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Las audiencias del «Un, dos, tres...» El «Un, dos, tres...» siempre ha sido un programa de éxito |
La medición de la audiencia de los programas, tal y como la concebimos hoy en día, comenzó a utilizarse con el nacimiento de las televisiones privadas; la finalidad era eminentemente comercial: a más espectadores, más ingresos por publicidad.
Para ello, se seleccionaron unas dos mil familias de todas las poblaciones y estratos sociales y se les instaló en su casa un audímetro, que es un aparato que registra en cada momento el canal de televisión que está sintonizado y el número de miembros de la familia que lo están viendo. De ahí que pueda conocerse, minuto a minuto, y con un margen de error ínfimo, cuál es la audiencia de cada programa y la evolución de entradas y salidas de espectadores según el contenido que se emita en cada momento.
Antes del nacimiento de las televisiones privadas, el Estudio General de Medios (E.G.M.) hacía encuestas para determinar el número de espectadores de un programa y se elaboraban, igualmente, tablas de aceptación de los programas. En este sentido, desde 1972 el Gabinete de Investigación de Audiencia de RTVE vino efectuando el estudio sobre la aceptación de los programas de TVE; para ello interrogaba a un grupo de personas a intervalos regulares a fin de detectar la estabilidad o cambio de comportamientos, actitudes y opiniones; la encuesta se realizaba semanalmente a una muestra de mil doscientas personas que se renovaba con periodicidad anual (mediante renovaciones trimestrales de una cuarta parte). Los consultados indicaban si les gustaba un programa en una sencilla escala de cinco puntos (mucho, bastante, regular, poco o nada); la información obtenida se traducía en un valor numérico que iba desde un máximo de 10 (que significaba que todos aseguraban que les gustaba mucho un determinado programa) a un mínimo de 0 (que significaba que todos aseguraban que no les ha gustado nada un determinado programa).
Además, algunos programas encargaban encuestas privadas para testar los gustos de la audiencia y conocer cómo reaccionaban a los contenidos; es el caso de Narciso Ibáñez Serrador que semanalmente recibía en su despacho los resultados de estas encuestas, lo que le servía para adaptar los contenidos a los deseos de los espectadores, potenciando las actuaciones que gustaban más, y restándole tiempo a aquello que no había sido bien recibido por el público. |
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