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Miguel
Herrero hace resumen |
Sólo tardamos una semana en regresar. Fue a “Frankenstein”. Un cameo del propio Chicho en un número de inicio que no íbamos a ver durante la grabación y la noticia por parte de Luis de que los guiones se habían modificado debido a que Frankenstein estaba hecho de trozos de cuerpos y la actualidad informativa con el 11-M había sensibilizado mucho a la sociedad y no se podía tratar el tema así. Por el mismo hecho, desapareció definitivamente Mc Phantom, que siempre venía rodeado de disparos y compañeros caídos en batalla.
En este vídeo vemos la primera actuación de McPhantom en la subasta, después de ser sustituido en la “parte negativa” por otros personajes.
Para asustarnos era mejor dejar caer sobre nuestras cabezas los peces que habitaban el lago donde Franky ahogó a una niña en una versión cinematográfica. Miles de horribles sardinas pestilentes cayeron sobre nuestra ropa dejando un olor inenarrable. Muchas semanas después seguía intentando sacar el olor de mis pantalones.
En este vídeo vemos la lluvia de sardinas que sufrieron los pobres integrantes del público.
Prointel se hizo cargo del coste de la tintorería debido a las múltiples quejas. Salir a los servicios de Buñuel era encontrar que los cuatro baños eran de chicas. Realmente eran dos y dos, pero los de los chicos siempre estaban llenos de chicas e, incluso, muchas veces los compartimos racionalmente. Al pobre de Santi le manchaban siempre muchísimo con todo lo que caía y era pasto de caras de pena por parte de chicas que le limpiaban con pañuelos. Él ha salido más de una vez en pantalla abriendo un paraguas. Cuántas veces le dije que no lo hiciera, que da mala suerte...
Aquel día, además, vinieron Julio Dragonkhan, Jorge de Zaragoza y Fran, de Elche, con quien nos hicimos una foto con el móvil en los sets de concursantes.
Y aprovechábamos para saludar a Paloma Cerezo, la secretaria de Chicho, que siempre venía de dejar el acta ante Notario con los premios del programa. Aquel “Frankestein” se trató desde el punto de vista del libro original, el de Mary Shelley, no del cabeza cuadrada como se había hecho siempre. Si bien los números musicales eran diferentes, apenas salían las azafatas.
Y si salían, tenían doblajes como en “Dorian Gray”, de mujeres mayores. A ellas no les gustaba mucho y siempre hacíamos la misma pregunta: “¿para cuándo cantaréis vosotras?”. Aún siguen esperando...
Y la tarde concluía tras el paréntesis de la merienda. Era uno de los dos descansos que se hacían. Uno durante el montaje de la eliminatoria, sin poder salir, y el largo, después del primer corte a publicidad, habitualmente. En ese momento, un señor de amplia envergadura escoltaba la mesa para que nadie pudiera acceder a las tarjetitas mientras que los concursantes desaparecían del mapa para ser atendidos por un chaval que les animaba e, incluso, masajeaba para templar los nervios.
Por primera vez, apareció un azafato, el humorista Javier Sáenz, que realizó mucho de los encargos del resto de azafatas. Javier se acercó a nosotros porque nos reconocía de otros programas y era realmente simpático. Llegó a imitarnos a Apu, de «Los Simpson», y a la cerdita Peggy, dos de sus doblajes habituales en televisión.
Lo cierto es que Chicho no apareció en algunos programas y en casi todos descansaba durante la eliminatoria. Se le notaba agotado. Ni siquiera ya bajaba al plató, aunque el público le reclamara con vítores y olas. Incluso Interviú se hizo eco de esto en un comentario de su sección de actualidad televisiva del mes de marzo, aludiendo a que incluso dormía grandes sueños los martes por la tarde.
Y llegó el programa número 13 y, en principio, último, aunque la renovación estaba asegurada y llegarían al 17 como poco. Luis nos había comentado semanas antes que estaban barajando (“barajeando”, como decía él) la posibilidad de que los niños de «Cuéntame cómo pasó» aparecieran en “Las aventuras de Tom Sawyer”, pero tampoco pudo ser.
