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Anécdotas del público |
En todo programa de televisión el público es un elemento fundamental, pero quizás en «Un, dos, tres...» tenía una importancia mayor que en otros espacios.
El hecho de que la subasta se desarrollara con el público a la espalda de los concursantes y el presentador, y permanentemente en imagen, ya es revelador de la suma relevancia que Narciso Ibáñez Serrador quiso darle al público asistente al plató.
No es de extrañar que Chicho o los presentadores se dirigieran al público antes de comenzar la grabación para pedirles su colaboración activa durante todo el desarrollo del programa.
Con tanto protagonismo, es lógico que el público haya vivido multitud de anécdotas a lo largo de la historia de «Un, dos, tres...». Por ejemplo, en la primera etapa era habitual que Kiko Ledgard necesitara a lo largo de la subasta diversos objetos, que ofrecía comprar a aquellas personas del público que lo tuvieran. Cada día de grabación aparecían por el estudio 1 de Prado del Rey señoras y señores con multitud de objetos extraños por si acaso Kiko los necesitara.
En el «Un, dos, tres...» el público no cobraba por asistir, como en otros programas. A pesar de la “gratuidad”, la lista de espera para poder acudir al plató y presenciar el programa era casi interminable. En más de una ocasión se llenaba el plató e incluso había que habilitar sitios extra para albergar a más gente.
Aunque el público no cobraba, siempre había posibilidad de ganar premios y dinero con diversos juegos, algunos de los cuales se desarrollaban en cámara y otros no. Por ejemplo, era habitual que en uno de los parones de la grabación se llevara a cabo un concurso de chistes. Chicho Ibáñez Serrador pedía voluntarios que salieran al centro del plató y se atrevieran a contar algún chiste gracioso (si era verde, mejor). El que hubiera contado el más gracioso ganaba una cantidad de dinero que podía ser de hasta 50.000 pesetas.
Además de estos juegos que no se veían en pantalla, el público participaba en otros que sí eran vistos por los espectadores; por ejemplo, un miembro del público participaba en “La carrera del Chollo”, junto con los concursantes, también en “La raspadita competición Málaga”, pudiendo ganar un coche, o en los juegos de la faz más “hododosa” o del disfraz.
Pero no todo era agradable para el público de «Un, dos, tres...», porque Chicho a veces los sometía a auténticas “torturas”, como lanzarles arena, tinta china, tripas de pollo, etc.
Por todos es conocida la anécdota ocurrida durante la grabación del primer programa de «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!»; durante la actuación de Javier Sáenz, en el papel de “Simbad, el marino”, arrojaron al público restos de sardinas, lo que provocó la ira y el asco de gran parte de los allí congregados, que amenazaron incluso con abandonar el plató. La tensión llegó a ser tal, que Chicho dio orden a las chicas de figuración (vestidas de odaliscas) para que se pusieran su ropa normal para cubrir los huecos que pudieran dejar los que decidieran abandonar el plató. Afortunadamente, al final se calmaron los ánimos y nadie se marchó del estudio.
Salvo escasas excepciones como la anteriormente narrada, el público salía muy contento de su experiencia de haber vivido cómo se hacía por dentro el «Un, dos, tres...»; además, eran muy bien tratados por todo el equipo, que gustosamente se hacía fotos con ellos.
En las gradas del público no sólo se han sentado espectadores anónimos, sino también personalidades de todo tipo. Por ejemplo, el actor Valentín Tornos, ya enfermo, presenció en alguna ocasión la grabación del programa desde la grada en los programas de la segunda etapa en los que apareció el personaje de “don Cicuta”.
Unas semanas más tarde, en la grabación del programa dedicado a las Fallas, uno de los cables empezó a arder. El público no le dio más importancia ya que pensaba que formaba parte del espectáculo, dado que les habían avisado que esa noche ardería la falla del «Un, dos, tres...». Las caras de susto empezaron a aumentar cuando aparecieron los técnicos con los extintores para apagar el fuego.
Pero otra veces los sustos eran provocados por las bromas que preparaba Narciso Ibáñez Serrador, como la repetida de “sor Mariana de la Concepçao” o la de la pelea entre dos señores del público que resultaron ser actores especialistas; la escena fue tan real que muchas chicas del público sentadas a su vera se levantaron despavoridas.
Otra pelea hubo también en el último programa de la octava etapa, donde, por cierto, el público tuvo que estar todo el tiempo en bañador, ya que el programa se titulaba “Cerramos por vacaciones”; para que el público se abanicara con realismo, Chicho dio órdenes de que se pusiera la calefacción del plató bastante alta, por lo que el calor ese día de grabación fue considerable.
La lista de anécdotas relacionadas con el público podría ser interminable, pero concluiremos con tres relacionadas con los niños y los especiales de Navidad.
En el primer infantil de Navidad de toda la historia de «Un, dos, tres...», emitido el 1 de enero de 1973, Kiko Ledgard empezó a formular la pregunta a una de las parejas: “Segunda pregunta a la pareja de Bilbao... Lugares artificiales o naturales de donde mane agua o cualquier clase de líquido, como por ejemplo, un grifo. Un, dos... ¿qué te pasa, chaval? ¿Adónde vas?”. “Es que... (pss, pss, pss) ¿Puedo?”. “Claro, hijo, anda; pero vuelve pronto, no más, que a este paso no vamos a terminar nunca”. Y, claro, la reacción en cadena no se hizo esperar; después del chico, la chica, y después de la chica, varios compañeros del público.
En el especial de Navidad de la séptima etapa, Chicho quiso sorprender al público poniendo a Miriam Díaz-Aroca en el puesto de Jordi Estadella, para que por una noche ella llevara el peso del programa, ya que tenía experiencia con los niños después de haber presentado «Cajón desastre»; pero el verdadero desastre se produjo cuando se les preguntó a los niños si les gustaba la idea y —espontánea y sinceramente— contestaron que no; hubo que convencerles para que respondieran que sí, ya que el programa estaba ensayado para que Miriam presentara la subasta y Jordi la eliminatoria.
Y terminamos contando una anécdota del especial de Navidad de 1993; las azafatas iban vestidas con unos trajes de Papá Noel, pero con una falda corta acampanada. Los niños del público, jugando en una de las pausas de la grabación, hicieron que Alejandra Cano se tropezara dando de bruces contra el suelo y dejando al aire su trasero. |
Agradecemos a Cándido, a Aurora, a Jorge y a Juan las fotos que nos facilitaron |
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