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Álbum de fotos del «Un, dos, tres...»

Página 303

 

  

«Un, dos, tres...» - 1984
  

La primera mascota positiva

  

El Chollo fue la primera mascota positiva de «Un, dos, tres...»; sus antecesoras, Ruperta y Botilde, eran negativas, en el sentido de que cuando los concursantes se quedaban con ellas en la subasta se iban a casa sin ningún otro premio. Sólo esporádicamente escondían en su interior alguna otra sorpresa positiva.

 

En cambio, el Chollo, como su propio nombre indicaba era un auténtico chollo para los concursantes ya que quedarse con él en la subasta llevaba consigo aparejado el derecho a elegir el regalo que quisieran de todos los ofrecidos en el programa. Sin embargo sólo cinco programas estuvo solo el Chollo, ya que en el sexto programa de la cuarta etapa, dedicado a Montecarlo, años 20 (14 de diciembre de 1984) nació su “alter ego”, el Antichollo, con el que alternaba sus apariciones en la subasta; ahora bien, éste último era totalmente negativo como Ruperta o Botilde.

 

  

 

  

«Un, dos, tres...» - 1983
  

Esperanza volvió a concursar la semana siguiente

  

Esperanza Aguilar, que había concursado en el programa dedicado a los piratas (28 de enero de 1983), junto con su novio (o amigo) Tomás, fue invitada a concursar en la siguiente semana, en el programa dedicado a los errores (4 de febrero de 1983), ya que con ellos se había cometido el error de no admitir como correcta una respuesta en la tanda de preguntas, cuando sí lo era.

 

En esta segunda ocasión no pudo acudir acompañada por Tomás, a quien la grabación le pilló haciando el servicio militar obligatorio, por lo que eligió a su hermano Javier como pareja.

 

  

 

  

«Un, dos, tres...» - 1987
  

La mala suerte de perder en la eliminatoria

  

Los concursantes llegaban al «Un, dos, tres...» con la ilusión de acumular más cantidad de dinero que las otras dos parejas y así poder ser los campeones que repitieran participación en el siguiente programa. Pero esto sólo lo conseguía una de las parejas; las otras dos llegaban entonces con otra ilusión a la eliminatoria: salir victoriosos para optar a todos los premios de la subasta e intentar conseguir uno bueno.

 

Todas las parejas aceptaban con deportividad quedar eliminadas en la segunda parte, aunque, después del esfuerzo físico que tenían que realizar muchas veces, lamentaban no haber logrado el éxito; de todos modos, no lo perdían todo porque gracias al juego de consolación optaban a importantes cifras monetarias.

  

  

 

  

«Un, dos, tres...» - 1987

  

Un premio no deseado precisamente

  

La pareja que aparece en la foto, que concursaron en el programa dedicado a la arqueología (4 de mayo de 1987) no consiguieron ni mucho menos el premio que hubieran deseado cuando decidieron enviar una carta para postularse como concursantes de «Un, dos, tres...». Durante la subasta vieron pasar importantes premios, y aunque consiguieron esquivar a la mascota negativa (el Crack) acabaron quedándose con un premio que consistía en dos metros cuadrados de tierra en el cementerio que eligieran.

 

El premio tuvo polémica porque los desafortunados concursantes eligieron el cementerio de Bilbao y la producción del concurso no consiguió el terreno comprometido, lo que provocó que la pareja de concursantes acabaran demandando al programa. Está claro que el premio no sirvió para que ninguna de las partes descansara en paz.

  

 

 

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