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 Miguel Herrero hace resumen
de «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!»
Capítulo 4

 

 

 

   

“La máquina del tiempo” se emitió con retraso debido a los atentados del 11-M ya que TVE decidió posponerlo ese viernes debido al dolor nacional por las doscientas víctimas. A partir de esa semana hubo un retraso de 10 días desde la grabación hasta la emisión, lo cual restaba actualidad a los posibles comentarios de Luis, muy habitual por su parte. De hecho, en esos días se aludía a las Elecciones del 14 de marzo, los 11 Oscars de la última parte de «El Señor de los Anillos» y, sobre todo, la Boda del Príncipe con Letizia. Esos días, Chicho se hartó de hacer declaraciones acerca de que Letizia estaba en su cuaderno como posible presentadora del «Un, dos, tres...»; algo que dejó muchas dudas. Al Maestro se le quiere, pero acabará siendo el inventor de los Diez Mandamientos.

 

Narciso Ibáñez Serrador - «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» (2004)

Narciso Ibáñez Serrador en su despacho

 

   

Por cierto, en el programa de Bécquer volvimos a disfrutar de la prueba física en la eliminatoria y, además, Luis se marcó un detalle conmigo. Él estaba contando sus chistes y bromitas al público. Para los que no han ido, siempre contaba el del “loro en el congelador con ganas de follar”. Así, literal. Incluso alguna vez se quedó helado al ver alguna cara demasiado infantil en las gradas después de haberlo contado. De hecho, le cortaba mucho ver la asiduidad de algunos porque teníamos que escucharle otra vez los mismos chistes. Y no era así, ya que fue un placer verle convertido en todo un showman y sacando punta a todo tipo de público, siendo sus preferidas las viejecitas escondidas al fondo del plató y con esos ataques de risa tan especiales que tienen.

 

Luis Roderas - «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» (2004)

Luis se metía al público en el bolsillo con gran facilidad

 

 

Comienzan a montar los paneles verdes en el suelo para el juego de Kelloggs” y a echar los sacos que iban a blanquear el agua del tazón cuando Luis se da cuenta de que estoy dirigiéndome gestualmente a Nieves, que está a su lado. Luis se percata y me manda bajar para hablar más cerca con ella. Le digo que no y se quedan mirándome miles de ojos pues todos estaban atentos al asunto. Era como una secuencia de los niños del “pueblo de los malditos”. Cuando Luis insistió, decidí bajar con el aplauso del público.

 

 

 

Era un poco «Crónicas Marcianas» esa tarde. Reseñar que el público mejoró cada semana ya que el del primer día dejó bastante que desear. Aparte de los muchos y queridos compis admiradores del programa, el resto eran demasiado ignorantes de la historia del «Un, dos, tres...» y no entendían el sentido de muchas cosas ni de aceptar determinadas bromas. En fin, “pequeños hooligans”. Eso sí, Luis nos despedía cada semana diciendo que habíamos sido el mejor público hasta el momento. Era curioso cuando lo dijo en el segundo espacio... era el mejor de los dos, claro.

 

Luis Roderas - «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» (2004)

 

 

Bueno, pues cuando bajo al centro del plató se estaba acabando de montar la eliminatoria y Luis lo que quería era comentar cosas del programa, temas de audiencias y en sí, presentarnos la nueva prueba. Y es que él ya nos conocía de varias semanas, sabía que éramos grandes fans, nos leía por los foros y tuvo el detalle de charlar con nosotros allí ante la cara de Chicho, extrañado por no saber qué hacíamos ahí tan ricamente. Pude preguntarle a Luis si pensaba como yo que el programa apenas recibía promoción (él había hecho una muy buena sobreStar Wars” y el «Un, dos, tres...» como programa más conocido de la galaxia siendo todo un jedi mediático) y de las críticas injustas (que ya se desorbitaban).

 

 

 

El paquete del gallo más marchoso, Cornelius, se inclinaba tanto al caer los concursantes sobre él que una barra verde se soltaba constantemente y las azafatas tenían que colocarla todo el tiempo durante los minutos de rodaje. La vuelta del paquete con la cara de su mascota (accionada por Raquel y Victoria) se grababa un poco más tarde, no en el momento en que lo hacían en pantalla.

 

En este vídeo vemos la primera vez que se puso en práctica el nuevo juego de Kellogg’s.

