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“Televisores cuadrados, ideas redondas”
Mikel Lejarza y Santiago Gómez
2013
“En 1971,
mientras estaba produciendo «Historias para no dormir», Salvador
Pons le propuso hacer un concurso, hecho que le sorprendió
porque su trayectoria había discurrido unida a la ficción
fundamentalmente y no había prestado demasiada atención a los
espacios de entretenimiento en clave de competición; era algo
que inicialmente le parecía ajeno a él, pero aceptó el reto y se
embarcó en la aventura.
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Así comenzó la gestación de «Un, dos, tres... responda
otra vez», el que año después (en 1997) en el Festival Internacional de
Televisión de Barcelona sería elegido como uno de los diez programas más
influyentes en la historia de la televisión.
Analizando los formatos clásicos de concurso, Ibáñez Serrador se dio
cuenta de que básicamente todos los game-show se
desarrollaban en torno a tres vías: o eran de preguntas y respuestas, o
establecían la competición en torno a pruebas físicas, o consistían en
pruebas psicológicas. Chicho decidió no centrarse en ninguna de las
tendencias y lanzar un concurso que agrupara pruebas de los tres tipos;
de esta forma surgió el título del programa: «Un, dos, tres...».
Acostumbrado como estaba a realizar programas
dramáticos, añadió en clave de comedia un personaje heredado de
«Historia de la frivolidad», al que llamó “don Cicuta”. La aparente
frivolidad de este personaje, que popularizaría Valentín Tornos,
escondía una inteligentísima caricatura de la España negra, la de la
envidia y la hipocresía, la del viejo régimen que entraba en sus últimos
años.
Otro de los elementos fundamentales del concurso fueron las azafatas;
los directivos de la televisión las consideraron en un primer momento un
elemento demasiado provocador para los tiempos que corrían, pero el
creador del programa insistió en que era lo normal en las calles debía
serlo también en las pantallas de la televisión. En esto el programa
supo contraponer al odiado y antiguo “don Cicuta” con la sonrisa joven
de las azafatas, convertidas en secretarias del programa con unas
enormes gafas que terminarían por ser una de sus más visibles
características.
El concurso se estrenó y ninguno de los primeros ocho programas fue
firmado por Narciso Ibáñez Serrador. Su padre le había criticado por
dedicarse a hacer concursos y él mismo no tenía muy claro que aquello
fuera el proyecto de su vida. Así que lo hizo de manera casi anónima.
Cuando llevaba pocas semanas, el crítico del periódico ABC Enrique del
Corral escribió un artículo titulado “Queremos ver al editor
responsable”, en referencia a un programa que desde el primer momento se
había convertido en un éxito extraordinario. A partir del octavo
programa, Chicho apareció ya como el responsable absoluto del formato,
la dirección, la realización y los guiones de un programa que a partir
de entonces abandona la idea de concurso para convertirse en un show
global.
Las pruebas iniciales, de preguntas y respuestas,
estaban basadas en un espacio que él mismo había producido en Argentina
y que llamó «Un, dos, Nescafé». Para la segunda parte del programa, la
dedicada a las pruebas físicas, Chicho reconoce la inestimable ayuda de
su aprendizaje con Gaby, Miliki y Fofó, quienes le enseñaron el tipo de
retos que usaban ellos en sus programas. La tercera parte, la de las
pruebas psicológicas, venía orientada a encontrar engaños que hicieran
dudar al concursante y participar al público desde sus casas.
[...] Al éxito de audiencia, que en
algunos momentos llegó a los 28 millones de espectadores, se
unió pronto el reconocimiento unánime de la crítica, siendo el
único programa que ganó un Ondas dos veces y con quince años de
diferencia entre la primera y la segunda ocasión.
Pero, por encima de todo,
para todos los españoles de más de 30 años, «Un, dos, tres...»
forma parte ya y para siempre de nuestras vidas”.
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“Revisitando los 80”
Miguel Herrero
Diábolo Ediciones, 2013
“La vida de Miguel Herrero, como la
mía, está llena de Teleprogramas, Superteles y Tele Radios.
Nuestra infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, sino
«Un, dos, tres…» en vena. Mucho Chicho Ibáñez Serrador, Mayra
Gómez Kemp y sus secretarias […]”.
