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Críticas (positivas y negativas) |
Para terminar con esta sección dedicada a las críticas que ha recibido «Un, dos, tres...», vamos a recoger en esta página las denuncias que recibió por parte de asociaciones que no compartieron algunos de los sketches cómicos del programa, o las opiniones de espectadores alabando o criticando al concurso.
Laura de Campo escribió a un periódico para poner de manifiesto un error de los “súper-Cicutas”. Consideraba una distracción el que en un programa en que se pedían nombres de actores del cine universal rechazaran la contestación por haber dado el nombre de una conocida actriz, ya que no se aclara previamente el concepto y el actor es nombre genérico.
Por lo demás, la señora consideraba a «Un, dos, tres...» un programa bien dirigido, ameno y llevado con profesionalidad.
F. Gerhard Oliva criticaba en julio de 1972 el materialismo fomentado por el «Un, dos, tres...»:
Muy señor mío: le escribo la presente con el único deseo de analizar uno de los muchos espacios emitidos por TVE: «Un, dos, tres... responda otra vez». Este programa, según mi parecer, representa un peldaño más en el creciente auge del materialismo en nuestro país. Ya su misma concepción escénica denota un intento de suprimir tradicionales creencias y costumbres para erigir sobre una nueva base un tipo diferente de españolito: me refiero a la concreta situación en que se ha colocado a “don Cicuta” y sus secuaces. Este excéntrico y original personaje viene a representar con sus atavíos, con sus vehementes o enérgicas protestas, según el caso, la España del siglo pasado. En contraposición a él, nos topamos con un dinámico presentador, jocoso, acertado, rodeado y bien provisto de dinero, en fin, la típica figura del triunfador en la comunidad actual.
Al primero se le ridiculiza, se le desprestigia, es cubierto per una atmósfera constituida por una mescolanza de los siguientes conceptos: ancestralismo, avaricia y vacuidad. Al segundo, por el contrario, se le asigna el papel de popular. Con sus muestras de innegable generosidad se atrae a los telespectadores; es decir, viene a ser la meta a la que cada televidente debe aspirar.
De lo expuesto podemos deducir dos puntos muy interesantes y que por su magnitud merecen ser desmenuzados por partes:
1. La creciente aceptación del materialismo en los medios de comunicación.
2. La vigencia, todavía, del mito de las dos Españas.
Sobre el primer apartado nos resta añadir que a la plaga de anuncios publicitarios que asola nuestros hogares sin descanso, se le ha sumado la que resulta de pseudo-concursos como el que comento. Me resalta indignante tal parodia. La sociedad de consumo avanza inexorable, ataca a la naturaleza, masifica al hombre, lo esclaviza a productos artificiales, etcétera. (...).
José Ignacio López Lorenzo y María Isabel López Tabuenca, concursantes del programa, escribieron a un periódico en contrarréplica a una crítica escrita por Carlos Marimón:
Muy señor mío: Remito la presente con ruego de publicación en contestación a la crítica de don Carlos Marimón de fecha 14 de julio de su prestigioso diario. Mi hija y yo somos concursantes de la semana pasada en el programa de TVE «Un, dos, tres... responda otra vez», y nos gustaría saber si don Carlos Marimón ha asistido alguna vez a la grabación del referido programa, cosa que dudo.
En primer lugar, este programa no es en directo como cree el público, sino que es grabado con anterioridad a su emisión durante cuatro largas horas, donde a los concursantes les hacen preguntas que una vez puestos a contestarlas dan la señal de ¡cortenl ¿Motivos? Pues porque las preguntas favorecen a ciertos organismos oficiales, otras porque son demasiado fáciles y las más por algún fallo técnico. En resumen, que para lo que al espectador representa tres o cuatro minutos de estar en antena los concursantes, para estos últimos supone más de media hora entre cortes, intervalos y respuestas, de estar en tensión.
Esto justifica los nervios que el señor Marimón dice «que Kiko con su verbo trata de disfrazar». Si el señor Marimón hubiera estado presente en la grabación del programa creo que no sólo disfrazaría, sino que perdonaría los fallos más elementales, cosa que el personal de TV comprende.
Por otra parte, en lo que le refiere a la falta de cultura a la que alude dicho señor, se ha de pensar que se trata de un programa hecho y creado para la masa y en el cual hasta los más pequeños de la familia pueden participar, pues para genios ya hay otros programas más especializados.
Yo rogaría a este señor que antes de lanzar una crítica, confeccionada desde eI sillón de su despacho, asistiera a la grabación del programa.
Esperando sea publicada esta carta y quedando a disposición del señor Marimón para cuantas aclaraciones desee, les saludan atentamente.
