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Críticas (positivas y negativas)
al programa «Un, dos, tres...» en prensa
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TERCERA ETAPA (1982-1984)

 

Una buena crítica se mereció la noticia de la vuelta de «Un, dos, tres...» en 1982:

 

«Un, dos, tres...», como McArthur, siempre acaba volviendo, y hoy estrena su tercera etapa, si no recordamos mal. Tampoco hay que extrañarse de estas vueltas siempre sobre lo mismo, pues en los índices de audiencia y de aceptación el público sigue prefiriendo en lugares destacados los concursos televisivos. [...].

 

Desde su creación, el concurso «Un, dos, tres...» fue diferente a los demás concurso. Al menos resultaba entretenido, que es lo que a la gente más le importaba en aquellas largas noches de los lunes. [...]. El acierto de Chicho Ibáñez Serrador en la concepción del programa y en la elección de los personajes se vio compensado por uno de los éxitos más espectaculares de Televisión Española durante los setenta. [...].

 

Los protagonistas de este nuevo «Un, dos, tres...» serán la presentadora Mayra Gómez Kemp y las hermanas Hurtado en representación de los “cicutas”. Y hay que esperar, de las tres hermanas, que Paloma consiga con esta oportunidad que se le reconozca definitivamente ese talento cómico del que dispone hasta para derrochar.

 

«Un, dos, tres...» - 1982

 

 

Tras ver el primer programa de la tercera etapa, Josep María Baget Herms escribíó la siguiente crítica:

 

El sopor estival de la programación de TVE se vio finalmente roto por el estreno de «Un, dos, tres...», que haciendo honor a su título retorna por tercera vez al esquema de emisiones. La primera fue en 1972 y se mantuvo en antena casi dos años; la segunda etapa se inició el 19 de marzo de 1976 y de nuevo se prolongó casi dos años, hasta finales de enero de 1978. Esta vez el paréntesis ha sido largo y seguramente de no haber sido por la crónica falta de imaginación y tedio que fueron nota característica de los concursos de TVE, esta reaparición no se habría producido. Pero como ha indicado el director de la primera cadena, Enrique de las Casas, de las numerosas ideas y proyectos de concurso presentados, ésta seguía siendo la más original.

 

Evidentemente, nos hallamos ante una versión remozada del concurso. Mayra Gómez Kemp se ha hecho cargo de la presentación y en este primer programa se mostró bastante segura y eficaz durante la conducción del juego de preguntas y respuestas, pero ya en la subasta no nos hizo olvidar a Kiko Ledgard, cuya experiencia en tales menesteres —no en balde fue su inventor— es virtualmente insustituible.

 

«Un, dos, tres...» - 1982

 

 

La intervención de las hermanas Hurtado fue muy positiva en líneas generales y no es muy difícil advertir que en sus personajes, Chicho Ibáñez Serrador se ha inspirado en aquella inolvidable Irene Gutiérrez Caba de «Historia de la frivolidad», recientemente repuesta por TVE-2.

 

«Un, dos, tres...» - 1982

 

 

La primera edición de este nuevo «Un, dos, tres...» acusó todavía algunos nervios e imprecisiones, que se hicieron patentes en algunos forzados movimientos de cámara —recuérdese la actuación y despedida de Potassy— lo cual no es frecuente en los meticulosamente elaborados montajes de Ibáñez Serrador. Son, por supuesto, defectos de poca consideración y cuestiones de ritmo interior del programa que se irán subsanando durante ese período de “rodaje”. Hábil y previsor, como siempre, su director-guionista ha preferido “arrancar” en plena época veraniega, más proclive a la indulgencia y sin fuerte competencia, a fin de pulir sobre la marcha estos pequeños problemas; y en cuanto llegue octubre, «Un, dos, tres...» volverá a ser la impecable máquina bien engrasada que provoca sonrisas, humor, suspense... Unos ingredientes que Ibáñez Serrador sabe manejar como nadie en su coctelera del éxito. Al tiempo.

 

 

Y conforme avanzaban las emisiones, el programa se iba consolidando, obteniendo el favor del público y de la crítica. Esto podíamos leer en un periódico a finales de enero de 1983:

 

La noticia de la continuidad de «Un, dos, tres...» no puede sorprender demasiado..., de la misma forma que no sorprende la decisión do remodelar rápidamente la programación dominical de la Primera Cadena, aunque sea a base de series [...]. Y es que «Un, dos, tres...» asegura un alto índice de aceptación para la velada del viernes, donde se ha convertido en el espacio estelar [...].

 

Con la renovación del contrato de «Un, dos, tres...», por otra parte, se cancelan los rumores sobre supuestas “irregularidades” en torno a la financiación del programa. Ya en su momento expresamos claramente nuestra confianza en Ibáñez Serrador, cuya profesionalidad difícilmente podía ser puesta en duda. Y en aquel momento lamentamos también la indiferencia, casi el pasotismo., con que el entonces director general, Eugenio Nasarre, acogió el tema inhibiéndose del mismo. Con el refrendo del nuevo equipo rector de TVE se pone fin, por tanto, a cualquier duda, de lo que nos alegramos aunque, insistimos, no nos sorprende en absoluto dada la trayectoria profesional de su guionista-realizador.