Antonio Sempere en el prólogo del libro.
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“Agosto de 1982 marcó un antes y un después
en la historia de la televisión de este país… y hasta aquí puedo
leer. Durante cuatro años, el público había pedido
incesantemente el regreso del concurso más importante de la
historia de la televisión, «Un, dos, tres… responda otra vez».
Chicho ya había triunfado en los 70 con dos etapas presentadas
por Kiko Ledgard. Los meses anteriores al regreso del conocido
espacio, las noticias acerca de los integrantes de la nueva
época eran un hervidero […].
Mayra, escoltada por dos azafatas, es una de
las imágenes más representativas de la tele de los ochenta.
Pronto se hizo con el cariño del público, como se puede observar
en la crítica de Lecturas en la sección “Desde mi sillón”:
“Mayra lo está haciendo bien, pero que muy bien, al frente del
«Un, dos, tres…». Serena, jovial, espontánea, simpática. Digna
sucesora de Kiko Ledgard” […].
El «Un, dos, tres…» de Chicho quiso
adaptarse a los tiempos y, tras una primera etapa ochentera
carente de espectacularidad en los números musicales, se
organizó un gran casting para escoger a las nuevas azafatas, que
también serían bailarinas. (…). En el primer programa de la
nueva etapa, “el debut”, vimos la selección de secretarias en
unas imágenes que recordaban claramente algunas escenas de la
película de Bob Fosse «Empieza el espectáculo». […].
Otro importante cambio fue el de la
mascota. Lecturas realizó un concurso para que sus lectores
enviaran diseños de la sucesora de la calabaza, a cambio de una
“súper Ruperta” de recuerdo. El diseño ganador fue un chupete
denominado “Don Chupi chasco”, creado por una niña asturiana, y
que quedó por encima de la rana Renata y el plátano don
Resbalón. Pero los hermanos Moro ya tenían una mascota diseñada,
la Botilde, una simpática bota morada que también cantaba con la
voz del propio Chicho. […].
Ibáñez Serrador puso en marcha la
cuarta etapa de su «Un, dos, tres…» que llegó a obtener
veintitrés millones de espectadores. La presentación volvía a
correr a cargo de Mayra Gómez Kemp, que lo compaginaba con su
programa de Antena 3 Radio «Viva la gente». Tal fue el empeño
del realizador porque Mayra siguiera en el espacio que ordenó
retrasar su estreno hasta que Mayra cubriera el período marcado
por la Ley de las incompatibilidades en su punto 40, según la
cual los presentadores de TVE que hicieran publicidad no podían
volver a aparecer en la pequeña pantalla hasta que pasaran unos
meses. Así el «Un, dos, tres…» empieza en noviembre porque Mayra
hizo el anuncio de las rebajas de “El Corte Inglés” hasta
principios de agosto. […].
Pero hay dos grandes cambios en la
nueva etapa. Por un lado, la mascota, el Chollo. El Norte de
Castilla lo definía como “una elegante gota de agua vestida de
frac”. La nueva creación de los hermanos Moro mostraba una
oronda imagen con bastón y sombrero de copa, de color tan rosa
como el traje oficial de azafata del concurso. […].
Otra novedad se produjo en la parte
negativa del programa. Adaptándolo al resto de versiones del
«Un, dos, tres…» en Europa, en las que no contaban con Tacañonas
(pues ésa fue una idea que surgió en la España negra en la que
nació el programa, en plena dictadura, ridiculizando a los
retrógrados del pasado, lo siniestro, Chicho decidió prescindir
de las hermanas Hurtado y crear un personaje que hiciera una
labor parecida, dirigida a quienes llegan alto pisando al resto,
Eugenia Enchufols (interpretada por la actriz Eugenia Roca),
llegada al programa gracias a sus contactos con los directivos.
El grito de guerra para indicar que la respuesta de los
concursantes era errónea cambió con ella, pasando a ser
“¡bocinazo y fuera!”. […].
El nuevo «Un, dos, tres…» regresaba en
abril. En octubre del 86, Chicho había dicho: “estoy cansado del
programa pero comprendo los deseos de TVE para que vuelva”.