Nelsy Chelala escribió a un periódico una queja tras el programa dedicado a las Islas Canarias de la segunda etapa, emitido el 3 de septiembre de 1976; decía esta espectadora:
Señor director: tengo que manifestar mi más profunda indignación ante un lamentable hecho recientemente ocurrido: me estoy refiriendo al programa «Un, dos, tres...» dedicado a Canarias.
En él se dio la paradoja de que el primer premio procedía de una empresa netamente extranjera establecida en esta isla. Tenemos que reconocer que en principio no parece correcto que un primer premio, un segundo o un tercero lo ofrezca una empresa extranjera de las numerosísimas que desgraciadamente existen en nuestro archipiélago, pero mucho peor es que aquí existen algunas, pocas, muy pocas, que han sido labradas con capital canario ciento por ciento, y que a pesar de una competencia muchas veces desleal, triunfan plenamente, y no se les ha invitado siquiera a participar. [...].
Bernardo Coronado escribió una “Carta al director” de Telerradio para quejarse de la labor de los “Súper tacañones” en estos términos:
Señor director: No pongo en duda la capacidad del jurado de la citada emisión [se refiere a «Un, dos, tres...»] para arbitrar si las contestaciones de los concursantes son o no correctas. Pero haría bien el señor Ibáñez Serrador en supervisar su labor y lo mismo que hace “improvisar” al señor Sempson sus ingeniosos versitos de reconvención a los equivocados, debería pasar por la “moviola” los posibles errores arbitrales [...]. Lo que no se puede es descalificar a unos concursantes que aciertan y no descalificar a otros que se equivocan. De este modo, son muchos los puntos que pierde la barroca y popular emisión a los ojos de muchos espectadores caseros.
La pareja de maestros que concurrió a la emisión del viernes 10 de diciembre y que sabían más de ríos que don Pedro de Lorenzo [...], fue descalificada por decir que el Guadalquivir desemboca en el Atlántico. Los ruidosos y aspaventeros “Tacañones” hicieron sonar sus cencerros y matracas y la preparada pareja [...] no tuvo la entereza suficiente para impugnar tan injusta decisión [...].
En cambio, se deja seguir adelante a la pareja a la que se pregunta qué formas puede adoptar el agua en la superficie terrestre y después de citar los ríos y los torrentes y cascadas (que no son formas en sí, sino accidentes de los propios ríos) añadieron las aguas subterráneas. No hace falta ser muy “leído” para comprender que éstas no son superficiales.
Varios grupos navarros se negaron a participar en el programa dedicado a la feria del toro (1 de julio de 1977) por considerar que se iba a ridiculizar el encierro y la fiesta típica de San Fermín; de hecho, uno de los grupos manifestó que no haría un simulacro de la calle de la Estafeta ante un muñeco de cartón.
J. Santacana criticaba uno de los premios de la subasta del último programa de la segunda etapa de «Un, dos, tres... responda otra vez»:
Señor Director: En varios programas de TVE «Un, dos, tres... responda otra vez » se han ofrecido como premios oro (concretamente en el último que cerraba el presente ciclo, un kilo) y brillantes, artículos que siendo de funcionalidad nula prácticamente no se producen en España. No logro entender cómo en la delicada situación económica que se está atravesando, el principal medio de difusión estatal y en el programa, según los propios realizadores, de más audiencia, se pueden ofrecer tales artículos con la consiguiente propaganda que de ello se deriva. ¿Qué diferencia hay, por ejemplo, entre ingresar medio millón de pesetas en un banco suizo o guardar un lingote de igual valor en casa? En ambos casos es evidente que la economía nacional no podría soportar el desembolso en divisas si una parte importante de la población decidiera invertir de tal manera. Aparte de las consideraciones anteriores, ¿no se infringe con ello las disposiciones vigentes sobre protección de la industria nacional que han de respetar los servicios públicos, monopolios, etcétera? ¿Acaso no hay suficiente variedad de artículos producidos dentro del país que puedan constituirse en codiciados premios, que tenga que recurrirse a la importación?
Julián Illa Gil manifestaba en un periódico su indignación por las pocas respuestas dadas por los concursantes en uno de los primeros programas de la tercera etapa, titulando su carta «Un, dos, tres... no responda otra vez»:
Señor director: Hace unas noches me senté, relajado, con la intención de contemplar ese juego-espectáculo televisivo, que nos brinda Chicho Ibáñez Serrador, llamado «Un, dos, tres... responda otra vez». El programa estuvo, como siempre, bien dirigido y, sobre todo, en su segunda parte, distraído, objetivo que obviamente persigue.