 

El remozado «Un, dos, tres...» ya no puede deslumbrar como en sus primeros tiempos, pero mantiene unos niveles de calidad muy apreciables dentro de su línea habitual. El programa sigue siendo el mismo..., pero es distinto, y ahí reside la habilidad de Ibáñez Serrador para una semana sí y otra también buscar nuevos atractivos al concurso y el show. En esta labor ha sabido encontrar una muy valiosa ayuda en Mayra Gómez Kemp, que ha conseguido, en buena medida, hacer olvidar a sus predecesores sin caer en la imitación. Un reto limpiamente superado.

 

«Un, dos, tres...» - 1982

 

  

 

 

Una de las mejores críticas que recibió el «Un, dos, tres...» fue a raíz de la emisión del programa titulado “El debut de las secretarias”:

 

Parece indiscutible que para hacer un programa de televisión es preciso dominar el tema específico y, además, entregarse a él en cuerpo y alma por encima de la mera rutina y el simple cumplimiento. Narciso Ibáñez Serrador ha conseguido, con la edición del viernes del «Un, dos, tres...», una pequeña obra maestra televisiva. Los diálogos y la realización en la selección de las nuevas azafatas —con unos admirables planos de caras, gestos, manos, expresando nerviosismo—, dieron la medida de su arte, pero, sobretodo, de su gran sensibilidad y talento para dirigir.

 

«Un, dos, tres...» - 1983

 

 

La siempre eficaz Mayra Gómez Kemp supo, con elegancia, dejar como “protagonistas” de la noche a las nuevas y esculturales azafatas: Ivanka, Silvia, Gloria, Pat, Maite y Kim. [...].

 

Narciso Ibáñez Serrador, con su «Un, dos, tres...», ha comprendido la esencia de la comunicación con el público: buen ritmo en la realización de los temas musicales, bellísima la puesta en escena del apoteosis de “Chorus line”, exacto de montaje y ritmo. Un homenaje al musical y la demostración de que las nuevas chicas son grandes profesionales. [...].

 

Un indudable frescor dominó el concurso, que a nuestro gusto, ha sido de los mejores realizados por Chicho. [...].

 

 

El giro que dio el «Un, dos, tres...» a partir de ese programa gustó mucho a la crítica, que siguió alabando la evolución del programa de concurso a show:

 

Como nuestra televisión es una caja de sorpresas, no sabemos cuánta vida le quedará al programa «Un, dos, tres...» de Ibáñez Serrador, pero confiamos en que tan excelente profesional —y no le llamamos polifacético porque a lo mejor no le gusta tan sobado título— seguirá trabajando en Prado del Rey.

 

Hace falta tener mucho talento y una gran imaginación y un don de mando extraordinario para conseguir que todavía siga interesando a “su público” el «Un, dos, tres...», uno de esos programas que nunca debe faltar en la televisión, porque entretienen a casi todas las familias, y a casi toda la familia: desde los abuelos hasta los nietos. [...].

 

Ibáñez Serrador ha tratado siempre de ir renovando el espectáculo, y ahora ha incorporado a un grupo de bailarinas —las secretarias— vestidas, generalmente, con gusto, y en unos escenarios que le dan un buen tono al programa.

 

«Un, dos, tres...» - 1983

 

 

Por otra parte ha suprimido las intervenciones de algunos “graciosos” bastante ordinarios y vulgares, aunque siempre hay alguno de colocarnos historietas de las que antes se llamaban “verdes” y que ahora ya no son “ni chicha ni limoná” [...].

 

 

La programación estival era siempre menos entretenida que la ordinaria, por eso cuando «Un, dos, tres...» regresó tras las vacaciones de verano en 1983, la crítica lo celebró con fervor:

 

Después del agosto, maldito agosto televisivo, volvió a la programación el «Un, dos, tres...» de Chicho Ibáñez Serrador, retomando el espacio ocupado durante estas fechas por una anodina serie de musicales de cosecha propia. «Un, dos, tres...» regresó con un programa dedicado a los niños —están todavía de vacaciones y Chicho sabe que su audiencia juvenil es muy elevada—, realizado con el mismo interés y la profesionalidad que son norma en la emisión.

 

«Un, dos, tres...» - 1983

 

 

Sólo hubo un pequeño error, a nuestro juicio, en la pregunta sobre buques de guerra y Mayra tuvo la sensibilidad —o alguien se lo aconsejó desde arriba— de enmendar la plana diciendo que a ella tampoco le gustaban las cosas de la guerra.

 

Los otros aspectos de la emisión, evidentemente, no han variado y se diría que hay concurso para rato... si Ibáñez Serrador lo quiere. Pero ésta es otra historia y otro cantar.

