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La subasta La tercera parte del concurso «Un, dos, tres...» |
Enciende los altavoces y podrás escuchar la sintonía que se oía de fondo durante la subasta |
La subasta era la tercera y última parte del programa. En ella se mezclaba el suspense del concurso y la diversión y el entretenimiento de todo un show, porque en efecto, en la subasta se sucedían números musicales y actuaciones cómicas de los humoristas del programa.
De cada actuación musical alguna de las azafatas acercaba a la mesa del presentador un objeto con tarjetita; igual ocurría con los humoristas; éstos, después de su actuación, dejaban en la mesa algún objeto relacionado con lo que habían contado y que también tenía tarjetita. El presentador la leía hasta un cierto momento... creando la duda en los concursantes acerca de qué regalo se escondía en la tarjetita en cuestión.
Cuando en la mesa del presentador se reunían tres objetos, los concursantes debían rechazar uno, sabiendo que el regalo consignado en la tarjetita lo perdían.
Y vuelta a empezar el mecanismo: nueva actuación, nuevo objeto con tarjetita, y vuelta a dejar uno de ellos. Y así hasta llegar a los tres últimos regalos de la noche... Si el programa había sido muy largo, los concursantes debían quedarse directamente con un objeto; si había tiempo, el presentador les permitía ir dejando los objetos uno a uno hasta quedarse con el último.
Este último objeto era el que encerraba el premio que finalmente se llevaban los concursantes, que podía ser muy bueno (coches, apartamentos, dinero, viajes...) o muy malo (la Ruperta, la Botilde, el Antichollo o el Crack, dos millones y medio de cerillas, una ordeñadora automática, un silbato gigante, unas bolsas de agua caliente...).
La lectura de la tarjeta del regalo elegido por los concursantes era el momento más emocionante del programa... El presentador, conforme iba leyendo el texto, ofrecía una cantidad de dinero a los concursantes, tentándoles para renunciar al premio... La cantidad iba en aumento conforme más se leía la tarjeta... Aquí entraba en juego la habilidad de los concursantes para descubrir si el presentador ofrecía dinero porque el premio era malo o era una trampa y el regalo era buenísimo...
Una opción interesante a la que se aferraban muchos concursantes, sobretodo si durante la subasta habían perdido la mayoría de los regalos buenos, era participar en el juego que les proponía el presentador. Eran juegos, por regla general, sencillos, en los que con un poco de suerte se podían ganar suculentas cantidades de dinero, aunque también existía el riesgo de perderlo todo.
Al final de la subasta, si los concursantes habían conseguido un buen premio manifestaban su alegría abrazándose al presentador y recibiendo la ovación del público que con un caluroso aplauso les felicitaba.
Si no..., si no la alegría también era grande por haber participado en «Un, dos, tres...». |
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