Pero es de la actuación de los concursantes de lo que deseo opinar. Dos de las parejas concursantes (porque la pareja ganadora hizo gala de suficientes conocimientos), dos parejas de “universitarios españoles” no supieron responder a casi nada y sólo por poner un ejemplo la pregunta sobre los libros de la Biblia, poniéndoles de ejemplo «El Cantar de los Cantares», sólo supieron contestar «el Génesis», dejando pasar un bochornoso silencio de un minuto, rematando la faena en el último segundo respondiendo: ¿el libro de los Santos? La otra pareja, a la pregunta sobre cuadros de Velázquez o Goya y con el consabido ejemplo de «La maja desnuda», sólo respondieron «Los mendigos», a todas luces inexacta. No deseo sacar conclusiones de esa “espléndida forma cultural”. Así nos luce el pelo.
Se quejaba Santiago Romero de la degradación de «Un, dos, tres...» allá por abril de 1983:
Señor director: El otro día pudimos contemplar la degradación de «Un, dos, tres...», programa-concurso de TVE, que en su primera época de emisión, hace unos años, adquirió gran aceptación por parte del público. Lo triste es que ahora este programa ha tomado unos cauces soeces e indignos, y ello impide que el televidente pueda tranquilamente ver uno de los programas que hasta hace poco tiempo se consideraban programas dignos. Y la indignación no puede ser mayor si tenemos en cuenta que el programa al que me refiero, era seguido con interés y entusiasmo por una mayoría de público infantil, ya que últimamente y debido a la monotonía del mencionado programa, carecía ya del interés del público adulto. El cambio de TVE se ha producido, sí, pero de qué forma.
A mediados de 1983, Narciso Ibáñez Serrador decidió retirar del «Un, dos, tres...» el personaje de “la Loli”, que hacía Beatriz Carvajal, ya que numerosos padres de niños tartamudos habían escrito a Chicho para manifestar que dicho personaje provocaba en los niños introversión y, por añadidura, rechazo al programa. Además, TVE retiró dos anuncios; en uno de ellos aparecía Beatriz Carvajal en el papel de “la Loli”, y en el otro un tartamudo anunciaba un insecticida.
APITA (la asociación para la promoción e integración del tartamudo) lo explicó de esta manera en una “carta al director” publicada en diversos medios:
En relación con las noticias aparecidas en la prensa y otras publicaciones, donde el director del programa «Un, dos, tres...», señor Ibáñez Serrador, manifiesta que la razón de hacer desaparecer el personaje de “la Loli” se debía a que una madre fue a su casa con un niño tartamudo que se había negado a hablar por temor a que se rieran de él, ya que le llamaban “la Pelos” o “la Loli”, nos vemos obligados a matizar, en aras de una más correcta información, los siguientes puntos: fue la Asociación para la Promoción e Integración del Tartamudo (APITA) quien, basándose en el efecto negativo de las reiteradas intervenciones por parte de la actriz Beatriz Carvajal en el mencionado programa, ridiculizando la ‘graciosa’ manera de hablar del tartamudo, se dirigió al director general de RTVE, don José María Calviño. El señor Calviño comprendió perfectamente y atendió nuestra petición, enviándole una nota urgente al director del programa «Un, dos, tres...», don Narciso Ibáñez Serrador, quien se puso en contacto con nuestra asociación para encontrar una solución al problema por nosotros planteado.
En el transcurso de la conversación se pensó que la solución más idónea era indicar someramente las pautas de tratamiento para la curación del personaje, siendo nuestro director técnico y logoterapeuta, don José Nicolás Caño, quien le suministró toda la información necesaria.
En consecuencia, estimamos que las noticias facilitadas por el señor Ibáñez Serrador no corresponden a la realidad. Desconocemos si alguna madre fue a casa del señor Ibáñez con un niño que se había negado a hablar por los motivos expuestos y si ha recibido cartas de otras madres con niños tartamudos, mas no podemos creer que ésta fuera la causa de que decidiera prescindir del personaje de “la Loli”.
La retirada del anuncio de “la Loli” de TVE también ha sido a requerimiento de APITA.
Tras la supresión del personaje de “la Loli” hubo reacciones de los espectadores, como la de José Luis Rodríguez:
En julio de 1983, a raíz de la emisión del programa dedicado a la música, José Manuel Estébanez, un ciudadano asturiano, escribía la siguiente queja en la sección “Cartas al director” de un periódico de tirada nacional:
Quiero hacer llegar a la opinión pública el malestar que los asturianos sentimos cuando se hace uso indebido de la canción “Asturias, patria querida”. Estamos ya hartos de que cuando se necesite dar la imagen de borrachos, cuando se va de excursión, cuando hay que resaltar un jolgorio, etcétera, se acuda siempre a la misma canción. Pero lo que ya no se puede admitir de modo alguno es que se fomente o se provoque la hilaridad colectiva, tal y como sucedió el viernes día 15 del presente mes de julio en el programa de Televisión Española «Un, dos, tres...» que dirige el señor Ibáñez Serrador, donde dentro de un juego se pide al público que cante la canción.
¿Cuándo se darán cuenta algunas personas que no es una canción, que es el himno del Principado de Asturias y no puede ni debe cantarse, mejor dicho, usarse a la ligera? [...].
