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La quedada vista por los ojos de Fran Flores

 

 

Fran Flores es un gran seguidor de «Un, dos, tres...» y estuvo presente en la quedada de los 40 años de «Un, dos, tres...». Cuando volvió a su ciudad de origen quiso plasmar por escrito todo lo que había sentido la mágica e inolvidable noche del 28 de abril, y ha tenido la amabilidad de compartir con nosotros todos sus recuerdos y emociones.

 

Quedada “40 años de «Un, dos, tres...»” - Fran Flores

 

  

 

Mi nombre es Francisco Javier Flores Muñoz, Fran para los amigos. Este es un relato de una experiencia que tuvo lugar entre el 28 y el 29 de abril de 2012.

 

Comenzaba un sábado como otro cualquiera. Al menos el inicio era el mismo pero después del desayuno todo iba a ser distinto. Uno siempre se asusta cuando hace algo por primera vez y no sabe cómo le va a resultar y ésa no iba a ser la excepción.

 

Con la maleta casi hecha puse los últimos detalles, me despedí de mis padres, que aún estaban acostados, y de mi hermano y me fui rumbo a la estación de Barberá del Valles en mi coche. Aparqué en línea en un lugar donde siempre hay coches en lugar del parking de la estación por si acaso.  Cogí mi tarjeta de 10 viajes que tenía ya comenzada y me fui hasta Barcelona Sants, allí me esperaba el AVE.

 

Tanto el billete de ida como el de vuelta los tenía desde hacía meses. Una forma de conseguir que el decidir aceptar vivir esta experiencia no pudiera dar reverso. Estaba nervioso y no sabía qué hacer, todo era nuevo para mí. No había salido de Cataluña desde que tenía 4 años y, por primera vez en mi vida, iba a viajar solo. Cada dos por tres pensaba “Llegó el momento”. Me fui a la sala de espera del AVE hasta que se pudo subir. No sé cuánta eternidad me pareció esa espera. A las 11 salió el tren y sentía como cogía velocidad y la rapidez en como el paisaje iba cambiando, como en una película donde ves 24 fotografías cada segundo. Pusieron la película “Soy el número 4”, que ya había visto en el cine, pero lo único que tenía en mente era observar el exterior. Parecía que no iba a ver a nadie en muchos kilómetros de lo verde que había y también tierra desierta. Me fije en una carretera a lo lejos se veía un autobús de la empresa que iba a coger para la vuelta y me pensé si ese autobús iría a Madrid.

 

Al no tener referencia de la distancia también me preguntaba cuándo saldría de Cataluña y eso era importante para ya que eso tenía significado para ya que sería mi primer contacto exterior en ese aspecto aunque pueda parecer raro que lo diga. Lo tuve claro cuando el AVE hizo una parada en Zaragoza. Me puse a pensar en mi amigo Jorge, ya que él es de allí, pensé que después él estaría haciendo lo que vi hacer desde dentro del tren a las personas, unirse a ese grupo de personas que habían decidido algo, que ese viaje a Madrid lo compartiéramos aunque no nos conocemos de nada y quizá nunca mas volvamos a coincidir.

 

El viaje siguió su curso. Finalmente en el último trayecto me puse los cascos y vi el final de la película, que ya sabía por supuesto. Se puso a llover cuando estábamos casi al final, el tren aminoró la marcha y los del AVE se despedían por megafonía cuando el tren lentamente iba entrando, veía la cantidad de vías que tenía, parecía no terminar. La terminal también era enorme. Ahora sólo faltaba salir para encontrar la parada de metro adecuada. Yo me había apuntado detalladamente en un papel todo lo que tenía que hacer pero al final, en esa primera parte no me sirvió de nada. Cogí el metro en la misma estación y con un trasbordo llegue a Plaza de España donde allí me sirvieron las indicaciones que anoté.

 

Cuando llegué al hotel un chico estaba en la entrada y pronunció mi nombre. Me quedé extrañado hasta que me dijo “¿No me reconoces?” y con eso ya lo tuve claro, Iván Vázquez. No lo había reconocido de entrada porque fotos suyas con su cara apenas tenía. Me estaba esperando en la entrada del hotel, el suyo estaba cerca. Lo primero que quería hacer era entrar en el hotel, recibir la llave o tarjeta, dejar el equipaje y luego bajaría para ir a comer a alguna parte. Iván estaba en un bar justo al lado con una amiga y cuando bajé estaba solo en la puerta de nuevo.  Bueno, bajé a la segunda porque cuando había bajado a la primera me di cuenta que no me había bajado el paraguas y mejor ser precavido. También me baje mi cámara por si acaso.

 

Dimos una vuelta un poco tonta intentado encontrar un sitio para comer y al final acabamos comiendo en el bar de al lado de mi hotel. No digo el menú. No me voy a enrollar con eso. No sabía qué hacer mientras esperaba así que Iván me sugirió una vuelta por el bus turístico y me pareció bien, pagué por una vuelta y nos subimos. Nos fuimos arriba y casi me da un principio de hipotermia con el frío que hacía. Nos fuimos abajo y allí conecté los cascos para escuchar el recorrido. Curioso que cuando pasaba por ciertos lugares como la puerta de Alcalá me acordaba de la canción o más curioso me acordaba del Monopoly. Cuando paramos por unos minutos me di cuenta que uno de los idiomas que podía escuchar era el catalán, me hizo gracia y decidí que el resto del recorrido lo escucharía en catalán. No pudimos evitar, por lo menos yo, tiritar de frio cuando nos bajamos del bus turístico.

