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Mallorca y las Islas Baleares en el «Un, dos, tres...» 1 |
El «Un, dos, tres...» tuvo como objetivo Mallorca dos veces en su historia, más una tercera ampliada a todas las Baleares. Esto no es una casualidad. A Narciso Ibáñez Serrador le gusta la isla. Visitó Mallorca a partir de la mitad de los años 70 y dejó de hacerlo en los últimos tiempos. Tenía casa propia en el Port d’Andratx, al oeste, y había tenido un apartamento en otro puerto: el de Alcúdia, al norte.
Estas declaraciones al diario ABC en el verano de 1989 explican por qué eligió finalmente el municipio de poniente: “Andratx conserva algo que se ha perdido ya en casi todas las costas españolas: su carácter de pueblo. El hecho de no haber playas no atrae a ese turismo multitudinario que viene con el dinero justo para emborracharse y ponerse como una salchicha colorada. La gente me saluda con cariño y no porque yo sea más o menos conocido. Lo hacen con todo el que saben que aprecia su tierra”.
Esta admiración de Ibáñez Serrador por la mayor de las Baleares la ratifica la actriz Llum Barrera, que participó en «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!». Barrera es natural de Alcúdia, precisamente, y recuerda cómo su madre le señaló dónde estaba el apartamento del Jefe. Tras conocer a Chicho, éste le comentó que “iba muy a menudo a Mallorca porque le gustaban mucho el clima y la comida”. Y añade: “Como suele pasar, la gente que ha vivido muchos años allí habla de la isla como un paraíso, que es lo que tiene que seguir siendo”.
Los programas dedicados a la/s isla/s incluían referencias a los elementos propios de Mallorca no sólo en la escenografía. También las actuaciones estaban a la altura de las circunstancias. Chicho no quiso hacer una cosa folclórica, sino proporcionar a los espectadores las clásicas píldoras culturales. Tras la emisión del 83, el diario Última Hora dedicó un editorial al programa que, entre otras cosa, rezaba: “la presencia de Mallorca (...) es una idea magnífica, vista, no desde un chauvinismo provinciano, sino desde la perspectiva de una promoción turística de alta rentabilidad”. No opinaba lo mismo el Diario de Mallorca; uno de sus columnistas listó los errores y exageraciones del concurso, como por ejemplo que se llamara “sobreasada” a la sobrasada (famoso embutido de cerdo) o que se otorgara a Mallorca un clima benigno casi todo el año sin ser cierto. Pero esto se puede entender por el propósito de las emisiones.
El primer programa de «Un, dos, tres...» dedicado a Mallorca se emitió el 7 de mayo de 1976, en la segunda etapa. La elección del tema tiene su explicación: la programación de TVE continuaba aquel día con la retransmisión del “Festival Mallorca 76”, en riguroso directo.
De esta emisión sólo sabemos los premios que desfilaron: ensaimadas (masa dulce en espiral), sobrasadas, collares de perlas (existían grandes factorías en la isla), zapatos (había grandes fábricas) y un bungalow. El regalo que se llevaron los concursantes fue un Seat 131.
La segunda ocasión en la que Mallorca protagonizó el Un, dos, tres fue el 14 de octubre de 1983, en la tercera etapa, y a propuesta de la entidad privada Fomento del Turismo de Mallorca.
En la tanda de preguntas concursaron una madre con su hijo, unos novios y un matrimonio. Entre las preguntas que eligieron los concursantes salieron “meses del año en cuatro idiomas”, “puertos de montaña” y un clásico: “ciudades no capitales de Europa”. |
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La eliminatoria de este día tenía tela. Se basaba en un objeto tradicional: el siurell, que es un silbato de cerámica que suele recrear —no siempre— la figura de un pagès (campesino) montado en un caballo. Todo ello va pintado de blanco con trazos rojos y verdes. Ya os podéis imaginar la prueba habiendo pintura de por medio... Para empezar, la pareja debía mantener este diálogo en catalán insular (los concursantes, castellanoparlantes, pronunciaron camelos, que es la gracia que se buscaba):
Mujer: — Tu què ets? [¿Tú qué eres?] Hombre: — Jo som un siurell [Soy un siurell] M: — Un siurell petit o gros? [¿Un siurell pequeño o grande?] H: — Jo som un siurell molt gros [Soy un siurell muy grande] M: — Idò, xiula fort, siurell [Pues silba fuerte, siurell]
Se hacía sonar un siurell y el hombre debía cruzar una doble rampa resbaladiza. Al otro extremo, le esperaba la mujer para pintarle de rojo o verde. Entonces, se repetía la operación —frase incluida— hasta seis veces.
El juego de consolación consistió en jugarse a los dados la cantidad ganada en la ronda de preguntas.