 

 

 

Victoria Ampudia - «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» (2004)

Bueno, pues mi regreso es en “El perro de los Baskerville”. La tarde comienza en la sala de espera de los Estudios Buñuel, como siempre, recibiendo una botella de agua y una bolsa de patatas Marisa (aunque parezca increíble). Luego tocaba colarse entre los primeros grupos en subir al plató ya que íbamos por libre y eso suponía no ser llamados, es decir, quedarse para el final. Una vez colados, Álex nos ofreció colocarnos en buen sitio ya que hasta entonces nos poníamos donde sobraba o donde nos dejaban no muy libremente. Esta vez nos metió los primeros y escogimos la primera fila. Cómo no, venía mi inseparable amigo Santi y un tocayo, Miguel, que nos descubrió allí al hablar con tanta ilusión del programa. Le sonaba nuestra cara y creía ser el único fan del programa ya que no sabía ni que había dos páginas web. También vino otro compi, David de Zaragoza y una amiga suya. Una vez más, los que íbamos lo pasamos genial porque era una tormenta de ideas y opiniones respecto al concurso. Y de bromas. La sensualidad de Victoria al decir “buenaaasss nocheees, Luis” o el salero repetitivo de Raquel con sus “amigos y residentes que vienen a divertirse como nosotros” fue objeto de todo tipo de bromas.

Victoria Ampudia ponía un toque de sensualidad muy celebrado en su voz

 

 

Hay que decir que Raquel usaba tanto esa frase porque en uno de los primeros programas tuvo que repetir varias veces su presentación acerca de van a lograr muchos triunfos, etc. y Chicho le pidió más naturalidad antes las muchas tomas realizadas porque si no, podían pasarse toda la tarde en eso. Ella cogió y soltó de nuevo la frasecita de “divertirse como nosotros”. Al ver que era rápida y sencillita decidió usarla de muletilla.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Raquel siempre presentaba

a la segunda pareja

   

 

Falta le hubiese hecho una muletilla a Yolanda, que no atinaba a decir una frase completa. Con humor recordamos aquel gazapo que soltó un martes de grabación, “tres respuestas acertadas a (más o menos) 2 euros cada una, 100 pesetas”. Sorprendía que Chicho no hacía repetir las tomas, únicamente cuando la cosa era grave. Así, llegó a dejar el auto-enfado que cogió Yolanda al equivocarse en su conversión a pesetas diciendo “joder”. Al final de la etapa se soltó mucho y sus compañeras, fuera de plano, se tronchaban de risa por el desparpajo que iba cogiendo.

 

En este vídeo vemos a Yolanda teniendo un pequeño fallo a la hora de traducir la cantidad a pesetas.

 

 

 

La parte de preguntas me sorprendió porque era muy rápida. Apenas había cortes importantes. Se grababa con la musiquilla del reloj muy, muy de fondo (la de la subasta sólo se oía en pantalla) y todo iba tranquilo hasta que Chicho decía “out”. Con esto, el error estaba garantizado. Recuerdo un parón importante una tarde ante una respuesta dudosa cuando dije a un compi que debían estar buscando en Google. A los diez segundos nos dijo Chicho, con cierta ironía desde control, que andaban buscando en Google. Luego me dijeron que los micrófonos que teníamos encima recogían algunos comentarios nuestros...

 

Otra pregunta con historia fue en “El retrato de Dorian Gray” acerca de nombres de zarzuelas. Uno de los chicos (otra novedad de la etapa, parejas mixtas) se inventó una. El parón fue de varios minutos hasta que Chicho le preguntó al chaval si se lo había inventado, dijo que no y siguió la búsqueda. No aparecía nada; Chicho insistió y el joven medio dijo que sí, que se había equivocado. El jefe les recriminó por el tiempo perdido para los 200 profesionales del programa, etc. con la consecuente cara de circunstancia de los pobres.

 

En este vídeo vemos la pregunta con respuesta inventada...

 

 

 

Como nota simpática, debido a que siempre aplaudíamos antes de que Yolanda dijera el resultado en pesetas, los responsables de público, Sergio y Nuria, ponían las manos en alto como deteniéndonos, segundos antes, para dejar escuchar el suave timbre de voz de la infante Yoli.