Finalmente lo hizo y con importantes cambios. El principal fue
el día de emisión, de los tradicionales viernes pasó a los lunes
noche, aunque la idea inicial era cubrir el hueco de la película
de los sábados. (…). La audiencia de los lunes en televisión
solía rondar los cuatro millones mientras que los viernes
llegaba incluso a los once, pero el «Un, dos, tres…» supuso un
revulsivo, batiendo el récord de audiencia de toda su historia,
al reunir a veintiún millones de espectadores. Y eso que Chicho
había mostrado su queja por el cambio, porque perdería a la
audiencia infantil, que tenía que madrugar para ir al colegio el
martes, olvidando que su primera etapa, allá en 1972, se emitía
los lunes también. El 24 de julio, los medios recogían los datos
del EGM del mes de mayo, que contemplaban que la audiencia media
del «Un, dos, tres…» era de diecinueve millones de espectadores.
[…].
Pero quienes se llevaron el gato al
agua fueron el “dúo Sacapuntas”: Manolo Sarriá, un mecánico, y
Juan Rosa, carpintero de profesión. Vestidos de toreros, el
“Pulga” y el “Linterna” repetían sus latiguillos con insistencia
para que el público coreara sus frases más conocidas.
[…]”.
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“Espinete no existe”
Eduardo Aldán
Plaza & Janés, 2014
“Responsable también de meternos el miedo en
el cuerpo con «Historias para no dormir», fue el creador de este
concurso que no paró de crecer y de reinventarse temporada tras
temporada.
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Y le estaré siempre agradecido por llevar cada semana a nuestras casas
el espectáculo más grande que podía caber en la pantalla de un
televisor.
Por divertirnos, por asustarnos, por erotizarnos, por despertar nuestro
lado lúdico, por hacernos reflexionar y sobre todo por confiar en mí.
Gracias, Chicho.
Y hasta aquí puedo leer”.
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“¡Y hasta aquí puedo leer!”
Mayra Gómez Kemp
Plaza & Janés, 2014
“Probablemente
la que puedo calificar de “una de mis vidas”, y de las más
importantes, comenzó cuando conocí a Chicho Ibáñez Serrador. El
concurso «Un, dos, tres…» dejó tal huella en mi pasado
profesional que, incluso hoy, generaciones que apenas pudieron
ver aquel entretenimiento familiar, que reunía en torno a la
cadena única a veinticuatro millones de españolas, me recuerdan
la emblemática frase “Y hasta aquí puedo leer” cada vez que me
ven. […]. Me encontraba preparando mi debut como presentadora en
el «Un, dos, tres…». Aunque conocía la mecánica de la subasta
gracias a mi participación como actriz en una etapa anterior,
aquel 20 de agosto de 1982 me enfrentaba al reto profesional más
importante de mi vida, encarando por primera vez la presentación
del famoso concurso. Quería tenerlo todo controlado, pero la
realidad era que había detalles que hasta última hora no podían
resolverse. Uno de estos ejemplos estaba en las tarjetas que
debía leer a los concursantes para despertar su curiosidad por
el premio que escondían. En la simulación del ensayo Chicho
Ibáñez Serrador me advirtió que sería sencillo, no cabía el
error:
— En los puntos suspensivos te paras.
Hasta ahí puedes leer —me dijo para tranquilizarme.
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En el calor del directo, con la primera
tarjeta en la mano, comencé a leer las pistas para la pareja
concursante, y lo hice hasta que me topé con los puntos
suspensivos. En ese momento triunfante y con voz clara, exclamé:
“¡Y hasta aquí puedo leer!”. Recuerdo haber sentido una gran
liberación, y desde entonces, hace ya treinta y dos años, esa
frase me acompaña. […].
[…] Presentar el «Un, dos,
tres...» pudo ser un regalo envenenado, podía haberme pegado el
gran batacazo. Afortunadamente, no fue así, y el concurso tiene
mucha culpa de que estoy estemos aquí compartiendo estas
líneas... Y ya saben... Hasta aquí puedo leer...”.