José Luis Parra se quejó con una “Carta al director” de la eliminatoria del programa dedicado al zoo (27 de septiembre de 1983):
Señor director: Escribo esta carta esperando que sea publicada para expresar mi más indignada protesta por la eliminatoria del programa «Un, dos, tres...» del pasado viernes, día 27, que constituyó todo un ejemplo de crueldad para con los animales, ya que se trató como objetos a gallinas y no como los seres vivos sensibles que son, lo cual ya es bastante negativo en sí mismo, pero aún lo es más si tenemos en cuenta que el citado programa tiene una gran parte de su audiencia entre los niños, a los que hay que educar (sobretodo con el ejemplo) en el amor y respeto a la Naturaleza y en especial a todo lo vivo.
Mari Ángeles Pérez y veintiséis compañeros más, estudiantes de Formación Profesional, se quejaban en octubre de 1983 de que «Un, dos, tres...» hubiera dedicado un programa a los estudiantes, pero centrándose en los de B.U.P.:
El pasado viernes, día 21, a las nueve de la noche, el programa concurso «Un, dos, tres...» se dedicó a los chicos y chicas españoles de 14 a 18 años, refiriéndose nada más a los que estudian BUP, creyendo o haciendo creer que son los únicos jóvenes que estudian en España, sin referirse a los que estudiamos Formación Profesional (FP). Nosotros, estudiantes de primero de Administrativo de Formación Profesional criticamos a la dirección del concurso por no referirse a todos los jóvenes de España, estudien FP o BUP. Una televisión privada podría hacer un programa marginando a quien le apetezca, pero no puede hacer lo mismo una televisión pública pagada en parte por todos los españoles.
Desconocían estos comunicantes que Chicho Ibáñez Serrador tenía la intención de hacer un especial con estudiantes de F.P. un mes después de aquel especial dedicado a B.U.P.
En el programa dedicado al mundo del bebé (11 de noviembre de 1983), uno de los artistas invitados fue el hipnotizador Markus. A raíz de su intervención la Asociación de Espectadores de Televisión publicó la siguiente nota:
En el programa «Un, dos, tres...» del pasado viernes se produjeron unos hechos que, a juicio de nuestra Comisión asesora médica, pueden ser considerados atentatorios a la dignidad y a la salud psíquica de la persona. Nos referimos primeramente a la hipnosis, aparentemente auténtica, a que fue sometido un grupo de jóvenes. La práctica hipnótica suele provocar una quiebra de la integridad psicológica, una rotura mental, que en nada beneficia al desarrollo de la persona y que representa un trauma nocivo para la salud psíquica, sobretodo en menores de edad. Por lo tanto, debe quedar reservada al tratamiento puramente terapéutico y no ser nunca trivializada como una diversión en un espectáculo en el que, por añadidura, se ridiculiza al sujeto y se degradan las relaciones humanas al utilizar un influjo personal de forma negativa.
Lamentamos tener que señalar estos tropiezos en un programa tan popular, cuyo realizador merece, por todos los conceptos, admiración y aplauso.
En noviembre de 1983, Miguel Rodríguez y Jesús Monterde, dos carteros, pusieron de manifiesto un error que se produjo durante la tanda de preguntas de uno los programas de la tercera etapa:
En una emisión del programa «Un, dos, tres...», de TVE, una de las preguntas que les correspondió a los concursantes era “citar nombres de objetos que se pueden encontrar en una oficina de Correos”. Entre las respuestas, uno de los objetos ciados fue “un empleado”. El programa siguió, contabilizándose como válida dicha respuesta. A falta de otra consideración, nos quitamos la gorra ante la demostración de amplia cultura que dieron los responsables del alienante programa.
Mari Carmen Grosso, una madre de familia, escribía en noviembre de 1984 una carta a un periódico agradeciendo la emisión del programa «Un, dos, tres...»:
Señor director: Quiero agradecer a Chicho Ibáñez el buen rato que nos hizo pasar a mis hijos (seis y tres años) y a nosotros, sus padres, el pasado viernes viendo su primer programa de esta etapa del «Un, dos, tres...». Al fin pudimos cenar juntos, viendo la tele sin pasar vergüenza y sin tener que mandar niños a la cama. De momento, tenemos la velada de los viernes asegurada. ¡No nos falles, Chicho! Y, de nuevo, gracias.
F. Pérez, un lector de la revista Tele-Indiscreta, pedía la vuelta de «Un, dos, tres...» poco después de que terminara la cuarta etapa:
Saludo a todas aquellas personas que han comprado esta revista y ahora me están leyendo. Escribo para opinar sobre la desaparición del programa «Un, dos, tres...». Me parecía un espacio muy acertado y con mucha aceptación popular y creo que tendría que volver.
