Inicio > Un recorrido por la historia de «Un, dos, tres...» > Índice > La vuelta de «Un, dos, tres...»: el programa se afianza a pesar de los cambios |
La vuelta de «Un, dos, tres...»: |
Los anuncios promocionando la vuelta |
Parecía obvio que tras el enorme éxito cosechado en
la primera etapa, no se haría esperar una segunda etapa; no obstante,
pasaron tres años hasta que Narciso Ibáñez Serrador y TVE llegaron a un
acuerdo para hacer nuevamente el «Un, dos, tres…». Cuando los espectadores vieron en sus pantallas los anuncios promocionales del regreso del programa recibieron con alegría la noticia y escribieron masivamente cartas para poder participar en el concurso.
En esos anuncios intervenía el personaje de “don Cicuta” tratando de disuadir a los espectadores de enviar sus cartas, ya que los sellos de Correos eran muy caros.
Pero Kiko Ledgard, acompañado por las nuevas azafatas vestidas de largo con unos trajes blancos adornados con una rosa roja en la solapa, indicaba a los espectadores el apartado de Correos al que tenían que dirigir sus cartas. En el anuncio las chicas portaron una enorme calabaza de color verde, símbolo del programa, aunque desde etapa iba a convertirse en un icono televisivo para la posteridad, de una forma aun más especial si cabe.
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Las palabras iniciales de Chicho |
Igual que la etapa anterior finalizó con un monólogo de Narciso Ibáñez Serrador, despidiendo de forma sentimental el programa, esta segunda etapa comenzó con una intervención inicial de Chicho en la que advertía a los espectadores que lo que verían sería una continuación del «Un, dos, tres... responda otra vez» de 1973, pero que poco a poco iría evolucionando hasta hacerse más grande en espectacularidad.
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La calabaza cobra vida. Nace Ruperta |
Tras estas palabras de Chicho vimos la nueva
cabecera del programa en la que aparecía una calabaza animada cantando
una nueva sintonía compuesta por Adolfo Waitzman.
Desde este momento, la calabaza que aparecía en la subasta dejaba de ser una cucurbitácea obtenida de cualquier huerto, para convertirse en un simpático muñeco con una sonrisa que provocaba ternura en el espectador, aunque quizás no tanta en los concursantes que temían su aparición en la subasta.
Pero la Ruperta no sólo cobró vida en la cabecera del programa; gracias al talento de Alejandro Milán y su equipo, se creó un muñeco enorme que en diversas ocasiones se acercó a la mesa de la subasta de Kiko Ledgard, como ocurrió en los programas dedicados a los amigos de Ruperta y a los comics.
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Los sustitutos de “don Cicuta” |
Todo parecía indicar que el programa continuaría
igual, con todos los personajes de la primera etapa, pero lo cierto es
que el actor Valentín Tornos se encontraba muy mayor y enfermo y no
estaba en condiciones de continuar en el programa con el ritmo de rodaje
que requería. Chicho Ibáñez Serrador quiso recurrir a él para estos
anuncios promocionales y para algunos programas puntuales, pero sabía
que tenía que encontrarle un sustituto efectivo. Se llegó a publicar que
la elegida para sustituir a Tornos fue la actriz Lina Morgan, pero
finalmente no se cerró el acuerdo y la personalidad de “don Cicuta” se
dividió en tres, dando lugar a la figura de “los Tacañones”: el
“profesor Lápiz”, interpretado por Pedro Sempson, “don Rácano”, al que
daba vida Paco Cecilio, y “don Estrecho”, encarnado por Juan Tamariz.
“Don Cicuta” intervino, además de en estos anuncios promocionales, en el primer programa, dando a conocer desde el balcón de la Casa Consistorial de Tacañón del Todo que no volvería al concurso, y además en la cuarta emisión, dedicado al propio «Un, dos, tres… responda otra vez» (9 de abril de 1976), con el que se celebraron los cuatro años del programa.
Meses más tarde, el 19 de septiembre, la enfermedad pudo con Valentín y fallecía dejando un entrañable recuerdo entre el equipo y los espectadores de «Un, dos, tres…». |
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Las nuevas azafatas |
Las seis azafatas que iban a sustituir a las
anteriores fueron dadas a conocer a la prensa semanas antes de que la
nueva etapa se estrenara.
Pero en el primer programa, ni aparecieron con ese vestuario ni estuvieron las seis azafatas. Lo primero fue debido a que las propias chicas sugirieron llevar unos trajes más sexys, consistentes en unos shorts muy cortos y un jersey sin mangas de cuello vuelto; el conjunto se completaba con unas altas botas, todo de color blanco. Y el hecho de que en el primer programa sólo aparecieran cinco azafatas se debió a que Beatriz se encontraba temporalmente rodando una película. Como dijo Kiko Ledgard, en esta ocasión “el trampolín había funcionado demasiado rápido”.
El relevo al nuevo equipo de azafatas se lo dio las chicas de la etapa anterior, que, vestidas con su uniforme, le entregaron las gafas a las nuevas secretarias y le desearon éxito y suerte.
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La evolución del programa |
Esta segunda etapa de «Un, dos, tres… responda otra
vez» comenzó el 19 de marzo de 1976, con un programa dedicado a “Las mil
y una noches”. Lógicamente la mecánica continuó igual que en la etapa
anterior, aunque —como anunció Narciso Ibáñez Serrador al comienzo de la
emisión— lo que se pretendía era retomar el programa en el punto de
espectacularidad en que había terminado la primera etapa y después ir
incrementándolo cada vez más. Y lo cierto es que se fue logrando
paulatinamente: los decorados fueron cada vez más espectaculares, se
fueron introduciendo nuevos actores cómicos en la subasta, algunos
números musicales, la cuantía de los premios fue en aumento, etc. Era la
primera vez también que el «Un, dos, tres…» se emitía en color (salvo la
intervención de “don Cicuta” en el programa de estreno), y eso ayudó a
aumentar la espectacularidad del programa.