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“Telepasión por los 90”
Miguel Herrero
Diábolo Ediciones, 2015
“Después de casi cuatro años de espera
y multitud de anuncios fallidos (el último fue para el 3 de
mayo), regresaba por la puerta grande el «Un, dos, tres…
responda otra vez» aunque surgieron algunas polémicas en torno a
esta celebrada noticia. La principal fue escoger al presentador.
Cuando nadie imaginábamos el concurso sin la presencia de Mayra,
y más cuando su etapa en Antena 3 ya había acabado un año atrás,
los rumores apuntaban a que Chicho estaba indeciso, entre ella y
el presentador de TV3 Josep María Bachs, aunque en la primavera
del 90 Serrador ya anunciaba que era seguro que el elegido era
un hombre. Los medios publicaron que finalmente Mayra sería la
encargada de presentar la séptima etapa, como prueba una portada
de la revista Clan TV. Pero en el mes de junio saltaba la
noticia. El elegido había sido Jordi Estadella (…). Pero Chicho
pensó que era mejor que estuviese acompañado por una joven,
Miriam Díaz-Aroca (…). Chicho explicaba el cambio: “Creo que si
hubiera elegido a un hombre se la habría comparado con Kiko, y
si era mujer, pasaría lo mismo con Mayra. Por eso, he pensado
que lo mejor es una pareja, sobre todo si es tan dispar”
[…]”.
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Fue el viernes 13 de septiembre de
1991 cuando España entera se paralizó para ver lo nuevo del «Un,
dos, tres…». Un 76 % de la audiencia, 16 millones de
espectadores pegados a la pequeña pantalla lo refrendaban.
[…].
Los viernes noche se endurecieron. Al
éxito imparable de «Sensación de vivir» se le añadió un nuevo
impulso, «Melrose Place», también de Aaron Spelling, formando un
tándem que hería cada vez más al «Un, dos, tres…». […].
«Un, dos, tres…» regresó con fuerza en octubre
[de 1992], de nuevo con Jordi Estadella y Miriam como
mascarones de proa, aunque tuvo que bregar con algunos
obstáculos en una larguísima temporada de 38 entregas.
[…].
Fue habitual la presencia de un nuevo
icono sexy-musical, Gloria Trevi, una mexicana de 22 años que
popularizó su “pelo suelto”, un “huracán erótico” como la
definió Tele Indiscreta, que se subía a las gradas del público,
les desnudaba y hasta Jordi la sufrió, tirándole al suelo a
trompicones. […].
El 23 de noviembre
[de 1992] el ABC analizaba un
estudio del Instituto de Medios y Audiencias (IMA) referido al
grado de aceptación de los concursos, en el que «Un, dos, tres…»
quedaba clasificado en primera posición como el preferido por la
audiencia. Eso sí, los datos reflejaban que había un cambio de
preferencias, ya que los jóvenes tenían como dos de sus
preferidos «Cifras y Letras» y «Amor a primera vista» (de las
autonómicas). […].
Chicho preparaba la nueva etapa de su
concurso estrella. En Supertele 78 detallaba que “El nuevo «Un,
dos, tres…» será un programa sin estridencias; buscaremos el
buen gusto televisivo y evitaremos lo chabacano. Quizás pierda
audiencia, pero prefiero que la que tengamos sea de cierta
altura”. (…). El nuevo presentador iba a ser Josep María Bachs.
[…].
El debut fue triunfal, con 5.927.000
espectadores el 19 de noviembre [de 1993], cuarto espacio más
visto de todas las cadenas aquella semana. Pero la bajada fue
demasiado repentina. […].
Para finalizar la temporada, Chicho
decidió explotar el programa como una bomba que él mismo
accionaba después de responder por teléfono al director de RTVE,
García Candau. En aquel “gran boom” cayeron vigas y ladrillos
(de poliuretano, menos mal) sobre el público. Un final triste
para un programa que le había dado a la cadena tantos buenos
resultados a lo largo de veintidós años. Chicho valoraba esa
etapa en Tele Indiscreta: “No creo que la fórmula fracasara;
sólo sucede que hemos coincidido en la época de los reality-shows.
Yo quise nadar contra corriente; lo que pasa es que, tal vez, al
restarle picardía y sexo, el «Un, dos, tres…» parecía un poco
descafeinado”. […]”.
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