Ya en la subasta, desfilaron dos de los artistas habituales. Bigote Arrocet se acompañó de un actor que hacía el papel del compositor Frédéric Chopin y ambos dejaron un piano a los concursantes. El motivo es que el músico estuvo alojado en la cartuja de Valldemossa por recomendación de un médico, dado su lamentable estado de salud. Allí se conserva el teclado con el que, supuestamente, componía.
Raúl Sénder hizo su entrada como Aníbal a lomos de un elefante y acompañado por cuatro guerreros. Dejó un tirachinas en la mesa. Se cree que algunos mallorquines fueron mercenarios del guerrero.
Como muchos de los fans recordaréis, el elefante de marras provocó una de las anécdotas más sonadas del «Un, dos, tres...». El periodista de Última Hora Pedro Prieto formó parte de la comitiva mallorquina y asistió a los ensayos, que es cuando sucedió la escena. Literalmente, “entra Raúl Sénder a lomos de una elefanta que venía acompañada de su cría. La elefanta, que además está embarazada, se puso nerviosa, suponemos que por los focos, cámaras y gente. En un momento determinado, uno de los cuidadores apartó de su lado a su cría y... ¡bueno! La elefanta que se mosquea, extiende las orejas y estira la trompa y empieza a avanzar con cara de enfado. Total, que quien más, quien menos, y como puede, pone los pies en polvorosa y [yo] salí de allí a estampida”. Prieto también narra que una de las azafatas saltó un pequeño tabique, acrobacia que por poco acaba con su menisco. Asimismo, recuerda que esta elefanta era compañera de un elefante que había matado a su domador dos años antes.
En el apartado de actuaciones, “Els Valldemossa” —conjunto muy conocido en Mallorca— interpretaron una de sus canciones. La actriz mallorquina Margaluz, muy popular en su tierra, trajo una ensaimada e hizo algo que alguna vez se ha repetido en el programa: sentarse entre el público para ir interviniendo a lo largo de la subasta. En esas intervenciones, habló sobre los milenarios olivos que pueblan buena parte del territorio, sobre las fábricas de vidrio tradicional que aún hoy resisten o sobre los honderos; los honderos eran soldados mallorquines de la edad antigua que se defendían de las invasiones lanzado piedras con una honda; se sospecha que fueron ellos los mercenarios de Aníbal. Precisamente, un hondero moderno (es deporte autonómico) lanzó una pelota de tenis al decorado y consiguió tumbar el molino que Mayra le había encargado derribar, tras darle tan sólo dos vueltas a la cuerda.
La Escola de Música i Danses de Mallorca acudió a la mesa en grupo con el traje tradicional de pagès, con Margarita Morey al frente, seguramente por su bonita sonrisa. Mayra le hizo algunas preguntas. Morey explicó que los llamados boleros se basan en pasos que siempre dirige la mujer, lo que indica el gran poder que tenían las féminas en la sociedad mallorquina rural.
También se acercó a la mesa de Mayra la actriz Fedra Lorente, en el papel de una enfermera acompañada de dos señores mayores haciendo de auxiliares, quienes trajeron, en una camilla, estalactitas y estalagmitas. Fue la manera de simbolizar las visitadísimas cuevas de Mallorca. Aquí se escondía, precisamente, la Botilde.
También entraron en escena Miss Mallorca y Miss Baleares, montadas en un coche “Duquesa”, marca mallorquina de los años 20.
Los concursantes fueron descartando premios y perdiendo lotes de productos locales como perlas de Manacor o zapatos de Inca. Perdieron la ocasión de pasar unos días en el Port d’Andratx. También podrían haberse quedado con una litografía de Joan Miró, que residió en Mallorca, valorada en 150.000 pesetas o, quizá, haber puesto a su nombre el Duquesa. También dejaron de ganar botellas de palo (un licor de hierbas), con las que hubieran podido celebrar que les hubiera correspondido un coche Supermiafiori. Y, tras la insistencia de la concursante femenina, la pareja se llevó un premio muy dulce gastronómicamente, pero quizá poco lucrativo: ¡una tonelada de melones de Vilafranca de Bonany (de esta localidad son los más buenos de la isla)!
Otro de los miembros de la comitiva mallorquina, el Director de la Escola de Música i Danses de Mallorca, Gabriel Frontera, cuenta que Prointel le pidió asesoramiento para saber cómo era exactamente el vestido de pagès, para que las azafatas fueran correctamente ataviadas.
Sobre la experiencia de ir a la tele, recuerda que se tiraron dos días en Madrid: “Fue muy pesado. Fuimos una tarde y luego tuvimos que volver para toda una mañana”. Según narra, las grabaciones se hicieron muy engorrosas debido al nivel de exigencia del Jefe. También señala que el equipo de Televisión fue tan profesional como amable. En aquella época, salir en televisión era lo más, cosa que se amplificaba cuando las Baleares no existían a nivel informativo salvo para el centro territorial: “Nos hicieron entrevistas para los diarios. Tuvo bastante repercusión”.
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