 

 

Los programas infantiles especiales con motivo de la Navidad siempre eran muy bien acogidos por los niños, pero también por la crítica:

 

Chicho Ibáñez Serrador quiso demostrarnos a los espectadores que puede ofrecernos programas “perfectos” —es decir, buenísimos, dentro de lo posible— cuando se lo propone. Y el día de Reyes se lo propuso, porque, indudablemente, le hacía mucha ilusión que centenares de miles de niños fuesen felices durante cerca de dos horas, con las “cosas” que se le ocurren a Chicho para emocionarles y divertirles.

 

Pero fueron aun más felices los padres de los “peques”, porque ni una sola vez se olvidó Ibáñez Serrador de que los viejos destinatarios de este programa especial apenas habían cumplido los catorce años. El único que se olvidó de esta peculiaridad fue Bigote. Un pecado, venial, de inoportunidad. Sólo eso: “inoportuno”. Muy suelta e incansable, Mayra Gómez Kemp, que incluso nos obsequió con una cancioncita; muy entretenidos los “exámenes”, las pruebas de habilidad, las preguntas... [...].

 

«Un, dos, tres...» - 1984

 

 

En resumen, una gran velada para los niños, para los padres y para Chicho Ibáñez Serrador, que seguramente disfrutó más que nadie al comprobar que ni un solo fallo ensombrecía su programa, y al contemplar el entusiasmo con que lo seguían los niños invitados al estudio de TVE.

 

 

El crítico J. M.ª Baget Herms le puso a uno de sus artículos el siguiente título: “«Un, dos, tres...»: de humanos es equivocarse”; en él comienza alabando al programa, pero acaba afeándole la conducta:

 

Hace ya unas semanas Mayra Gómez Kemp adelantó que «Un, dos, tres...» iba a despedirse pronto de los espectadores. Ello coincidía casi con el estreno de un nuevo programa-concurso [...]. Sucede, sin embargo, que cada vez que aparece un nuevo concurso, no hace más que crecer nuestra admiración y estima por «Un, dos, tres...». No es una paradoja: acertar con un buen concurso resulta sumamente difícil y “Chicho” Ibáñez Serrador no sólo lo hizo plenamente en su momento sino que ha sabido mantener vivo el interés de la fórmula con innovaciones y retoques a la misma. [...].

 

Quizás por ello duelan más los errores del programa. Y el pasado viernes «Un, dos, tres...» creemos que incurrió en una broma cruel y gratuita haciendo creer por unos momentos a sus concursantes de la subasta que habían ganado tres coches... cuando en realidad eran sólo material de desguace. Fue un “gag” indigno por parte de un gran profesional como Ibáñez Serrador, que sabe muy bien cómo el público espectador se identifica con los concursantes y siente como propias sus alegrías y sus desilusiones. El juego es el juego y en eso estamos todos de acuerdo; pero el sarcasmo, la burla es otra cosa muy distinta. “Chicho” demostró que es humano: también él se equivoca a veces.

 

 

Este mismo crítico es el que hacía el balance de “lo mejor y lo peor del año” para la revista TP, y a finales de 1983 escribía esto:

 

Siguió el éxito popular de «Un, dos, tres...» —otro espacio que sabe renovarse sobre sí mismo—, de la mano de la profesionalidad de Ibáñez Serrador.

 

  

 

 

CUARTA ETAPA (1984-1985)

 

Gran alegría y regocijo se produjo entre los críticos por el estreno de la cuarta etapa de «Un, dos, tres...»:

 

Una vez más la originalidad y la imaginación de “Chicho” Ibáñez Serrador se instala en nuestra programación para suerte de ésta y de los espectadores. Por cuarta vez, «Un, dos, tres...» vuelve a la pequeña pantalla y lo hace, además, con la total aprobación y expectación del público, que se ha dado cuenta de que es un espacio  insustituible (de esto también se han percatado los programadores de TVE, que han estado navegando durante meses en la noche de los viernes).

 

«Un, dos, tres...» - 1984

 

 

Las dos primeras emisiones de la cuarta etapa de «Un, dos, tres...» le sirvieron a Luis Suñen para escribir lo siguiente:

 

Lo importante es no ser feo. Por eso piden, además de una carta lo más ocurrente posible, una fotografía. Así que ya sabe, si es usted contrahecho o cheposo, si está operado de cataratas o tiene elefantiasis, si le falta un brazo o los dos, ni lo intente. En el «Un, dos, tres...», sucursal acabada e invernal del tontódromo de Juan Bravo, no caben las imperfecciones. Y eso que la Constitución nos declara a todos los españoles iguales ante la ley. Pero en la fiesta del viernes por la noche se requiere, como para ciertos trabajos, buena presencia. Siguen detrás de Mayra, las caras, tan sosinas ellas de las adolescentes que languidecen con un mohín de desgana. Y más allá, donde de ven menos, los caballeros y las señoras gordas, que para eso son feas. Sin embargo, ahí está lo feo, como ejemplo y como lección, para reírse de ello. Pero es lo feo como sublimación de lo ridículo —como si los concursantes no lo estuvieran haciendo también—. El que se disfraza de mujer casada “con un rifle de repetición”, el gangoso, la gafe, el imitador y hasta ese dúo, tan patético, que no veíamos desde nuestra tierna y lejanísima infancia. [...].