A pesar de esto y de que me gustaba mucho, tengo que decir que en los últimos tiempos había empeorado un poco. Había menos ilusión y menos ganas de jugar, estaba peor dirigido y los decorados eran menos espectaculares y bonitos que antes. Tampoco me pareció bien en su día que echaran a Raúl Sénder. A mí me encantaba. De todas maneras, creo que era uno de los mejores espacios de la tele.
El programa dedicado al Mercado Común (24 de enero de 1986) generó la siguiente queja por parte de Carmen Rodríguez:
Los desmanes del programa de TVE «Un, dos, tres...» llegaron a su máximo esplendor con la reciente emisión en la que aparecían las “niñas” de Chicho Ibáñez Serrador vestidas de prostitutas (eso sí, con modelo francés y farola incluida) cantando sobre el trabajo que las mujeres españolas podemos desempeñar en Europa. Es lamentable que en opinión del ‘señor’ Ibáñez Serrador, nuestras posibilidades de trabajo sólo se reduzcan a lo que él mostró en TVE y que los ‘señores’ que dirigen el Ente Público consientan que lo divulgue. No creemos que en ningún país de la Comunidad Europea la televisión pública o privada se permita menospreciar tanto a la mujer como en la nuestra.
Después de que se suprimiera el personaje de “la Loli” en mayo de 1983, Beatriz Carvajal volvió a representarlo en el programa dedicado a la mujer y la belleza (7 de febrero de 1986), en un sketch compartido con Raúl Sénder en el papel de “Moyra”, lo que provocó la indignación de los responsables de APITA, la asociación para la promoción e integración del tartamudo.
El pasado viernes día 7, cuando me encontraba delante del televisor viendo el popular programa «Un, dos, tres...», al aparecer en pantalla la actriz Beatriz Carvajal con su resucitado personaje de “la Loli”, quedé perplejo e indignado, llegando a pensar que don José María Calviño ya no era el director general del Ente Público y que el señor Ibáñez Serrador se había tomado la revancha contra los inocentes niños que adolecen de tartamudez. Hace casi tres años, la Asociación para la Promoción e Integración del Tartamudo (APITA), de la cual yo era su presidente, fue quien, basándose en el efecto negativo que las reiteradas intervenciones por parte de la mencionada actriz en ese mismo programa, ridiculizando la ‘graciosa’ manera de hablar del tartamudo, venía produciendo en los niños, a los cuales se les venía acentuando su tartamudez debido a la bufa de sus compañeros, se dirigió a don José María Calviño, director de RTVE. El gran número de cartas que recibimos por parte de padres y profesores de niños tartamudos probaba sobradamente lo dicho.
El señor Calviño comprendió perfectamente y atendió nuestra petición, enviándole una nota urgente al director del programa «Un, dos, tres...», don Narciso Ibáñez Serrador, quien se puso en contacto con nuestra asociación para encontrar una solución al problema por nosotros planteado. Llegamos a la conclusión de que la solución más idónea era indicar someramente las pautas de tratamiento para la curación del personaje, siendo nuestro director técnico y logoterapeuta, don José Nicolás Caño Díaz, quien le suministró toda la información necesaria.
Como expertos y conocedores del tema, suplicamos al señor Ibáñez Serrador, en nombre del 1’5 % de la población de este país, que, afectada de este problema, se ve sometida a la humillación por parte de una sociedad que ignora los porqués de este defecto del lenguaje, que entierre para siempre el personaje de “la Loli”.
Un estudiante de COU que se declaraba “no asiduo seguidor de «Un, dos, tres...»”, escribió a un periódico la siguiente carta:
Señor director: Me dirijo a usted por no estar de acuerdo en absoluto con la forma de desarrollarse uno de los programas de televisión.
La crítica fundamental se basa en el mal humor, o mejor dicho, en el humor macabro que se refleja en él. Por ejemplo, la forma en que se interpretaron y expusieron chistes sobre la Virgen de Monserrat o, concretamente, los chistes “médicos” que últimamente se hicieron. No cabe duda que podemos enjuiciar otros ejemplos del llamado «Un, dos, tres... responda otra vez», pero los expuestos ya son lo suficientemente claros.
Viendo este programa, ¿no habría quien pensara que España es un país subdesarrollado? Como yo no considero a España un país de este tipo, no comprendo que un programa como éste se pueda concebir en nuestra televisión.
Con motivo del estreno de la sexta etapa de «Un, dos, tres...» y su traslado al lunes, se recibieron muchas “cartas al director” suscritas por niños en las que se quejaban del nuevo día de emisión. Por ejemplo, María González escribía esto:
Soy una niña asturiana y quería hablarle sobre el programa de televisión «Un, dos, tres...». No me parece bien que se emita los lunes por la noche. Miles de niños como yo no podrán ver el programa, que tanto nos gusta, porque al día siguiente tenemos que ir al colegio. Muchos padres grabarán el programa a sus hijos en el vídeo, pero ¿y los que no tienen vídeo?
