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Entrevista a la calabaza Ruperta Por Javier de Montini |
El periodista Javier de Montini tuvo la oportunidad |
“Todos me quieren”
“Oye, calabaza”. Me corta muy seria:
Me llamo Ruperta, ¿o es que no te has enterado? Soy famosa: ¡la Ruperta! ¿No dicen por ahí la Montiel, la Bardot, la Loren...? Pues yo soy ¡la Ruperta!.
¿Te crees estrella?
¡Ah, sí! Calabaza pero estrella.
“Me gustaría ser melón o sandía para
Dime, Ruperta, ¿te molesta ser calabaza?
Alza el sombrero con la derecha y duda si rascarse la cabeza con la izquierda. No, la izquierda permanece pegada a... sí, al cuerpo. Dudosa, titubeante, abriendo una boca inmensa llena de lengua roja, responde:
Sí. Me molesta ser calabaza porque tengo mala fama. Me gustaría ser melón o sandía.
Mala fama, es cierto. ¿Cómo te la has ganado?
No lo sé. La debo a los novios y a los estudiantes, tanto de educación básica como universitarios. Cuando una pareja se pelea y una parte planta a su media naranja, se dice: es que Fulanita le dio calabazas. Cuando un estudiante suspende en los exámenes, la madre se tirará de los pelos: ¿Otra vez calabazas? Lo que nunca averigüé es que maldito señor o qué lenguatera mujer se expresó así —“dar calabazas”— ni puedo imaginar cómo se les ocurrió tal cosa.
La calabaza siempre fue eso: calabaza. Es raro que tú tengas nombre de cristiana: Ruperta. ¿Quién te bautizó?
Chicho Ibáñez Serrador es mi padrino.
¿Y se puede conocer a tu padre? Bueno, si eres calabaza “ilegítima” no contestes.
¡Eh! De ilegítima nada. Chicho es mi padre. Y puedo decir que Moro es mi madre. Chicho me engendró, aportó ideas. Moro de dio cuerpo, me dibujó, me modeló.
Eres el terror de las parejas concursantes en «Un, dos, tres... responda otra vez», ¿no duele eso?
No, porque yo no soy el terror. Las parejas se aterrorizan por lo que significo, no por mí. Cuando dicen “Ruperta...”, se sonríen.
“Soy sensible y coqueta”
Ruperta, veo que cambias mucho de expresión: sonríes, te pones triste, pones gesto de ilusión, a veces te enrabietas... ¿son trucos para conquistar la simpatía y el corazón de la gente?
De trucos nada. Es que soy muy sensible. Mujer al fin y al cabo.
Te pintarrajeas bastante. Vas de unos colorines que ya, ya. ¿No es un despilfarro de coquetería?
La coquetería es innata en la mujer, ¿o no?
Dime, Ruperta, ¿realmente deseas que los concursantes se queden contigo y desprecien los otros regalos? Porque, no te engañes, la parejita te tirará a la basura...
¿Tirarme a la basura? No. Tengo la seguridad de que me pondrían en un lugar preferente en sus casas. Claro que deseo que se queden conmigo.
La nariz es casi de payaso; los ojos, de búho. ¿Eres un regalo o un castigo?
Bueno, definámoslo sin extremismos: soy un dulce castigo.
¿Y no te da pena, Ruperta, de esas parejitas que se quedan ¡ay, ay, ay! contigo tras despreciar valiosos premios?
Sí, me da pena. Por eso trato de sonreírle y aliviar con mi sonrisa rosada su desilusión.
¿Eres alegre?
Muy alegre. Me encanta abrir «Un, dos, tres... responda otra vez» con mi aire flamenco y mi cancioncilla.
Pero, Ruperta, cantas con voz de cascajo. Eres como una vieja cascarrabias, que encima, desafina.
Mi voz es muy personal. Y con encanto, seguro. No soy Raphael, ni Julio Iglesias ni Camilo Sesto, pero yo creo que si me dan la oportunidad de grabar discos, les doy una sorpresa en el mercado, seguro.
¿Eres de buen corazón?
Claro que sí. A cala y prueba.
Si Chicho Ibáñez Serrador, que tanto genio pone en «Un, dos, tres... responda otra vez», enloquece de pronto y te asesina, ¿irías al cielo o al infierno?
El genio y el ingenio de Chicho, mi padrino, es inagotable. Estoy orgullosa. Tengo padrino y, además, padrino listo. ¿Que si enloquece? No, es muy cuerdo. De todos modos, si me asesinara, que no me asesinará porque me adora, me saldrían de mis brazos unas alitas y subiría al cielo. Ten en cuenta que soy joven, soltera y de buenas costumbres. Aunque mi ilusión es casarme y tener... calabacines.
¿Te sientes a gusto en «Un, dos, tres...»? Yo creo que nadie te quiere, Ruperta.
¿Qué? Te equivocas, rico. Todo el mundo me quiere. Al terminar cada programa, todos me disputan.
Kiko Ledgard ¿es amigo tuyo o... enemigo? A veces da la sensación de que trata de ayudar a los concursantes para que se libren de ti.
Chicho nos ordena a todos los de «Un, dos, tres...» que juguemos limpio. Kiko Ledgard es un tío salado y no sé si me considera amiga. Yo sí le tengo por amigo. Me sonríe, me acaricia a veces. Me dice cosas muy lindas. Si la pareja me desprecia, Kiko me brinda una palabra de ánimo, de consuelo.
¿Tu mejor amigo en televisión?
Dos de las niñas del minipantalón. Son monísimas: Beatriz Escudero y María Durán. Son las que me agarran en sus manos blancas, de hadas maravillosas, y me llevan a Kiko. Son muy amigas. Íntimas. Incluso pensaron en que yo formase trío con ellas para lanzarse al disco, pero me falta un palmito. Han elegido a Mayra Gómez Kemp.
“Ni de derechas ni de izquierdas”
Ahora tal vez te quieran fichar los partidos políticos, Ruperta, con eso de que eres famosa. ¿Eres de derechas o de izquierdas?
No sé muy bien. Estoy hecha un lío. Unos dicen que soy de derechas; otros que soy de izquierdas. Yo... sonrío.
Te veo, Ruperta, sentada en ese sillón de obispo que utiliza “don Estrecho”, ¿te gustaría ser calabaza de Tacañón del Todo, el pueblo de estos enviados de “don Cicuta”?
“Don Estrecho” con su cara de monigote, “don Rácano” con sus gritos y sus campanazos, y el “profesor Lápiz” con sus versos llenos de ripios, me caen bien, son muy salados. Y graciosos, ¿no? No me importaría estar empadronada en ese pueblo de Tacañón del Todo ahora que se acerca el referendum.
Y me mira con ojos curiosos.
Bien, calabaza enana, que sigan tus éxitos
¿Enana yo? Sé galante ahora que quedan pocos. No voy a presumir de piernas largas; no soy Raquel Welch; pero tampoco enana. Y lo de calabaza... es verdad, pero ya te lo he dicho antes: soy Ruperta. ¡La Ruperta! Para servir a Dios... y llevar una sonrisa al país entero cada semana en «Un, dos, tres... responda otra vez».
Dar calabazas
Ruperta, eres fenomenal. Me gustas. Vamos, que si me fío del corazón, tengo que decirte “te quiero”, o como prefieren ahora “I love you”.
Se queda en suspense. De nuevo alza el sombrero. Duda. Y sonriendo, me dice:
Lo siento, pero...
Vamos, que muy dulcemente hizo honor a lo suyo: me dio calabazas. |
Agradecemos a Javier y Cándido las fotos que nos enviaron |