 

La vuelta de «Un, dos, tres...» es la vuelta de lo guapo, aunque sea de lo guapo fruto más de una alimentación correcta que del simple saber estar. Ahí están las azafatas para demostrarlo. Bien saben ellas que deben esforzarse, que, de ahí, al estrellato o a repartir paquetes con una motocicleta. [...].

 

«Un, dos, tres...» - 1984

 

 

Pero yo me echaría a temblar. A los niños —a los míos les privaba— les empieza a cansar. Esa señora dos veces viuda les aburre y echan de menos a “las Tacañonas”. Siguen adorando a Mayra, que es, naturalmente, para ellos guapísima, y el Chollo les parece sencillamente aborrecible. [...]. La solución, creo yo, está en los feos. [...].

 

 

En la segunda mitad de la cuarta etapa de «Un, dos, tres...», Francesc Arroyo escribió una critica en la que daba una de cal y otra de arena al concurso:

 

Por lo leído, parece que padres e hijos se pelean cada viernes por la noche. Los primeros, se ha escrito, desean ardientemente alcanzar la libertad de expresión a través de las intrincadas y duras de los contertulios de «La clave»; los segundos, ansían alienarse en un adocenado programa concurso. Y ¡qué concurso! ¡Ahí es nada ver a los mayores soportando exámenes! Y lo que es mejor: ¡suspendiendo! [...]. No es de extrañar que, frente a los sabiondos de la segunda cadena, con su tono profesoral y ponderado, los pequeños prefieran el barullo de la evaluación continua de la primera, donde los examinados son a veces incluso maestros (de profesión, claro). Uno está tentado a creer que, salvo excepciones, los mayores también la prefieren. Las cifras cantan. [...]. “¡Dejad que los niños se acerquen a mí!” es, pues, el lema de Chicho Ibáñez Serrador y, como en el chiste que completaba la frase bíblica, podría añadirse: “que después vendrán los padres”. Y a todos satisface. [...].

 

Los chistes son tan simples y previsibles como el resto del concurso —y simpleza no es necesariamente defecto porque en este caso es voluntaria—. Y así deben ser. Chistes para todos, viejos en su mayoría y con actuaciones forzadas de fin de fiesta de curso en colegio de pacatas monjas o más. [...]. En las azafatas, lo imprescindible, desde la fundación del programa, es que salgan con las piernas al aire y que tengan cara de muñeca publicitaria. Ahora resulta que, además, cantan y bailan. Es bastante como para que las señoras comenten que están muy bien aunque cantan mal o, con más frecuencia, digan que no está mal lo que hacen, porque nadie las había llamado para eso. [...]. Con todos estos ingredientes, el programa cumple con lo que se le pide, que, a lo sumo, puede ser que prescinda de chistes tan insoportables como los de Bigote Arrocet o interpretaciones de Luis Aguilé. Superada esta chabacanería, todo está permitido, hasta el toque lacrimógeno de los especiales dedicados al artista pobre. «Un, dos, tres...» puede gustar o molestar, pero cumple su cometido que no creo que sea, precisamente, el de molestar al señor Balbín. Por eso sigue.

 

 

Un par de detalles del programa dedicado a la historia del pelo no le gustaron a uno de los críticos:

 

En la última edición del programa-concurso «Un, dos, tres...» se deslizaron dos detalles —malos detalles que seguramente no habrán escapado a la perspicacia de los espectadores—. El primero fue la inclusión entre los regalos de un mono chimpancé, una especie en peligro de extinción y protegida por diversos organismos internacionales. El segundo, la publicidad con hermosas imágenes de un país turístico por excelencia que se ha convertido en directo competidor de España en este campo. Comprendemos que el presupuesto del programa debe compensarse con esos arreglos de publicidad, pero desde la televisión oficial no se deben dar triunfos al competidor y menos cuando muchos españoles preparan sus próximas vacaciones. Vacaciones, que en este momento de crisis económica, no estaría de más que transcurrieran en alguno de nuestros innumerables parajes turísticos en la península o en los archipiélagos canario y balear.

 

 

El crítico Ovidio alabó al «Un, dos, tres...» en uno de sus artículos, y aprovechó para arremeter contra la clase política:

 

Divertido espectáculo el que nos brinda cada viernes el programa televisivo «Un, dos, tres...». Su director y presentadora dan un ejemplo del arte de encauzar la codicia humana hacia unos fines predeterminados, con la alegría casi unánime de participantes y espectadores. Transformemos mentalmente los graderíos en escaños parlamentarios y habremos logrado la panacea: la política como espectáculo, la consagración del consenso, el interés colectivo como meta del ingenio y el sobresalto.

