Crónica de la quedada
“40 aniversario de «Un, dos, tres...»”

Llevábamos mucho tiempo esperando que llegara el sábado 28 de abril, y al fin había llegado. Todos teníamos muchas ilusiones puestas en este encuentro; todos sabíamos que habría sorpresas; pero nadie podía sospechar lo que íbamos a vivir esa tarde.

Reconozco que escribir esta crónica de la quedada es lo que más me ha costado desde que lanzamos al aire la web, porque no sabía cómo enfocar el relato. Creo que lo haré narrando las experiencias que yo viví, aunque he de admitir que el sábado estuve viviendo un sueño y me costó estar concentrado pendiente de todo para narrar en esta crónica todo lo que ocurrió.

Así que, dado que no puedo ser objetivo, seré lo más subjetivo posible.

Por no remontarme muy lejos, empezaré narrando mi llegada al hotel. Lo hice acompañado de David Blanco, con el que había pasado toda la tarde visitando la exposición de los Estudios Moro y tomando una cerveza —desde aquí le agradezco su compañía y su amena conversación—; ya en la puerta del Tryp Ambassador me encontré con uno de los artífices de la quedada: Miguel Muñoz. Le vi fumando y bromeé con él diciéndole que no fumara. “No lo puedo evitar, estoy muy nervioso. ¡No sabes quién hay dentro!”.

En ese momento apareció ante mi vista Alejandro Ibáñez. “Anda, el hijo de Chicho ha venido”.

“Sí, Antonio, acompañando a su padre”, me contestó Miguel. ¡Primera sorpresa de la tarde! El creador de «Un, dos, tres…» quiso acompañarnos en la celebración del 40 aniversario. ¡Vaya regalazo! Entendía los nervios de Miguel… Es más, yo no fumo, pero seguro que me hubiera encendido un cigarro, sobretodo al conocer lo que Miguel me dijo después. “Pero es que junto a Chicho en el salón está Mayra”. Yo no sé qué cara pondría, pero desde luego por dentro estaba muy feliz.

Junto a Miguel había otros amigos, a los que saludé, y Paloma Cerezo, la secretaria personal de Chicho. Nos había prometido que vendría y vino; yo tenía muchas ganas de reencontrarme con ella porque es muy simpática; supongo que todos los que la conocéis compartiréis mi opinión.

También saludé en la puerta a David Latorre, otro de los artífices de esa mágica tarde, aunque ni él era consciente aún de lo que nos quedaba por vivir. Estaba muy nervioso, y no era para menos; había participado en la organización de un evento que había conseguido reunir después de muchos años a Chicho y a Mayra.

En la puerta del hotel se estaba muy bien porque había grandes amigos, pero dentro estaba todo el ambiente, así que me dispuse a entrar. Ver sentados en un sofá a don Narciso Ibáñez Serrador y a doña Mayra Gómez Kemp me puso muy nervioso; hacía mucho tiempo que no me temblaban tanto las piernas. En aquel patio donde estaban sentados Chicho y Mayra había más gente, pero todos quedaban ensombrecidos ante la luz que reflejaban estos dos grandes genios de la televisión. Que me disculpen los demás, que aparecerán más adelante en el relato, pero en ese momento, a los únicos que vieron mis ojos fue a ellos dos.

Como estaba tan nervioso decidí posponer mi saludo a Chicho y Mayra para después y entré en el salón donde nos reuniríamos todos. Había ya mucha gente, así que fui saludándolos uno a uno. A muchos los conocía porque una de las muchas cosas buenas que tiene ser el webmaster de la web del «Un, dos, tres...» es que tengo agregados en Facebook a casi todos los seguidores del programa. Después de tanto tiempo de amistad cibernética por fin nos poníamos cara. Los abrazos me salían solos; me parecía frío saludar con un simple apretón de manos a personas con las que había compartido mucho (aunque en la distancia).

Saludé a muchas personas: David, Fran, Iván, Joan-Josep, Gilberto, Xabier, Rafa, Santi, Óscar, Rodrigo, Luis Javier, Pablo, Francisco, Antonio, Carlos, Tony, Luis Felipe, Alejandro, Isabel, Fran, Jesús, los concursantes Inma y Carlos... (perdonad si omití algún nombre, fuimos tantos...). Pero me faltaba por ver al tercer organizador la quedada, Juan Carretero. Como no lo encontraba, me armé de valor y decidí salir al patio para saludar a Chicho y a Mayra.

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