lorente, con su exitoso
personaje de “la Bombi”, y Arévalo, que triunfó con sus chistes. Mencionó a otros compañeros a los que Chicho les quiso dar una oportunidad pero que no terminaron de cuajar o de adaptarse al ritmo del programa. Nombró, por ejemplo, a Magín Solé, que reconoció que tenía mucha gracia y que ponía empeño, pero que no lograba desprenderse de su acento catalán, o a Florinda Chico, que tan sólo actuó en un programa.
Miguel Herrero le preguntó por la cuarta etapa, en la que intervino inicialmente, pero que al sexto programa tuvo que abandonar por un contrato publicitario. Raúl Sénder aclaró que el Estatuto de RTVE impedía a los presentadores y actores aparecer en televisión si se estaba emitiendo una campaña publicitaria en la que participaran. A Raúl le surgió la posibilidad de protagonizar un spot publicitario y el mismo Chicho Ibáñez Serrador fue quien le animó a ganar el buen dinero que le reportaría el anuncio, que en el «Un, dos, tres...» siempre tendría las puertas abiertas para volver cuando quisiera.
Miguel Herrero le preguntó por la diferencia entre los programas de los 80 y la de los 90, ya que él intervino también en la octava etapa. Raúl contestó que en los 80 el éxito del programa era arrollador; las familias se reunían la noche de los viernes frente al televisor para ver a los personajes del «Un, dos, tres...», y al día siguiente en la calle y en los trabajos no se hablaba de otra cosa. Contó que en aquellos años, si bien se ganaba un buen dinero en el programa, la ganancia venía fuera, en las galas y espectáculos para los que les contrataban; Raúl recordó que durante años colgó el cartel de “no hay billetes” cada noche en la Sala Xenon, porque la gente quería ver en persona a los artistas que admiraban de la televisión. A las etapas de los 90 las caracterizó de mucho más espectaculares, con un vestuario y unos decorados elaborados con mucho más presupuesto, lo que generaba un resultado más majestuoso. Puso como ejemplo su actuación como Cleopatra, que la hizo tanto en la tercera como en la octava etapa, siendo mucho más vistosa la versión de esta última.
A petición de David, un seguidor del programa, Raúl Sénder contó una vez más la anécdota del elefante en el programa dedicado a Mallorca, aclarando que fue a él a quien le ocurrió y no a otros actores que han querido convertirse en los protagonistas de la conocida historia.
Después de Raúl, que también tuvo que marcharse para atender a otros compromisos, Miguel Herrero entrevistó a Alejandra Grepi, que nos contó que ella sabe poco de la historia del «Un, dos, tres...», ya que sólo estuvo en la etapa 1982-1983. Recordó que era muy joven en aquella época, diecisiete años, y que la figura de Chicho Ibáñez Serrador le imponía mucho, igual que al resto de sus compañeras, pero, como también señaló Mayra al principio de la tarde, ella era la que se mostraba más fuerte ante las broncas.
Alejandra recordó que en la quedada conmemorativa de los 40 años de «Un, dos, tres...», Paloma Cerezo, la secretaria personal de Chicho, le contó cómo había sido su casting como azafata. Resulta que Ibáñez Serrador tenía pensado diversos perfiles de azafatas (la contable, la guapa, la simpática, la extranjera...) y prácticamente tenía cerrado el sexteto. Alejandra, que se perdió en Madrid haciendo trasbordo de metro en metro, llegó tarde al local donde Chicho estaba seleccionando a las chicas; la propia Paloma le dijo que ya el casting estaba cerrado, pero el director dio la orden de que se acercara. Le dijo que se pusiera en primera posición de ballet y que se subiera la falda. Sin más, la despidió y cuando Alejandra llegó a su casa de vuelta, sus padres le dieron la noticia: “han llamado de la oficina de Ibáñez Serrador y estás contratada”. ¿Por qué la prueba fue tan rápida? Pues sencillamente porque a Chicho le faltaba la azafata sexy y Alejandra servía perfectamente para ese papel.
Alejandra recordó que durante muchos años tuvo relación con sus compañeras azafatas y quedaban anualmente para comer o cenar. Hizo mención a cuatro de ellas: Patricia, la contable, de quien contó que, gracias al «Un, dos, tres...», conoció a su marido, Patxi, de “Ranas Sereneider”; Irene, de quien dijo que actualmente vivía en Murcia; Françoise Lacroix y Rosalía. De la chica que completaba el sexteto no pudo hablar porque fue un lugar ocupado por distintas chicas, conforme iban causando baja.
Finalmente contó que cuando el «Un, dos, tres...» evolucionó y se necesitaron azafatas que fueran bailarinas, ella y sus compañeras tuvieron que dar paso a un nuevo sexteto porque ellas no sabían bailar. |
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