 

 

El crítico de la revista Antena TV escribió la siguiente reseña con motivo del final de la cuarta etapa:

 

Chicho remata el viernes una nueva faena de «Un, dos, tres...» y dará la vuelta al ruedo entre el llanto incesante de colaboradores, azafatas, figurinistas, actores, cómicos y concursantes. El incombustible programa-concurso estará ausente de la pequeña pantalla hasta que lleguen los primeros fríos de octubre. Volverá de nuevo la musiquilla, el hermano pequeño de “El Chollo” —porque el grande ya lo asume el propio realizador—, azafatas de figura esbelta y algún que otro cómico con posibilidades de que le toque la lotería. Chicho es una mina.

 

  

 

 

QUINTA ETAPA (1985-1986)

 

Si a Baget no le gustó el premio de los tres coches de desguace, tampoco a Juan Manuel Grijalvo le gustó uno de los premios que se ofrecieron en el programa dedicado a “lo que hoy mola”:

 

El programa de TVE «Un, dos, tres... responda otra vez» me inquieta particularmente porque une a una impecable factura técnica unos contenidos especialmente dudosos. Cierta cosificación de la mujer, grandes dosis de publicidad nada encubierta, el estímulo de la competitividad, el hecho de que lo da el premio no es la mayor o menor inteligencia de los concursantes, el mal gusto de muchos de los detalles humorísticos, son defectos que, al fin y al cabo, son reflejo de la propia vida, y la mejor prueba de que su corrección es difícil la tenemos en el masivo éxito del popular espacio.

 

Pero en el el programa del 1 de noviembre se han pasado: han ofrecido como premio una cabeza humana reducida por los jíbaros. Como en teoría han de disponer de un ejemplar para los concursantes, otro para los sufridores y aún otro más para los sufridores en casa, TVE —por medio de su programa de mayor audiencia— participa en la muerte de uno, dos o tres indios americanos, cuyas cabezas servirán como premio en una tómbola cuyo objetivo también parece ser el de encoger el cerebro de los televidentes.

 

«Un, dos, tres...» - 1985

 

 

En ningún momento se ha dicho que se trate de una imitación o de cualquier otra cosa. Por otra parte, imagino que el comercio de estos horribles trofeos debe estar prohibido, al menos en nuestro país, con lo que los responsables del programa pueden haber incurrido, cuando menos, en un delito de contrabando o tráfico ilícito. En cualquier caso, el asunto es grave y no puede quedar como una necedad más de las muchas que adornan el «Un, dos, tres...» y el resto de la producción propia y ajena que exhibe TVE.

 

 

Por cierto, que a raíz de la emisión de aquel programa, Vicente Molina escribió la siguiente crítica:

 

Si una noche de otoño un viandante llega a casa, enchufa el receptor y ve a Mayra Gómez fraternizar con “punks”, bien podría pensar que esta Kemp, aunque no lo parezca, es familia de Lindsay; o que el propio mimo inglés, en un golpe de mano, ha suplantado con su “troupe” a la tribu de las Hurtado. Y es que el viernes, el «Un, dos, tres...» abrió sus puertas a los modernos, y bajo el lema “Lo que hoy mola”, exploró los recovecos más tenebrosos de la vanguardia. Fue un gesto de arrojo de Ibáñez Serrador. El decano de la televisión, nuestro bien exportable más conspicuo, si se distingue por algo —y lo tengo por un programa muy distinguido— es por su condición atávica, por su retaguardismo militante, que tantos dividendos y videntes le reporta. Meter en ese mar de la tranquilidad televisiva las corrientes más turbias de lo actual requería no sólo valor, sino un pulso firme. La instantánea le salió a Narciso movida. La primera parte no ofreció sobresaltos. Las preguntas a las tres parejas concursantes, aunque llenas de alusiones al vanguardismo, no exigían en esos sufridos seres estar al día en música minimalista ni en pintura alemana neoexpresionista. Había que estar impuesto en lo de siempre: nombres de ríos, capitales de Estado, electrodomésticos. Tampoco se advertía en las parejas atuendos estrambóticos ni otros rasgos “post”. El primer indicio de cambio semántico lo llevaron los pantalones rabiosamente ceñidos de las “Birmettes”, mascota del grupo “Objetivo Birmania”. A partir de ahí, todo era posible. Crestas aureoladas, muñequeras, narices traspasadas, la pintura “salvaje” de Patricia Gadea y sus amigos, los hombres maquillados del conjunto “La Bella Bestia”, los vestidos imponibles de Ágatha Ruiz de la Prada, el “mare magnum” inaprehensible del futuro.

 

«Un, dos, tres...» - 1985

 

 

Pero allí estaba Mayra. Todo lo recibía con sonrisas esta gran dama, y para todos mostraba comprensión, hasta para el grupo de “punks”, que reclamaban emotivamente desde esa tribuna una oportunidad, un lugar propio para su marginalidad desaseada. El público asistía complacido al despliegue de artefactos y rarezas. Pero las aguas volvieron a su cauce. Los hermanos de Marbella, jóvenes pero no posmodernos, ganaron su automóvil, y hasta un apartamento en una provincia poco sospechosa de vanguardismo.

