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Cándido Martín fue concursante de «Un, dos, tres...» |
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Me llamo Cándido Martín, soy de Bilbao, aunque por motivos laborales resido en Madrid. Soy farmacéutico. Desde pequeño he sido un gran fan del «Un, dos, tres...». Participé como concursante en el tercer programa de la primera etapa de Jordi Estadella y Miriam Díaz-Aroca, dedicado a la Bolsa. Fue emitido el viernes 27 de septiembre de 1991.
Recuerdo que escribí la carta para participar antes de que aparecieran los anuncios en la televisión, ya que previamente una revista había publicado la dirección del concurso en una reseña pequeña. Metí mis datos y los de mi hermana. Yo entonces tenía 18 años, y mi hermana 19.
Una tarde de septiembre de 1991, estaba en mi casa, y mi madre me vino diciendo que me llamaban del programa «Un, dos, tres...». Yo no me lo podía ni creer. Cogí el teléfono, y la persona al otro lado de la línea se identificó como Paloma Cerezo, a la sazón secretaria del director del concurso. Me dijo que me llamaba para comunicarme que habíamos sido elegidos para participar. Habían leído mi carta y les había gustado. Yo había enviado unas fotos de maquetas de decorados del programa que hacía de pequeño con cartones. Paloma me dijo que habían gustado mucho mis fotos en la oficina de Chicho. Yo flipé. Me propuso participar en el segundo programa de la nueva etapa. Pero un primo se casaba en Toledo el mismo día de la grabación. Le “supliqué” que, por favor, me dejara participar en otro. Muy amable, Paloma me indicó que no había ningún problema.
Al cabo de unos días (que a mí se me hicieron eternos), Paloma me volvió a llamar. Me propuso participar en el tercer programa, dedicado a la Bolsa. Se emitiría el viernes 27 de septiembre y se grabaría dos días antes, es decir, el miércoles. Puso en marcha las gestiones de los billetes de avión para mi hermana y para mí. Me indicó la dirección del hotel donde nos alojaríamos las noches del martes al miércoles y del miércoles al jueves. Con relación a la grabación, me preguntó si mi hermana o yo teníamos enfermedades, si mi hermana estaba embarazada, etc. de cara a preparar una eliminatoria que no revistiera peligro. También me indicó que debíamos llevar a la grabación dos juegos de ropa idénticos, o muy parecidos, por si nos manchábamos en la eliminatoria. No debíamos llevar camisas con rayas, porque producen problemas en las cámaras.
Llegó el día. Mi hermana y yo cogimos el avión de Bilbao a Madrid el martes por la tarde. Un taxi nos llevó al hotel (no recuerdo el nombre), deshicimos el equipaje y quedamos para cenar con mis tíos y mis primos de Madrid que, por supuesto, estaban al tanto de la noticia. Una de mis primas iba a asistir como público a la grabación. Previamente yo se lo había dicho a Paloma y ésta se había encargado de enviarle las invitaciones, para ella y una amiga. Nos acostamos pronto ese día para descansar bien.
La furgoneta nos llevó entonces a los Estudios Buñuel. Recuerdo que a la entrada había aparcada una furgoneta con el logotipo del «Un, dos, tres...» escrito por todos los lados. No le di más importancia. ¡Y sí que debería haberlo hecho!, ya que uno de los regalos de la subasta que rechazamos eran tres coches de chatarra, que eran llevados al decorado con esa furgoneta, “arduamente arrastrada” por las secretarias.
Tuvimos que pasar los controles policiales de la entrada. Una vez dentro, Adela nos llevó por diversos pasillos. Aquello era enorme. En uno de ellos nos topamos con Chicho. Paloma le dijo que nosotros éramos los concursantes de ese día. Nos deseó suerte y se metió en un plató (supuse entonces que el del programa).
Luego fuimos al comedor de los Estudios Buñuel. En la cola coincidimos con Ángel Garó, quién nos saludó muy amablemente. Al terminar de comer, Adela nos llevó a unos camerinos. Antes de llegar a ellos, y a través de la escalera, pudimos ver cómo la gente que ese día asistía a la grabación como público esperaba en el piso inferior a que les dieran entrada al plató. En el camerino ya empezábamos a estar todos muy nerviosos. Las chicas se maquillaron, ¡porque llevaban ellas pinturas! Nadie las maquilló, y tampoco a nosotros los chicos. Nos lavamos la cara, los dientes... y Adela nos recogió de nuevo. Salimos del camerino. Los pasillos empezaban a ser un hervidero de gente: algunas de las secretarias (Carolina, Marta), vestidas con la chaqueta rosa “oficial” iban de un lado a otro.
Fernanda Hurtado, ya vestida de “derrochona”, también subía y bajaba sin dejar de sonreír y de gastar bromas. El público seguía agolpado a las puertas del plató en el piso inferior.
Nos llevaron a un despacho donde estaba Paloma Cerezo. Nos sentamos todos alrededor de una mesa con el objeto de firmar una especie de contratos en los que, fundamentalmente, se decía que los concursantes nos comprometíamos a llevarnos el regalo que nos correspondiese. No podría ser cambiado ni por dinero ni por otro regalo equivalente. Sí que teníamos derecho a renunciar al premio.
A las 15:30 aproximadamente bajamos al piso inferior. Nos metieron por una de las puertas de acceso al plató, recorrimos un pasillo muy estrecho y, finalmente, ante mis ojos aparecieron aquellas imágenes tantas veces vistas en la televisión: los enormes telones negros de fondo, el podium de los concursantes vacío, y perfectamente iluminado, un maremágnum de cámaras y cables. A la derecha las inmensas gradas, todavía vacías.
Nos subieron al podium. A mi hermana y a mí nos sentaron en el central, el de la pareja 2. Buf, aquello era demasié. No me acababa de creer el estar sentado allí. Todo era como un sueño. |
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Las fotos no corresponden con el
programa en el que concursó Cándido, sino que son meramente ilustrativas. |
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