En la misma línea se manifestaban Natalia y Gabriela:
Le enviamos una carta que dedicamos a Pilar Miró, directora general de RTVE. Somos un grupo de niñas de 10 años de edad. Lamentamos decirle que su decisión de poner el programa «Un, dos, tres...» los lunes, y a las 21.30 h., nos ha disgustado mucho (aunque aquí en Canarias empieza a las 20.30), y aquí le exponemos nuestras razones:
1) El lunes es el primer día lectivo después de un fin de semana, por lo cual la gente está cansada y desea acostarse temprano y no podría ver el programa.
2) El martes, la gente se levanta pronto para ir al trabajo, y a nosotros los niños no nos dejarían ver el programa.
3) El viernes es el día adecuado para poner un programa a esa hora, y así lo podrán ver niños y mayores, ya que al día siguiente no hay que trabajar.
Por todas estas causas, le pedimos que cambie el «Un, dos, tres...» al viernes.
A Mercedes Torres le indignó la emisión dedicada al erotismo (27 de abril de 1987) y mandó esta “carta al director” de uno de los principales diarios nacionales:
Mi carta obedece a la indignación que me produjo la emisión del programa «Un, dos, tres...» del 27 de abril, dedicado al tema del erotismo. Se realizó de una manera sectaria, ofreciendo sólo la imagen erótica de la mujer, como si únicamente estuviese dedicado a la audiencia masculina.
Mientras en otros países hay ya espectáculos de “strip-tease” masculino, en programas como éste, con un enfoque tan machista, no se insinúa otro erotismo que no sea el femenino. Creo recordar que en etapas anteriores del «Un, dos, tres...» Mayra Gómez Kemp había dicho que el programa era algo feminista. Afirmaciones como ésa y programas como el citado entran en contradicción. Así que una crítica para Narciso Ibáñez Serrador y su ya tan visto programa. Y una felicitación a Rosa María Sardá por su programa del pasado 29 de abril, también dedicado al erotismo, pero con otra perspectiva muy distinta. Se nota que lo dirigió una mujer.
Josefina Bedia, viuda del legendario ciclista cántabro Vicente Trueba, fallecido en noviembre de 1986, logró que el apodo con que era conocido el primer vencedor español del premio de la montaña en el Tour de Francia, “la Pulga de Torrelavega”, no sea utilizado por Juan Rosa, del “dúo Sacapuntas” en el «Un, dos, tres...». Bedia se dirigió a Chicho Ibáñez Serrador expresándole su malestar, y en el mismo sentido lo hizo el alcalde de la ciudad de Torrelavega, José Gutiérrez Portilla. Ibáñez Serrador se disculpó por desconocer a quién correspondía el sobrenombre con que Henry Desgranges, el creador del Tour, distinguió al español Vicente Trueba tras su clamoroso triunfo en los años treinta, y ha decidido que el personaje se llame a partir de ahora “la Pulga de Torremolinos”.
Alejandrina Mora escribió una carta a un periódico corrigiendo una pregunta del programa dedicado al Antiguo Testamento (14 de septiembre de 1987):
Señor director: En la retransmisión del programa «Un, dos, tres...» del día 14, dedicado al tema del Antiguo Testamento, dieron por nula las hermanas Hurtado la respuesta de un concursante que dio el nombre de María, como correspondiente al Antiguo Testamento, lo cual era correcto, pues María fue hermana de Moisés y Aarón, y fue castigada con lepra por hablar en contra de su hermano (Libro de los Números, capítulo 12).
Deberían tener más cuidado las señoritas Hurtado en sus censuras y procurar estar documentadas sobre los temas, para no perjudicar a los concursantes.
En una conocida revista del corazón, la espectadora Clara Jiménez escribió estas palabras de admiración hacia Chicho:
Desde que se emitió la primera etapa del programa «Un, dos, tres...», hace ya veinte años, si mal no recuerdo, no me he perdido ni un solo espacio. Esta nueva temporada también la estoy siguiendo fielmente, pues me encanta. Por eso quiero dar mi más sincera enhorabuena a Chicho Ibáñez Serrador, un mago de la televisión. Aprovecho también para felicitar a sus dos presentadores, Miriam Díaz-Aroca y Jordi Estadella, que a mi juicio lo están haciendo muy bien.
Un espectador de la provincia de Toledo se quejaba de lo siguiente:
Me pregunto por qué en todos los concursos de las televisiones, tanto públicas como privadas, y especialmente en «El precio justo» y en «Un, dos, tres...» nunca he visto salir a nadie de Toledo. Siempre son los andaluces y catalanes los que más salen en todos ellos. Creo que debería participar gente de otros sitios de España.