 

 

Las etapas cuarta y quinta fueron analizadas por José María Baget Herms a finales de 1985, que, como siempre, hizo un reconocimiento del «Un, dos, tres...»:

 

[...] En concursos, «Un, dos, tres...» volvió a las fórmulas seguras y ya conocidas del público, introduciendo mínimos cambios dentro de una estructura ya suficientemente consolidada y que no admite muchos sobresaltos. [...].

 

 

Otro premio que mereció un comentario por parte de la crítica fue uno que rechazaron Sergio y Estíbaliz en el programa especial dedicado al mundo de la música:

 

Llamó nuestra atención lo ocurrido en el ameno y tan bien acogido espacio «Un, dos, tres...», que con acierto dirige Chicho Ibáñez Serrador. Los premios podríamos clasificarlos en buenos (y hasta suculentos), malos y regulares. Uno de los que perdió la pareja correspondiente al viernes 17 —pareja conocida en el mundo de la canción como Sergio y Estíbaliz—, consistía en “un mes de retiro espiritual”, con todos los gastos pagados, en un monasterio español”. Nos extrañó, porque la independencia de Chicho no es dudosa. Y entonces el significado de tal recompensa o implicaba incluir lo espiritual —como hace de cuando en cuando Calviño para contrapesar la política imperante, imbuida de laicismo militante y materialismo grueso— o tomar a broma algo tan digno de respeto como la meditación de los misterios de la fe, algo que todavía practica un gran número de españoles cristianos.

 

«Un, dos, tres...» - 1986

 

 

No gustó tampoco a la crítica el sketch que protagonizaron Arévalo y Antonio Ozores en el programa dedicado a San Valentín (14 de febrero de 1986):

 

Es intolerable todo aquello que desde un medio de comunicación —sobretodo si se tiene la enorme potencia de TVE— propaga la ordinariez. Nuestras propuestas en esta materia se repiten constantemente en servicio del bien público. Pero ahora hemos asistido a una exhibición que debe rechazarse como atentatorio a la civilizada corrección indispensable para la convivencia. En «Un, dos, tres...» se ha intentado hacer reír al público con ruidos que asemejaban proceder de flatulencias y ventosidades que repugnan a cualquier persona con un mínimo de elemental urbanidad. Como si ésta no fuera harto desconocida o quebrantada en las sociedades de masas, se olvida el lamentable mal ejemplo que con inevitable eficacia se ofrece al público desde un espacio de vastísima audiencia. Es inadmisible fomentar la procacidad más descomedida en una sociedad que figura entre las civilizadas.

 

 

A pesar de que habían pasado nueve meses desde el final de la quinta etapa, cuando José María Baget Herms hizo el balance de “lo mejor y lo peor del año 1986” para la revista TP concluyó lo siguiente:

 

[...] De los concursos, en todo caso, únicamente el infalible «Un, dos, tres...» proporcionó diversión continuada y en buena dosis gracias al esfuerzo de Ibáñez Serrador y su equipo, que funcionan como una maquinaria impecablemente puesta a punto.

 

  

 

 

SEXTA ETAPA (1987-1988)

 

Vicente Molina escribió lo siguiente después de ver las dos primeras emisiones de la sexta etapa de «Un, dos, tres...»:

 

Al «Un, dos, tres...» los concursantes llevan regalos. Los que vienen de Murcia o de Badajoz le traen a Chicho (o a Mayra) los mejores productos de esas tierras, porque han sido elegidos. Cuando empieza —empezó el concurso en su enésima entrega hace nueve días— todos vivimos un momento de privilegio. Los presentes en el plató, por el hecho de estar allí, abiertos a la mirada de millones y a los millones que se regalan sin miramiento; los videntes en casa, por ser testigos de una resurrección que, como las más santas, se repite cada año en medio del fervor. Casi todo se ha dicho ya de este programa. Lo malo que se ha dicho —su estética “kitsch”, sus Hurtado, las piernas importadas de algunas secretarias— permanece y hasta se supera; signo de fortaleza. Y de lo bueno, que también es lo malo, nada que añadir. «Un, dos, tres...» está por encima del bien y el mal; como el telediario o las cartas de ajuste, ha alcanzado el rango de lo necesario. Con decir que ahora vienen concursantes atípicos y extranjeros. La pareja de Barcelona que ha estado estos dos lunes, con poca suerte, era un símbolo de cómo lo moderno también claudica al encanto de Ibáñez Serrador; él, un apuesto relaciones públicas (yo diría que de una discoteca del Ensanche) con el pelo largo recogido en una coleta; ella, una hermosa modelo italiana, cuyas vacilaciones lingüísticas no deberían, en aras del espíritu europeísta, haberse penalizado.

 

«Un, dos, tres...» - 1987

 

 

Chicho, además, no engaña. Anteayer, por ejemplo. El programa se centraba en las brujas; bien es cierto que no salió a hablar don Julio Caro Baroja, nuestra mayor autoridad en hechicerías, sino sólo un experto con perilla de trasgo, pero luego presentaron con gran alarde a una bruja norteamericana. Muchos espectadores sin duda reconocieron en esta maga que hacía caer los focos del estudio con sus bellos ojos verdes a una modelo muy conocida, Catherine Basetti; ¿era, pues, todo un truco? La Gómez Kemp, que habla un inglés muy potable, explicó al final que esa visita no constituía un acto sobrenatural, sino un número más de la parte cómica del programa. Parte, por cierto, que tuvo otro logro en la escena de las brujas de “Macbeth”.

