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¿Cómo se organizó la quedada? Nos lo cuenta David Latorre, uno de los artífices |
David Latorre fue uno de los tres organizadores de la quedada “40 aniversario de «Un, dos, tres...»”, y en este relato nos cuenta cómo prepararon todo el evento. |
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Hace unos días,
hablando con Juan, decidimos preparar estas memorias de cómo vivimos
desde dentro la organización la quedada, y para ello establecimos una
condición, ninguno podía leer el relato del otro hasta que éstos no
estuvieran terminados. Todavía no sé que ha contado Juan en el suyo,
pero me resulta divertido comparar las vivencias de un mismo hecho
vistas por varios observadores, a ver qué sale de aquí…
La pregunta del
millón… ¿cómo comenzó todo? Pues la verdad es que no lo sé, simplemente
surgió. Es cierto que por mi cuerpo ya corría el mono de
“quedadas undostreseras” y creo que al
pobre Miguel Muñoz lo tenía más que frito preguntándole para cuándo la
siguiente… pero llegó el nuevo año, y con él la excusa perfecta: ¡¡¡40
ANIVERSARIO DE «UN, DOS, TRES…»!!!,
no había mejor ocasión ni mejor excusa para una nueva quedada, así que
en cuanto vi la tímida insinuación de Juan en la página del Facebook de
«Un, dos,
tres…» no me lo pensé dos veces y
comprendí que él iba a ser uno de mis compañeros en este viaje. Todavía recuerdo
aquella tarde de domingo de enero en la que hablé por primera vez con
Juan; la conversación fue larga, y a pesar de no
haber tenido casi contacto con él desde septiembre de 2010 era como si
nos conociéramos de toda la vida. La idea original fue hacer una quedada
similar a su predecesora, eso sí, dado que íbamos a celebrar el 40
aniversario teníamos que conseguir que nos
acompañaran un mayor número de invitados, unos seis o
siete...
Pronto nació la página de la
“Quedada 40 aniversario de «Un,
dos, tres…»”
que nos sirvió en un primero momento para hacer un sondeo rápido de qué
otros
frikis (y lo
digo con todo el cariño porque me incluyo entre ellos) podrían estar
interesados en seguir adelante con lo que terminó siendo una locura.
Creo que el mayor respaldo en los cibermundos vino por parte de Antonio,
quien tiene más que controlados estos temas y nos guió como nadie.
Además, por suerte en estas primeras semanas conseguimos que Miguel se
uniera al proyecto, estoy casi convencido de que se unió para dejar de
oírme… porque reconozco que puedo llegar a ser muuuuuy pesado, pero
sinceramente no me arrepiento de haberle “engañado”, porque yo conseguí
encontrar un gran amigo y él… una gran pesadilla jajajaja. Las semanas
posteriores nos volvimos prácticamente locos (más de lo que ya estamos)
buscando restaurantes, cafeterías e incluso una discoteca para
alquilarla en horario de tarde y poder celebrar allí el aniversario;
teníamos claro que buscábamos un lugar tranquilo, lejos de miradas de
curiosos. Gracias a varios contactos en Madrid, David Granel uno de
ellos, conseguimos una larga lista de locales candidatos. Yo aproveché
un viaje a Madrid el sábado 11 de febrero para recorrerme algunos de los
locales que teníamos en mente, pero la búsqueda no dio ningún resultado,
nada nos convencía. A los pocos días pudimos cantan ¡¡Bingo!! cuando
Juan recibió la respuesta del hotel Tryp con el presupuesto del alquiler
de un salón y un “ajustado” menú.
A revueltas de todo esto se decidió el tema de la
fecha a través de un ciber-referéndum, y el
mundo
habló y decidió que la gran fiesta debía celebrarse el sábado 28 de
abril, uno de los electores (no recuerdo quién) dio una razón de peso
que me encantó: “celebrar un cumpleaños antes de su fecha trae mala
suerte”, y tuvo toda la razón porque finalmente, y como ya sabéis,
tuvimos toda la suerte que se puede desear.
Ahora que veo todo lo sucedido con perspectiva es
cuando empiezo a creer en el destino… porque justo en esas fechas
coincidió un viaje de Joan Josep a Valencia (Joan Josep respondía al
nick de Ausiàs para aquellos que le conocemos desde aquél foro pre-facebookiano
de «Un, dos,
tres...» hace ahora más de
diez años). La suerte hizo que estuviera justo en
la puerta de mi trabajo cuando me llamó por teléfono para decirme que
estaba en la ciudad y otra vez tuve un momento
David-kisby
pesadilla cuando, sabiendo sus dotes
artísticas, le pedí que diseñara el logo que nos ha acompañado en este
aniversario, y del que sinceramente me siento muy orgulloso.
A lo largo del mes de febrero fue también el
nacimiento de “nuestra querida Ruperta” y recalco
a lo largo,
porque esa pelota con sombrero tardó más de cuatro semanas en
tomar su forma definitiva, cuatro semanas de auténtico
ruperteo…
Sinceramente fue como una vuelta a la infancia, transformé el salón de
mi casa en un “Art Attack”, sentado en el suelo, frente al televisor iba
pegando poco a poco los pedazos de papel que dieron forma a la calabaza
que ya todos conocéis.