 

La llamada telefónica rompía la rutina de respuestas acertadas de Laura. Un día, ésta replicó a Luis, finalizada la pregunta acerca de idiomas, aludiendo a que no habían dicho el “brasileño”. Otro corte de Chicho para que lo repitiera pero... usando el “portugués”. Y en una de esas llamadas a casa, a un señor de Valencia que esa misma tarde debería estar en el plató pero que no podía por trabajo. Sus compañeros de trabajo quedaron más que sorprendidos, dejando cierto aire de tongo en el ambiente, aunque la casualidad existe y parece que fue el caso.

 

En este vídeo vemos la llamada al concursante desde casa que esa tarde debía estar en el plató.

 

 

 

Volviendo a la obra de Conan Doyle, yo iba con una camisa blanca y quisieron quitarme de esa primera silla que, por fin, conseguía. Siempre me había querido poner allí cuando lo veía desde casa. Para no retirarme de la butaca, Álex, hijo de Chicho, pidió una camiseta de color. Y trajeron una... del «Un, dos, tres...» con una Ruperta vampírica (no tan exagerada como la calabaza Draculina ni Frankenstiniana que aparecieron en las subastas) sobre fondo azul. Muy chula, y que hizo que todas las azafatas vinieran a preguntar cómo la había conseguido porque ellas no tenían nada de merchandising.

 

          

 

 

 

 

La tarde transcurrió bien, pese a que los chavales exhaustos de testosterona, que tenía detrás de mí, no ocultaban sus piropos a Raquel. Eso sí, en lugar de gritarle “bravo, bravísimo”, optaron por otra alternativa menos detallista: “rabo, rabísimo”.

 

Sin duda, lo pasábamos bien, estábamos en el «Un, dos, tres...» y convertir en cita semanal nuestra visita a Madrid era genial. Ya sabíamos quién era cada uno; Laura y Nieves eran nuestras confidentes; y Marta empezó a acercarse y a demostrar su humildad y timidez. Esa timidez que desaparecía terriblemente cuando iba a la mesa.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Marta era capaz de todo cuando se acercaba a la mesa de la subasta

 

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Al juego del disfraz me llevé dos huellas del perro de los Baskerville que, sin ser nada del otro mundo, hacía más llevadera esa parte del concurso. Esta vez me tocó ser objeto de las miradas de la Carricoche. Pese a ser divertido, me moría de la vergüenza y menos mal que al final decidió tirarse encima del chaval que estaba detrás de mí. Como dice Luis en pantalla, “quédese con ése, que así descansa el de abajo”, es decir, yo. Aunque era chulo salir un ratillo en pantalla, porque al día siguiente todo el mundo decía haberme visto. Quien batió récord en salir siempre fue mi compi Santi; sale en todos; mucha gente ya nos relaciona como hermanos pues siempre aparecíamos juntos. Era muy evidente cuando nos recogía la cámara, con el pilotito rojo, y a veces no sabías ni lo que hacer pues se te quedaba una cara de tonto impresionante.

“La Carricoche” hacía reír sin hablar

 

 

Recogí mi segunda tarjetita debido a que Jacob la tiró con muy poquita fuerza y cayó delante de mí, sin esfuerzo, vamos. Me la firmaron Laura y ese peazo de Luis. El resultado: un apartamento en Marina Dor, Castellón, Ciudad de Vacaciones. Este balneario arrasó en popularidad esta etapa. La campaña de promoción a todas horas, el patrocinio de Miss España y la presencia semanal en «Un, dos, tres...» hizo desplazar el viejo apartamento en Torrevieja (Alicante) de Mayra.

 

Marina D’or, ciudad de vacaciones

 

 

Pero muchas otras empresas debían aparecer en el programa. Nieves nos invitaba a conocer la amplia gama de productos de Puleva como “Puleva Calcio, etc.”. Yo siempre la imitaba cuando me la encontraba en los cortes con lo de las propiedades de “Puleva mamá”. Luis repetía sin parar su “check in” y todas las ventajas de la Tarjeta Banesto 123 “con el 3% en todas las gasolineras en las que reposten...”, al mismo nivel de su otra frase estrella: “este dinero que antes era mío, y que ahora es ¡tuyo!”. Y la abuela de la cocina de “todos los electrodomésticos Bosch” (quizá en homenaje a la querida Lydia) que corría sin parar tras hacer la prueba de la varilla en el interior del bizcocho. ¡Cuántos recuerdos!

 

 

 

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