La segunda etapa fue una de las de mayor duración del programa, lo que obligó a ir introduciendo cambios paulatinos en el plantel, tanto de azafatas como de actores cómicos. Por ejemplo, aunque en cada programa sólo había un máximo de seis azafatas, llegaron a ejercer como tales unas veinte chicas, con mayor o menor permanencia en el concurso.
“Los Tacañones” también sufrieron cambios, y “don Justo Rajatabla” (Blaki) y “don Menudillo” (Luis Lorenzo) vinieron a sustituir a “don Estrecho” y “don Rácano”, respectivamente.
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Variaciones a lo largo de la etapa |
El programa se tomó unas vacaciones en agosto y septiembre de 1977. Tras este descanso veraniego, el concurso introdujo algunos cambios. Al primero de ellos ya hemos hecho referencia; Paco Cecilio, el actor que daba vida a “don Rácano”, ya no volvió a aparecer en el programa y su lugar fue ocupado por un nuevo personaje de Tacañón del Todo, “don Menudillo”. El cómico que lo interpretaba ya formaba parte del plantel de actores del programa, participando en la subasta con distintos papeles, pero el personaje de “don Menudillo” hizo que consiguiera todavía más popularidad.
Otro de los cambios fue que el número de parejas de concursantes se redujo a tres, en lugar de cuatro como había sido hasta ahora. El concurso iba tímidamente dándole cada vez más importancia al espectáculo, por lo que suprimiendo una pareja de concursantes se reducía notablemente el tiempo de duración de la tanda de preguntas, en favor de la subasta.
Y el tercer cambio afectaba al juego de consolación de la eliminatoria. Hasta ahora, los concursantes que perdían en la eliminatoria podía participar en el juego de “La Ruperta fantasma”. Después de las vacaciones de verano, Chicho Ibáñez Serrador introdujo un nuevo juego que se llamaba “El juego de la Pera”.
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Cómicos que se hicieron fijos en la historia de «Un, dos, tres...» |
Entre los cómicos de la subasta destacamos la intervención de actores que acabarían estando muy unidos a la historia de «Un, dos, tres…», como Bigote Arrocet o Mayra Gómez Kemp.
Mayra hizo el casting para ser azafata, ya cuando el proceso de selección estaba cerrado. Su marido, Alberto Berco, era amigo de Narciso Ibáñez Serrador, y le llamó para que le permitiera pasar la prueba, aunque sin revelarle que era su mujer. Chicho accedió por la amistad con el actor, pero sabía que no la contrataría como azafata porque ya tenía configurado su sexteto. Sin embargo, la presencia de Mayra le cautivó. Su saber estar ante la cámara y su cultura, hizo que Chicho leyera detenidamente su curriculum y descubriera que había sido actriz, por lo que le preguntó qué sabía hacer. Mayra, ni corta ni perezosa, respondió que su especialidad era poner acentos, y por eso fue contratada para realizar pequeños papeles en la subasta. La “loquita” del «Un, dos, tres...» le llamaban.
Todos sabemos que la vida de Mayra cambiaría gracias al «Un, dos, tres...», pero eso sería años más tarde, al ser elegida como presentadora. Por el momento, el programa le sirvió para ir ganando popularidad y para formar, junto con dos azafatas, María Durán y Beatriz Escudero, el “Trío Acuario”, con el que obtuvieron gran éxito y estuvieron de gira por toda España.
Bigote Arrocet, aunque chileno, triunfó en «Un, dos, tres... responda otra vez» desde 1976 con su personaje mejicano, acercándose a la mesa de Kiko, a quien llamaba “don Cucurucho”, vestido de mil y una maneras. Bigote, como veremos, en próximos capítulos, quedó vinculado a la historia de «Un, dos, tres...» durante años.
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Final en pleno éxito |
El programa gozaba de excelente salud; en las tablas de aceptación, se encontraba en el cuarto puesto con una nota de 8,4 puntos, y los premios se iban sucediendo: TP al mejor programa nacional en 1976 y 1977, al personaje más popular para Kiko Ledgard en 1976, etc.
A pesar de eso, tras casi dos años de emisión y 83 programas, Chicho Ibáñez Serrador decidió poner punto final a esta segunda etapa con la satisfacción de haber revalidado el éxito de la primera etapa y haber conseguido que el concurso fuera cada vez más espectacular y querido por los españoles.
En el último programa, Narciso Ibáñez Serrador y su equipo quiso mostrar al público “lo mejor que habían producido” en casi dos años de emisión; y lo mejor eran los hijos de miembros del equipo que habían nacido en ese tiempo, entre los que se encontraba Pepa, la hija del propio Chicho. Esa chiquilla, que en 1978 era un bebé, tendría mucho que ver en la vuelta de «Un, dos, tres...» en 1982; pero eso ya es historia de otro capítulo.
Como anécdota de este último programa podemos señalar que Mayra Gómez Kemp fue invitada para participar en la subasta como actriz que había sido en los primeros programas.
Aprovechando su presencia en los Estudios Roma, Mayra, que ya formaba parte del equipo de «625 líneas», realizó una entrevista a Chicho Ibáñez Serrador, a Kiko Ledgard y a Victoria Abril, despidiendo el reportaje junto a una enorme Ruperta. En aquel momento nadie podía sospechar que dentro de cuatro años ella volvería a ponerse al lado de la calabaza Ruperta, pero como presentadora de «Un, dos, tres...».
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