A Consuelo Espinosa le pareció un acierto que Fedra Lorente se reincorporara al elenco de «Un, dos, tres...» en la octava etapa:
Aprovecho esta sección para felicitar a Fedra Lorente por su vuelta al «Un, dos, tres...». También me gustaría dar la enhorabuena al creador del programa, Chicho Ibáñez Serrador. Creo que sólo un genio como él puede realizar un programa tan ameno como éste, que a pesar del paso de los años sigue teniendo tanto éxito como el primer día. Desde siempre soy una fiel seguidora, ya que gracias al «Un, dos, tres...» paso un rato muy entretenido.
Álvaro López se reconocía fiel seguidor de María Abradelo:
Soy un fan del programa «Un, dos, tres...» y sobre todo de la azafata María Abradelo. Creo que es una gran profesional, ya que canta estupendamente, como hemos podido escuchar en sus números. También baila muy bien y encima es muy guapa y simpática. La considero, en definitiva, toda una mujer diez.
El estreno de «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» provocó reacciones de espectadores, que escribieron a algunos periódicos. Por ejemplo, Ana Luisa comentaba lo siguiente:
Soy una ciudadana que ha ido adquiriendo la sana costumbre de defenderse del insulto televisivo optando por ver diariamente lo mínimo o nada la televisión. Aun así (lo hago muy de vez en cuando para no convertirme del todo en marciana), el viernes pasado me propuse una purga: ver íntegramente el refrito añejo con el que don Chicho pretende (o eso es lo que dice) fomentar la lectura. Lo cierto es que esta dato me hacía abrigar una mínima esperanza.
Conclusión: permítame, señor Ibáñez Serrador, que dude muy mucho de sus intenciones, porque con este programa se erige usted en el más alto mando y mejor representante de las brigadas “Fahrenheit 451”. En mi biblioteca, la obra “Las mil y una noches” ocupa tres gruesos tomos de papel biblia. ¿Pretende usted hacer creer a los espectadores que alguien se puede llamar “lector” por estudiarse (que no leer) como un loro un librucho castrado adquirido en el quiosco de la esquina?
No contento con ello, dedica además todo su programa a utilizar el nombre de la literatura de la manera más baja con el fin de montar un espectáculo chabacano y vergonzoso que, sin duda, lo que sí fomenta es ¡aún más! la fiebre del poder adquisitivo y el consumo. Señor Serrador, por favor, deje ya la maltrecha literatura en paz. Si tanto le interesa la letra impresa, y puestos a seguir fomentando la telebasura, ¿no le daría lo mismo tomar como eje del programa la prensa del corazón?
La revista El Semanal TV publicó esta carta escrita por José:
Ha vuelto a escena el programa más emblemático de la televisión, «Un, dos, tres...». Con el regreso de este espacio queda patente que la televisión ha cubierto el cupo de creatividad que tiene y que la máquina de creación de nuevas ideas está quemada, por lo que hay que sacar del baúl de los recuerdos programas del pasado.
A lo que José Javier Esparza, crítico especializado, contestó:
Es verdad que el recurso a viejos formatos da testimonio del poco campo libre que hay para la creatividad en la televisión presente. Esto se debe, sobretodo, a que la creatividad cuesta dinero, y eso, dinero, es justamente lo único que busca la actual televisión. [...]. En ésas, va Chicho, vuelve con «Un, dos, tres...» y resulta que arrasa, lo cual no deja de ser una bofetada en el carrillo de quienes nos han estado llenando de inmundicia la pantalla en el último par de años.
Ahora bien, aquí hay que evitar, a mi juicio, dos posibles injusticias. La primera es pensar que hoy la gente de la televisión ya no es capaz de hacer cosas decentes; eso no es verdad, y basta pensar en los esfuerzos de las casas que hacen series de ficción. [...].
Y la segunda injusticia de la que hay que huir consiste en pensar que un formato veterano, por ser viejo, es malo: al contrario, si «Un, dos, tres...» ha vuelto con éxito es porque el formato es bueno y bastan unos pocos retoques para reactualizarlo. [...].
Gorka Bolea, desde Navarra, consideró que Llum Barrera ridiculizaba a los hombres:
Las intervenciones de Llum Barrera en «Un, dos, tres...» me parecen lamentables, ya que se dedica a ridiculizar la inteligencia masculina. Cuando un hombre hace chistes sobre las mujeres, todas las asociaciones feministas se quejan, pero si Llum se mete con el intelecto masculino, ¿qué pasa?, ¿nos tenemos que reír todos?
Ana Cañas escribió a una revista especializada de televisión quejándose del exceso publicitario en «Un, dos, tres...»:
«Un, dos, tres...» sería mucho mejor si dejaran de meter tanta publicidad, le quitan la esencia y ¡no hay quien aguante hasta el final!
