Crónica de la quedada
“40 aniversario de «Un, dos, tres...»”

... me armé de valor  y decidí salir al patio para saludar a Chicho y a Mayra.

Primero le estreché la mano al Jefe. Le dije muy acelerado: “Hola, Chicho; soy Antonio, encantado de conocerte. Perdona que te tutee, puedo, ¿no?”. Asintió con la cabeza y me dijo “claro” con una sonrisa en sus labios. Cuando estoy escribiendo estas líneas es cuando he caído en que me sonrió. El sábado me pasó desapercibida la sonrisa; hoy soy consciente de que Chicho estaba viviendo un día muy feliz, rodeado de compañeros y amigos, y con el cariño de todos los que le queremos y le admiramos.

Después de Chicho saludé a Mayra, aunque ya lo hice menos aceleradamente. Un beso y un cariñoso abrazo le di. La miré con ternura y admiración; con toda la ilusión del mundo. Tenía delante a la gran Mayra Gómez Kemp. “¿Cómo estás, Mayra? “Mejor, gracias”.

A su lado, Fedra Lorente, guapísima y siempre pendiente de Mayra. Le di dos besos y le agradecí que hubiera venido.

Me acerqué también a Alberto Berco, el marido de Mayra. ¡Gran señor! También a Alejandro Ibáñez, hijo de Chicho, a quien tenemos tanto que agradecerle. Siempre pendiente de su padre, muy cariñoso y atento con él.

Y ya después de todos estos saludos fue cuando vi a Juan Carretero. ¡Por fin! Pude darle un abrazo y comentar con él lo alucinado que estaba. Él lo estaba igual, claro; y como lo vive todo con tanto entusiasmo, lo transmite y lo contagia.

Ya había saludado a mucha gente, pero echaba en falta a otros que aún no habían llegado, pero que no podían faltar en la fiesta: Miguel Herrero, Jorge y sobretodo Cándido, con quien yo había estado hablando mucho los días previos a la quedada, preparando el viaje, hablando del reportaje que le habían hecho para el «Telediario», compartiendo recuerdos, etc. y ciertamente tenía muchas ganas de poder darle un abrazo en vivo. Puedo afirmar con rotundidad que la impresión de buena gente que me transmitía por el ordenador quedó plenamente confirmada después de compartir toda la tarde con él, ya que tuvo el detalle de quedarse conmigo detrás de las cámaras, para no ser enfocados por ellas.

Pues con todo el mundo saludado y sentado en su silla no quedaba nada más que comenzar el acto. Chicho Ibáñez Serrador hizo entrada en el salón en su silla de ruedas y se llevó una merecidísima ovación. Si de mí hubiera dependido, aún seguiría aplaudiéndole, pero fue él mismo quien, emocionado, nos pidió que bajáramos la intensidad del aplauso.

Los organizadores tuvieron que hacer de maestros de ceremonia y tomar el micrófono y dirigirnos unas palabras. Los tres, Miguel, David y Juan, nos juraban y perjuraban que estaban nerviosos, pero la verdad es que parecía como si hubieran nacido con un micrófono en la mano. Lo hicieron genial.

Tenían pensado proyectarnos unos vídeos que había editado David Latorre, pero no pudimos verlos todos. Aun así vimos dos muy interesantes: una cabecera para la quedada, que incluía a todas las mascotas, y un vídeo en el que se recordaba a todos los que ya nos habían abandonado. Como bien explicaba Juan antes de la proyección, faltaba incluir en el vídeo a Yolanda Ríos, que acababa de fallecer hacía un par de días, pero el vídeo ya estaba editado y no se pudo arreglar. Aun así, Yolanda estuvo en el recuerdo de todos.

La proyección de este vídeo fue muy emotiva; yo sé de uno al que se le saltaron las lágrimas, pero supongo que a más de uno le asomarían las lágrimas por la mejilla. Cada uno de los que aparecían en el vídeo levantaron aplausos, pero el más fuerte se lo llevó don Narciso Ibáñez Menta, el padre de Chicho.

Mayra Gómez Kemp demostró tener un gran sentido del humor cuando, al finalizar el vídeo, dijo: “Por un poco así no estoy yo en ese vídeo”. Afortunadamente, Mayra estuvo con nosotros y espero que el cariño que le dimos le sirva para recuperarse aun antes.

A partir de aquí la técnica empezó a fallar; pudimos ver un vídeo sobre los cuatro mejores números musicales de la historia de «Un, dos, tres…», pero pocos más… Yo entiendo que los organizadores se sintieran un poco desanimados, porque habían sido muchos meses preparando con mucha ilusión todo el material, y ahora no lo podíamos ver, pero también quiero decirles que fue una “suerte” porque permitió que los artistas invitados cogieran el micrófono y nos dijeran unas palabras.

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