Yo llegaba al plató desde Zaragoza con maleta incluida y pasamos la tarde Santi, de nuevo, y Cándido, otro buen fan y antiguo concursante. Nos tocó el lateral izquierdo donde Laura se quedó con cara de sorpresa cuando le avancé la letra de los números musicales, pues intuía que serían los del “Mississippi” de la etapa de Bachs.
Y no era la primera vez que la sorprendía con mis conocimientos históricos del programa. Marta me dedicó una foto donde mostraba su amabilidad con los fans y la pude felicitar por sus números de baile, especialmente el clásico que abrió “Rimas y Leyendas”.
Al estar tan cerca de donde salían los regalos, veíamos que estaba preparada la Ruperta cuando ésta se encontraba incluida en algún regalo de la mesa y podían dejarla, así que se podía intuir más o menos por donde estaba pero a los concursantes les pillaba lejos. A la calabaza le hicieron un hueco debajo para meter la tarjeta Banesto y cuando el banco dejó de colaborar en «Un, dos, tres...», en el siguiente, el hueco se quedó... pero no se veía en pantalla.
Intuíamos más novedades en el programa 14 debido a los contratos que finalizaban en éste. Por ejemplo, el tazón de Kellogg’s ahora sería de Puleva pero, antes, nos habían dado un pequeño tazón con paquetito de cereales a cada uno a modo de recuerdo. Al ir a recoger mi maleta guardada por mi querida Eugenia, responsable de público, me encuentro con Chicho. Por lo inesperado, me quedé blanco. Y es que imponía.
No pude ir a los dos siguientes y desde casa presencié “No digas que fue un sueño” del desaparecido Terenci Moix. Sirvió para recordar el número musical donde el propio autor bailaba junto a Massiel y al son de “yo tuve tres maridos y a los tres envenené...” con un ballet momificado, perteneciente al programa dedicado a “La arqueología” del 87, cuando Mayra era su conductora.
En este vídeo vemos el momento en que se recuerda la actuación de Terenci Moix y Massiel en «Un, dos, tres...».
En alguna ocasión, Luis hizo referencia a Mayra y al resto de los presentadores como en “El perro de los Baskerville”, debido a que a todos los presentadores de «Un, dos, tres...» se les había respetado menos a uno, a él, que tuvo que subirse a la mesa del programa para no ser mordido por “Tati y Quieti”. Y es que eran mordiscos de verdad. Aunque no sabemos qué era peor, ya que la mesa cojeaba y nosotros allí veíamos cómo ponían un taco de madera para que no rodara.
Lo que rodaban y a la baja eran las audiencias, que no llegaban al 20% y con críticas por parte de todos los bandos.
“Robin Hood” fue una sucesión de repeticiones del programa dedicado a la “Edad Media” del 93 con Miriam entre Camelot y Marco Polo.
Fue, junto al de Poe, la mayor copia del viejo «Un, dos, tres...» en cuanto a guiones y estética. Incluso a mí ya me empezaba a aburrir al verlo en casa con un Pepe Viyuela inacabable. Destacó la presencia del dúo “QuesQuisPás” y de unos compis en tarea fanática de Mallorca con camisetas de producción propia incluidas.
Parece ser que Luis se cayó por las escaleras... y es que le pasaba de todo, la verdad. Históricas eran sus bromas con Chicho. Parecían que se iban a poner verdes y acababa siendo un juego dialéctico donde se mostraba la buena relación que tenían. Y es que a bromista, nadie le gana. En un programa, al irse “la Carricoche”, dijo que tenía bigote... como algunas folklóricas... El público nos reímos pero con ese tipo de risa de decir “madre mía, no se corta un pelo”. En la emisión, Luis dice: “tiene bigote” y ¡zas! un corte perfecto donde no quedaba ni rastro de la bromita. Y con aplausos se tapó un comentario durante la llegada de Luis al primer juego de Kellogg’s en el que hacía alusión a Michael Jackson, cuando volvía a ser acusado de acostarse con niños. Se escuchó perfectamente... el aplauso. La gente que iba a la grabación sin valorar demasiado al programa acababan reconociendo que Luis era lo mejor.
El «Un, dos, tres...» entraba en su recta final. |
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