A Miguel Herrero le publicaron también una carta en la revista El Semanal TV, en la que felicitaba a Chicho y su equipo:
Quiero felicitar a Chicho Ibáñez Serrador por la excelente labor que está realizando «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!», un clásico de TVE, avalado por el prestigio de tres décadas de recuerdos. Las coreografías de las azafatas, un presentador renovado y una Ruperta cantarina, entre otros, nos acercan al mundo de los libros.
José Javier Esparza le contestó diciendo:
El retorno de «Un, dos, tres...» ha dado mucho de sí. Su inmediato éxito de audiencia dejó a la gente pasmada y provocó una catarata de admirados comentarios. Después, su progresiva pérdida de espectadores ha hecho que muchas opiniones giren en sentido inverso. Tampoco falta quien ha reprochado al programa que no cumpla su objetivo, a saber, fomentar la lectura. El éxito inicial era producto de la novedad; de lo que se trataba era de mantener el impulso cuando la audiencia descendiera hasta poco más de tres millones de espectadores —lo cual ha ocurrido— y, en cualquier caso, el programa se justifica por el empeño de difundir el hábito lector.
Sobre este último punto tampoco hay que pedir peras al olmo: sería ridículo pretender que los españoles, súbitamente, lean más gracias a Chicho. Me parece que ya hay bastante con que un público muy amplio y considerablemente alérgico a la letra impresa descubra la existencia y, sobretodo, la vigencia de Salgari, Stevenson o Poe; el paso siguiente lo tiene que dar el propio público. En líneas generales, nuestro corresponsal tiene razón: hay motivos de sobra para estar satisfecho con «Un, dos, tres...», aunque hay cosas que yo cambiaría. Es un buen programa y está cumpliendo una buena función. Nunca faltará quien quiera desahogar su mediocridad censurando al viejo maestro. Pero la historia de la injusticia es tan vieja como la Humanidad. Eso también está en los libros.
La Asociación Parkinson de Madrid se dirigió al Consejo de Administración de RTVE para exigir una disculpa pública ante lo que consideran la ridiculización a la que fueron sometidos los enfermos de parkinson en el programa «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» dedicado a “El retrato de Dorian Gray”, en el que un humorista afirmaba tener problemas de temblor debido a que padecía la enfermedad de parkinson, broma que se repitió a lo largo del programa en varias ocasiones.
Recordada es también la queja que la Fundación ALPE de Acondroplasia y la Asociación Crecer presentaron ante del Defensor del Pueblo por el gag cómico en el que intervenían los actores Melvi Díaz y José Libardo, y que acabó suprimiendo los personajes de “Tati y Quieti”.
Finalmente, vamos a destacar una carta que le publicaron a Gema Mena en El Semanal TV, en la que se quejaba del uso del cuerpo femenino como reclamo:
Me parece indignante que en los tiempos que corren tengamos que ver programas como «¿Hay trato?» o «Un, dos, tres...», en los que aparece un elegante presentador, rodeado de azafatas esqueléticas y medio desnudas que, además, hacen bailes sensuales sin venir a cuento. Un poco más de respeto a los espectadores.
José Javier Esparza le contestó diciendo:
A priori, supongo que el público femenino encontrará estas cosas menos estimulantes que el público masculino. Pero la cuestión de fondo, la que nuestra corresponsal plantea, es la función de esas escenificaciones del reclamo sexual como parte de los espectáculos televisivos y, sobretodo, su calificación moral. [...].
Este tipo de recursos se ha hecho omnipresente. Y no sólo mediante la exhibición de cuerpos deseables, sino también a través de la invocación de argumentos sexuales, como se ve en las tertulias-gallinero que abarrotan la tarde televisiva. Es sólo comercio. Pero funciona. Como tampoco estoy libre de pecado, no tiraré la primera piedra. Lo que no termino de ver es esa alusión a “los tiempos que corren”. Precisamente es en los tiempos que corren cuando la cultura social ha terminado de desnudar al cuerpo, y no sólo al femenino, sino también al masculino. La televisión ha sido la principal protagonista de este proceso de universal despelote, al tiempo que caían los tabúes morales sobre el cuerpo y su comercio. Digo “comercio”, y no “libertad”, porque aquí no se trata de la libre manifestación del cuerpo, sino de la simple exhibición de la anatomía para vender mejor un espectáculo. [...]. Queda la opción de no comprar el producto, pero me temo que las cosas no van a cambiar. Al revés.
Lógicamente, es imposible recoger en estas páginas todas las críticas que se escribieron sobre «Un, dos, tres...», pero hemos querido recopilar algunas de ellas —tanto positivas como negativas—, para dejar constancia que el programa nunca dejó indiferente a nadie. |
Agradecemos a Jorge, a Miguel, a
Rodrigo, a Cándido y a Antonio su colaboración en la elaboración de esta sección |
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