 

Y Chicho es una estrella. Por mucho que se queje del cambio de día, ¿a quién que no sea él se le permitiría en ese ente tan reacio a las réplicas (y aún más a los replicantes) hacer lo que hizo anteanoche, quejarse de los cortes de su primer programa, detallarlos uno a uno y encima dar un “trailer” de cada número desaparecido? Lo dicho: este hombre es un agraciado, y su programa tiene bula. [...].

 

 

Tras ver el programa dedicado al erotismo (27 de abril de 1987), J. M. Baget Herms escribió el siguiente elogio:

 

Chicho Ibáñez Serrador andaba muy preocupado al iniciar esta nueva etapa de «Un, dos, tres...» por la repercusión que en la audiencia podía ocasionar su pase de la noche del viernes a la del lunes. Conocedor del entusiasmo que su programa despierta en el público infantil, Chicho temía una caída en picado que al parecer no se ha producido, ya que su concurso sigue gozando de los favores de una audiencia mayoritaria. Si ésta se halla ahora sólo compuesta por adultos con corazón de niño es algo todavía difícil de saber, pero el programa del pasado lunes se dedicó al erotismo, lo que no parece precisamente el tema más infantil del mundo.

 

Despreciado con frecuencia por estetas e intelectuales, «Un, dos, tres...» brinda, sin embargo, apreciables pinceladas sobre los usos y costumbres y los cambios sociales que el país ha ido registrando en el curso de los años. En la primera etapa del programa, habría sido inimaginable, por ejemplo, que entusiastas espectadoras se despojaran desinteresadamente de sus sujetadores ante las cámaras, a fin de que una concursante ganara uno de los premios en liza. Y en cambio, el pasado lunes el hecho se produjo diríamos que masivamente aunque Ibáñez Serrador, sabio él, tampoco quiso recrearse en los insólitos planos de las gradas donde las espectadoras procedían a tan insólito “strip-tease” colectivo.

 

Son estos detalles los que otorgan a veces a «Un, dos, tres...» un carácter que va más allá, aún sin pretenderlo sistemáticamente, de los límites de un juego cuya eficacia está tan demostrada que sería superfluo insistir en este punto. De ahí que Chicho mantenga inalterable la fisonomía del programa y que su mayor toque renovador, a esas alturas, sea el peinado que esta temporada luce Mayra Gómez Kemp. Pero una cierta sorpresa —y ahí está una de las razones de la permanencia del éxito— puede saltar en cualquier momento.

 

«Un, dos, tres...» - 1987

 

 

Tras ver el programa dedicado a México, el santo Job escribió lo siguiente:

 

Como era lunes, nos pasamos enseguida al «Un, dos, tres...». Se ha comprobado recientemente que éste es el programa que reúne más espectadores en torno a las pantallas. Los años pasan por él sin quitarle juventud, sin ponerle una arruga. Chicho Ibáñez Serrador ha dado con una fórmula de alcance multitudinario. Es el resultado de una suma de elementos, cada uno con interés propio. Las respuestas de los concursantes, las bonitas secretarias, la accidentada eliminatoria, la apasionante subasta... Pero sobre lo conocido —que el público reclama y aplaude— siempre se añade un factor de sorpresa, un nuevo aliciente como la proyección de esas sádicas pruebas a que se someten unos menudos e infelices japoneses [...].

 

Anoche el tema del programa era México. Hubo charros, mariachis, grandes sombreros, bailes típicos y sarapes de colores en un decorado de Ana del Castillo, que cada semana tiene que poner también a prueba su talento escenográfico. El programa funciona como un reloj. Y Chicho ha sabido inculcar a todos los participantes un ritmo sonriente, una contagiosa alegría. Para ponerle algún pero al «Un, dos, tres...», creemos que le sobran aplausos. Pero quizá el exceso está también calculado para que la temperatura no descienda.

 

«Un, dos, tres...» - 1987

  

 

José María Baget, a la hora de hacer balance de “lo mejor y lo peor del año” en 1987 para la revista TP, tuvo estas cariñosas palabras hacia Chicho y su «Un, dos, tres...»:

 

En concursos... «Un, dos, tres...», con nuevo record de aceptación (21 millones de espectadores), a pesar de su nuevo emplazamiento en la noche del lunes, que tanto molestó inicialmente a Chicho Ibáñez Serrador, aunque sus temores resultaron infundados. ¿Qué puede decirse de este programa que rebosa trabajo, profesionalidad y astucia a raudales..? Pues ahí está, como la Puerta de Alcalá, viendo cómo a su alrededor nacen, zozobran y mueren sin pena ni gloria otros juegos, series, magazines, etc. [...]. Pero decir concursos es decir «Un, dos, tres...»; lo era en 1973 y lo ha sido en 1987.