Nuestra ingenuidad
seguía viva el día que calculamos el precio final del cubierto, pensamos
que cada asistente aportaría 6 euros para
sufragar los gastos de los invitados; creo que en
ese momento fue cuando automáticamente me convertí en el “azafato
contable” de la quedada, cargo que posteriormente desembocaría en un
terrible “Tacañón”; pero a
mi transformación llegaremos más adelante. En ese momento todo cuadraba
a la perfección, con el dinero recaudado podríamos pagar el menú de los
siete invitados que nos habíamos propuesto como objetivo. ¡¡Vivan
las matemáticas!! Uno de los momentos
más angustiosos y a la vez reconfortantes para mí fue cuando decidimos
abrir el número de cuenta y comenzar la recogida del dinero, los
cálculos ya estaban hechos, había que cubrir el alquiler del salón y el
menú de los asistentes e invitados, y todo ello, según nuestros cálculos
requeriría en torno a 42 euros euros por cabeza.
Puede que parezca una tontería pero en aquél momento yo no las tenía
todas conmigo, ¿cómo iba a pedir a personas que ni siquiera me conocían
que ingresaran dinero en un número de cuenta a mi nombre? Y a la vez me
hacía la pregunta inversa, ¿ingresaría yo dinero en la cuenta de alguien
que no conozco para un acto dos meses antes de que se celebrase? Algunos
de los que nos habían dado el “sí quiero” eran viejos conocidos y sabía
que responderían a la llamada, pero evidentemente mi gran sorpresa fue
que, a pesar de los tiempos que corremos, la gente se volcó con nosotros
de una forma inimaginable, y si algo positivo me llevo de todo esto es
sentir el apoyo y la confianza que todos demostraron, por eso nunca me
cansaré de repetir que la celebración del 40 aniversario
de «Un, dos,
tres...» fue posible gracias a esa confianza que
treinta y cuatro personas depositaron en nosotros
y que sin ellos nada de lo que ocurrió el 28 de abril de 2012 habría
sido posible. Mientras yo me dedicaba a mis labores de azafato contable y undostreseaba preparando los vídeos, esos que se declararon el huelga el día que más tenían que trabajar, mis compañeros Juan y Miguel hicieron las veces de relaciones públicas removiendo cielo y tierra para contactar con los invitados (o posibles invitados). La parte de los invitados yo la viví desde la barrera, al principio con alegría al ver las muestras de cariño, pero debo reconocer que terminó siendo mi peor pesadilla, convirtiéndome en un sufridor en casa cada vez que Juan o Miguel me llamaban para confirmar una nueva asistencia; fue ahí cuando me transformé en el miembro más radical de Tacañón del Todo porque nuestros siete invitados iniciales se iban multiplicando por momentos y el horror y el miedo a desviarme del déficit 0 corría por mis venas cada vez que recibía la llamada de mis compañeros. Estoy seguro que la frase que más recordará Juan de los días previos a la quedada es: “Juan, ¡más invitados no! ¡que no llegamos!”. A medida que pasaban
los días iban surgiendo ideas de todas partes;
David Granel se ofreció a preparar las pegatinas que todos lucimos aquél
día con nuestros nombres; además también por su
parte tuvimos la suerte de contar con Carlos como fotógrafo oficial de
la quedada; Fran se puso manos a la obra para
preparar todos los vídeos de la cuenta atrás que anunciaban la llegada
inminente del gran día… Fue un placer ver cómo
todo el mundo colaboraba poniendo su granito de arena en todo aquello
que estaba a su alcance.
Pero no os penséis que
la organización lo sabía todo, incluso entre nosotros llegamos a jugar
al despiste, en muchas ocasiones reconozco que yo actué como elemento
bisagra para ocultarle a Juan que Miguel estaba inmerso en el diseño del
photo-call o que Ruperta
vendría a la cita en limusina y que contaríamos con dos azafatas;
por otro lado, también tuve que ocultar a Miguel que
Miriam se había puesto en contacto con Juan, o que yo sí que
conocía la posibilidad (aunque remota) de que Chicho nos acompañara en
el acto (por eso se pidió al hotel que instalaran una rampa en la
entrada). Creo que en el fondo a nosotros también nos hacía ilusión
llevarnos alguna sorpresa, ¡y vaya si nos las llevamos!
A medida que se iba acercando el día en cuestión me iba dando cuenta de que lo que había nacido como una “merienda de amigos” estaba creciendo demasiado, pero ya no había marcha atrás ni había forma de pararlo. Creo que el día que lo descubrí fue por una llamada de Juan y Miguel diciendo que la prensa estaba interesada en asistir. Por suerte Marta de Pablo fue quien se encargó de canalizarlo y finalmente no resultó tan traumático como pensé en un principio.
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