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 Miguel Herrero hace resumen
de «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!»
Capítulo 6

 

 

 

   

Y llegó la vuelta a la rutina porque para mí era ya rutina ir al «Un, dos, tres...». Lo cierto es que ya no era la ilusión de los primeros días. El programa se había estancado mucho y los humoristas, excepto algún caso, eran los mismos y no había artista invitado como en antiguas etapas, donde llegaron a pasar desde Cher a Alejandro Sanz, pasando por Rocío Jurado, Alaska o Mecano. Aun así, era el mejor programa de la historia de la televisión, como tantas veces dije. Y me sorprendía que incluso la gente del equipo técnico se admirara de que nos pudiera gustar tanto. Ellos lo veían desde otra perspectiva, la profesional. Por ejemplo, esos regidores; en concreto uno, con aire de pirata (posiblemente avalado por “Sandokán”), pegaba unos chillidos de morirse.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Los miembros del equipo técnico también
nos reconocían al vernos semana tras semana

 

   

El regreso fue con “Veinte mil leguas de viaje submarino” donde nos ubicamos en la primera fila de la derecha de arriba, justo por donde salían los cómicos. Yo llevaba la revista EL SEMANAL TV, en la que me había publicado José Javier Esparza como carta de la semana un apoyo al programa y a la calidad del mismo.

 

Para poder ver la carta en grande y leerla, haz clic sobre la imagen

Laz clic para ver en grande la carta de Miguel Herrero publicada en EL SEMANAL TV

 

   

Durante los nueve años de no-emisión del «Un, dos, tres...» me publicaron en TELE INDISCRETA y SUPERTELE más de treinta mensajes para que volviera el programa pero esta vez el sueño se había cumplido y había que echar un capote entre tantas críticas descarnadas como las de la revista QUÉ LEER o el ABC. Por eso se la enseñé al equipo y les encantó, a Luis especialmente. De paso le di la noticia en exclusiva de la supresión de «Hay trato» en Antena 3, que había funcionado muy bien al principio y cayó en picado.

 

Nosotros, en el plató, no veíamos ya el decorado de la subasta. Si acaso, quedaban algunos restos o se veía el comienzo del siguiente tema. Únicamente llegué a ver el del primer día, casi íntegro, y el de “Cuento de Navidad”, ya que conservaba prácticamente todo lo del programa anterior, “El retrato de Dorian Gray”, pues eran las mismas casas, pero en el de Dickens, bien adornadas de nieve.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

           «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

 

 

Volviendo a la novela de Verne sobre el mar, bien era cierta la broma que recogía Llum en un espacio acerca de no poder acabar de leer el libro ya que algunos, como éste, eran tan gordos que los pocos días que pasaban desde la aparición del libro en los kioscos y la grabación del correspondiente programa resultaban escasos; para dejarse la vista con tanta letra y más cuando se especifican todos los tipos de peces que habitan el océano.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Ese día iba con mis viejos amigos Rafa, Santi y Jorge de Zaragoza, que llevaba a una muy simpática amiga. Primero, sentarse el público, el ir y venir del equipo bajo la música de fondo de Amaral o el Baila morena”. De repente aparecía Luis como un rayo y con una servilleta sobre el traje para que el maquillaje no se lo manchara. Saludos iniciales para todos y presentación de los humoristas que andaban vestidos de calle aún.

 

Aplausos y más aplausos incluso por niveles. Luis nos hacía ensayar el nivel 1 (bajitos, como el del público de la Campos —decía él— hasta que le censuraron), nivel 2 y el tercero, que era el que se usaba para después de leer todas las localidades que iban de público esa semana, siempre al comienzo del último bloque.

Antes de empezar a grabar ensayábamos los aplausos por niveles

 

   

Aunque también tiene anécdota. En el primer programa íbamos mucha gente de Valladolid. Luis cogió el pañuelo morado típico de la Universidad por acá. Eran fiestas en esos momentos, diciembre, y el pañuelo lo indicaba. Según lo dice en cámara se da cuenta de que está escrito en la susodicha prenda y comenta que los padres deben estar preocupados porque sus hijos andan desde diciembre (se emitiría el 9 de enero) de fiesta. La verdad es que tenía recursos para todo.

 

Como nosotros siempre estábamos cerquita de él, le gustaba durante la emisión de los números musicales, mirarnos y preguntar, a veces gestualmente, qué nos parecían. Sabía que nuestra opinión era importante como fans de la historia del programa.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Durante la emisión de los números musicales, Luis tanteaba nuestra opinión

 

   

Por allí veíamos siempre a Patricia Solís, la contable del 82, muy simpática y encargada de la promoción de Endesa. Por cierto, Luis se trababa siempre en esa promo y le daba mucha rabia. Un día dijo el mensajito de que “le atenderán en cualquier punto de información...” y se tuvo que repetir entero porque los encargados de Endesa no pasaban ni una, tenía que ser “cualquier punto de servicio”. Y hasta le cortaban algunas bromas. Los jefes le mandaron repetir un día en el que la eliminatoria, que solían comenzar con un bailecito o el “tensión, tensión”, empezó imitando (muy bien, por cierto) a Pepe Lamour, la mofeta de los dibujos de la Warner, en aquel gesto que hacía besando el cuerpo de su amada. ¡Zas! ¡Repetición! Pero eso animaba al público de maravilla. Aunque éste le daba la réplica cuando, al equivocarse Luis, siempre salía un graciosillo que le decía “tensión, tensión”.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

 

   

Una vez más, nos tiraron cosas, aunque caían chicles y hasta Rupertas pequeñas, que eran de plástico duro y hacían bastante daño si acertaban a caer encima de tu cabeza. La anécdota surgió en un medio descanso cuando la señora responsable del autobús que nos llevaba desde Valladolid, Lucía, se puso a hablar tan ricamente por el móvil mientras Luis se contaba sus cosas. El maño se da cuenta, sube hasta donde estaba la mujer y coge el teléfono poniéndose a hablar por el móvil con el consecuente soponcio de la interlocutora.