 

 

El santo Job también escribió una crítica positiva al finalizar la sexta etapa:

 

Hay que despedir con simpatía al «Un, dos, tres...» que se nos marcha. El más afortunado de todos los programas de Televisión Española es el fruto de una imaginación infatigable, de un trabajo tenaz. Es muy difícil inventar, semana tras semana, ambientes distintos, bromas diferentes, trucos, juegos y recompensas que animen la rígida estructura de un programa. Chicho Ibáñez Serrador vence cada lunes el reto del “mas difícil todavía”. El eco popular no le ha fallado nunca. Y eso, cuando el concurso lleva ya bastantes años a la espaldas, es el mejor elogio que puede hacerse a un gran profesional.

 

 

José Miguel Contreras tuvo palabras de elogio hacia el programa al terminar la sexta etapa:

 

El «Un, dos, tres...» es, sin lugar a dudas, el mayor acontecimiento televisivo jamás creado en España. Se trata del único espacio ideado en nuestro país que ha llegado a exportarse a otros cuatro países europeos. La audiencia del programa en el último trimestre ha conseguido llegar en España a una media cercana al 75 % de la población mayor de nueva años. Muchas voces han criticado el concurso, al que acusan de “alienante”. Cuando Ibáñez Serrador escucha tal afirmación, sonríe y declara: “Yo vivo en el «Un, dos, tres...». Eso sí que es alienante”.

 

«Un, dos, tres...» - 1987

 

 

El santo Job también escribió una crítica positiva al finalizar la sexta etapa:

 

Hay que despedir con simpatía al «Un, dos, tres...» que se nos marcha. El más afortunado de todos los programas de Televisión Española es el fruto de una imaginación infatigable, de un trabajo tenaz. Es muy difícil inventar, semana tras semana, ambientes distintos, bromas diferentes, trucos, juegos y recompensas que animen la rígida estructura de un programa. Chicho Ibáñez Serrador vence cada lunes el reto del “mas difícil todavía”. El eco popular no le ha fallado nunca. Y eso, cuando el concurso lleva ya bastantes años a la espaldas, es el mejor elogio que puede hacerse a un gran profesional.

 

 

En términos similares se manifestó José Miguel Contreras:

 

Anoche se despidió temporalmente de la programación de Televisión Española el concurso «Un, dos, tres...». El espacio no sólo ha conseguido establecer la máxima cota de audiencia de televisión en España —tres de cada cuatro españoles veían algún fragmento del programa—, sino que lo ha hecho ubicado los lunes, el día con menor número de espectadores durante la semana hasta la llegada del concurso. El «Un, dos, tres...» tiene una peculiar estructura de funcionamiento. Por un lado, aplica un sistema exportado del modelo americano en el que lo que primera es el trabajo sobre el guión, dejando poco campo a la improvisación. Pero, frente al caso americano, donde se suele funcionar con equipos de profesionales de gran especialización, el concurso español depende casi por entero de su creador, Chicho Ibáñez Serrador, que llega a redactar él mismo la inmensa mayoría de los textos y confiesa que prefiere trabajar con gente que, aunque no aporte idea alguna, cumpla a rajatabla sus indicaciones. Según afirma, después de años de buscar, sólo ha llegado a encontrar una persona en la que puede confiar para que realice uno de los sketchs. Este anacrónico esquema, como él mismo reconoce, le hace mantener un comportamiento casi “tiránico” durante algunas fases del trabajo, para romper con relajadas costumbres con las que se suele trabajar en TVE.

 

«Un, dos, tres...» - 1987

 

 

El «Un, dos, tres...» es indiscutiblemente un programa al que se pueden y se deben formular críticas adversas. Tal es el caso de la inclusión de publicidad entremezclada con los contenidos —actividad ésta injustificable en una televisión pública—, del peligro de insistir en burdos golpes de humor o del abuso excesivo en el elemento erótico como soporte. Sin embargo, tan evidente como lo dicho, tiene que ser el reconocimiento al único programa de la historia de la televisión en España que ha conseguido adaptar con éxito serios esquemas de trabajo difíciles de entender en un sistema televisivo donde rara vez se utiliza otra técnica diferente a la intuición personal de los programadores. El uso de los sondeos de opinión, el examen constante de lo que se realiza fuera de España y la experimentación con recursos propios del tratamiento de la imagen como elipsis o la velocidad del montaje no son más que algunas explicaciones de su éxito.

 

Chicho Ibáñez Serrador se ha convertido —lo es desde hace bastante tiempo— en el único profesional de televisión existente en el mercado español con capacidad de garantizar un éxito seguro. En la actualidad, se plantea que su trabajo se verá modificado con la llegada de la televisión privada. Tras dieciséis años haciendo un concurso, también piensa en la posibilidad de realizar otros tipos de programas. Él está convencido de que, siempre y cuando se le permita trabajar con sus esquemas, no tendría problemas en hacerlo con éxito. ¿Hay quien opine lo contrario?

 

 

 

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