 

Yo me subí al hotel para buscar la entrada y me puse algo mas debajo de la camiseta roja que llevaba, hubiera querido ir mas formal entre el frio que tenía y que no tenía ropa para ello; tampoco hubiera ido de esmoquin si alguien lo piensa mientras lo lee. Me quité las bambas, me puse unos zapatos (que me he cargado después) cogí la entrada y bajé. Iván me esperaba a las puertas de su hotel y, con él guiándome, nos fuimos al hotel Tryp Ambassador.

 

Ahora . Ya iba a ir al grano. Las cosas que me pasaban por la cabeza eran tantas. Pensaba que la relación que tenía con ese grupo con el que iba a coincidir iba cambiar para siempre. El prefijo ciber- iba a desaparecer por completo para convertirse simplemente en amigos. No sé exactamente cuando comencé a pensar en ello pero una de las cosas que tenía curiosidad, y esa misma frase la escuché en una serie de televisión, era que hasta ahora sólo conocía de mis amigos de este club sus fotos y su manera de expresarse con palabras escritas y ahora iba a ser más completo. Iba a saber cómo eran sus voces, su manera de expresarse con palabras habladas. A los primeros en encontrarnos en la entrada fueron a David Latorre y a Juan Carretero. Juanito estaba haciendo algo que no me gusta nada pero me callaré por respeto. Juan nos señaló y nos llamó por nuestro nombre. Hablábamos de que nosotros, Iván y yo, éramos quienes éramos capaces de poner un “Me gusta” a cada mensaje de la página de la quedada cuando apenas hacía pocos segundos que era publicado en la página. Entramos a la sala donde se celebraría el cóctel y después a la zona de reunión, con muchas sillas con un proyector enfrente donde veríamos vídeos, un photo-call con las mascotas, los logotipos y una pequeña tarima con un escalón al otro lado. Se sugirió poner el Photocall encima de la tarima en la parte de atrás. Fue un poco trabajoso pero lo hicimos. Ellos tenían que preparar los vídeos, ponerlo a punto y no podíamos verlo para no quedarnos sin la sorpresa. Habíamos llegado un poco temprano por eso y no hizo falta que nos lo dijeran directamente así que nos fuimos. David Granel había llegado y fuimos al bar los tres. David se pidió algo para tomar, Iván y yo no pedimos nada.

 

Nos pusimos a hablar un poco de todo, del viaje, yo me puse a hablar de cómo se me ocurrió la idea de hacer aquellos videos de la cuenta atrás, basados un poco en el programa «3 x 4». Juan vino a pedir agua y se sorprendió lo grande que era. Yo fui al cuarto de baño y al salir me quedo de piedra al ver allí a dos personas que casi me dejan petrificado con su presencia, Mayra Gómez Kemp y su marido. Me di cuenta que también estaba Fedra Lorente. No sé si podría expresar lo que sentí en esos momentos. ¿Debía acercarme? ¿Debía alejarme? ¿Debía quedarme quieto? La cabeza me estallaba por la indecisión. Una de las personas a las que tengo mayor admiración estaba en la misma sala que yo. He estado cerca de otros famosos por casualidad como cuando Pujol vino a inaugurar el nuevo edificio de mi instituto, cuando fui de público a «Operación triunfo» que se acercó Jesús Vázquez donde estaba yo sólo por estar cerca de un concursante de «Allá », con Francisco Ibáñez el día que fui a su firma de tebeos en el centro comercial de mi ciudad… Aquello era distinto. Tanto tiempo repitiendo la frase #FuerzaMayra y allí la tenía. No sé ni cómo no me desmayé.

 

Al final volví al bar y lo dije en voz alta delante de Iván y David. Ni los organizadores se lo esperaban. Todavía hoy pienso que lo que dicen en los viajes es verdad. Uno puede tenerlo bien pensado pero las sorpresas o imprevistos pueden presentarse en cualquier momento. Yo tuve que beber agua, caminar, mover los brazos, de los nervios sentía que iba a irme al suelo si no movía los músculos y eso no me solía pasar. El gran maestro, don Narciso Ibáñez Serrador hacía su acto de aparición, ya no sabía si estaba en una quedada de fans de «Un, dos, tres...» o dónde estaba. Algunas veces pensaba que los famosos vivían en un lugar apartado, como si hubiera una ciudad específica para ellos donde la gente anónima no podía entrar y viceversa. Me encontraba con ellos en el mismo sitio y aquello superaba mis expectativas. Hasta los propios organizadores no se lo esperaban. Me gustaría saber qué pasaba por sus mentes. Tenían sorpresas preparadas y al final ellos se unieron a nosotros como los sorprendidos. La gente iba llegando, dos guapas chicas caracterizadas como azafatas nos iban preguntando el nombre, nos tachaban de la lista y nos ponían el nombre en una pegatina de concursantes de «Un, dos, tres...» y yo me puse la mía encantado.

 

Quedada “40 años de «Un, dos, tres...»” - Una de las azafatas

Una de las azafatas de la quedada Foto: Carlos Martín

 

 

Por fin tenía enfrente a esas personas que conocí en Facebook con mi mismo gusto y que aceptaron que entre nosotros naciera una de las palabras más grandes que existen, la AMISTAD. Antonio Un Dos Tres, Miguelito Herrero,  Miguel Muñoz, Jorge Villarroya, Óscar Ríos, y el etcétera es tan largo que los que no menciono los menciono ahora aunque su nombre no se escriba aquí. Todos y cada uno al verme lo primero que se les ocurría era dedicarme una sonrisa, su mano para estrecharla o un abrazo, lo encantados que estaban de conocerme. También veíamos a personas relacionadas, entre azafatas y humoristas. Algunos no los reconocí de entrada y me sentía un poco de vergüenza no haberlos reconocido de entrada..

 

 

 

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