 

En esos descansos, había dos azafatas, Nieves y Esther, que rezaban para que Chicho no les dijera que se pusieran a contar chistes verdes.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Esther y Nieves

  

 

No lo pasaban muy bien pues el grado de erotismo de los chistes hacía de «Hablemos de sexo» un programa religioso sólo comparable a «Pueblo de Dios». Y es que ya en «El semáforo», don Chicho hacía lo mismo pero a veces no se daba cuenta de que había algún niño por el plató.

 

 Esta vez nos visitaron los de “Casa Duque”, con un cocinero que manejaba mejor el plato sobre el cochinillo que la visita al logopeda, porque costaba entenderlo un poquito. Ya era tradición que aparecieran con el numerito gastronómico en el «Un, dos, tres...» una vez por etapa.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

La visita de “Casa Duque” era todo un clásico

  

 

Se nos acercó Laura con su tocado de caracola (real) en la cabeza, que les hacía lucir mejor que en “Frankenstein”, aunque apenas llevaban cuatro telas manchadas a propósito. Nieves reconocía que a veces les decían en sus casas: “a ver si vais un poco más tapaditas que vais enseñándolo todo”. Quedaba poco para su propia boda y Luis andaba continuamente haciendo referencia a la misma en el transcurso del programa; ella se tronchaba con esa espontaneidad.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

El vestuario de las azafatas en el programa dedicado a
“Veinte mil leguas de viaje submarino” era muy colorista

  

 

Los concursantes escogieron un juego pero no tuvieron suerte. Chicho les dijo que se volvía a repetir ante nuestro asombro, pero con el claro ánimo de que se llevaran algo bueno. Nada de ello apareció en el montaje final.

 

En este vídeo vemos el juego final de la subasta del programa dedicado a “Veinte mil leguas de viaje submarino”.

 

 

 

Eduardo Aldán - «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» (2004)

Otra anécdota de la jornada fue cuando el regidor nos ve intercambiar fotocopias con reportajes de etapas antiguas del concurso. Al percatarse, se acerca y nos pide que se las enseñemos a Eduardo Aldán, que era súper-fan del programa y se pasaba todo el día pidiéndoles cosas antiguas del concurso. Él mismo nos avisó para que fuésemos a verlo y en la parte no visible de las escaleras estaba el tío ya vestido de vendedor ambulante y luciendo un moreno envidiable. Le hizo mucha ilusión conocernos y se comía con la mirada los recortes de Mayra y Miriam, pues realmente era un fan absoluto, habiendo guardado objetos de lo más inverosímiles del «Un, dos, tres...». La semana siguiente le regalé una cinta de vídeo donde recogía muchos de los mejores momentos de la historia de «Un, dos, tres...» y que acabé con unas imágenes donde bajaba él por las escaleras. Desde luego, estaba cumpliendo un sueño en su vida y posteriormente me reconoció haber visto mil veces la cinta.

 

 

Al final de cada emisión solíamos quedarnos a charlas con las azafatas, Luis y algún cómico, ya vestidos de calle. Y para hacer fotos... fuera de plató.

 

Aquí estoy con Gloria Mezcua

 

  

Y llegó otra grabación más, la de El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde”. Esta vez nos colocamos en la segunda fila desde abajo y, en mi caso, primera silla de la escalera. Si hubiese sido una etapa de Mayra, estaba colocado en posición de recibir su saludo, pero la frasecita era “con todos nosotros... ¡Luis Roderas!” y no “... Mayra Gómez Kemp”. La compañía eran Santi y Julio y vivimos una tarde que remató con un estupendo coche para sus concursantes, Marco y Marga. Ellos demostraron ser todo un encanto como personas y, además, una pareja muy simpática que supo llevar todas las bromas perfectamente. Así lo hizo Marco cuando la viuda de Poco le echaba imaginariamente una persona encima y él hacía el gesto de sufrimiento sin dudarlo un momento. Supieron dejar todo lo malo de la subasta porque el despiste era cada vez mayor. Ahora con la máxima de Luis al decir que el «Un, dos, tres...» no tenía regla fija, no tiene por qué salir obligatoriamente nada, etc. Era otro buen camelo pues nunca faltaba el apartamento, el coche, la calabaza o el viaje (mientras la revista SEMANA patrocinara el premio). Y el resto tenían que ser cosas malas, por narices. Pero bueno, servía como frase hecha para unir a “si vaca, vaca; si coche, coche; y si farola, farola”.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Aquí estoy con Marga y Marco, la simpática
pareja de concursantes, y con Luis Roderas

  

 

Los regalos que venían grabados en vídeo así como algún número visual, como el de las sobras chinescas, los veíamos en un videowall bastante grande que retiraban ipso facto debido a que en las primeras emisiones la gente se quedaba mirándose e incluso saludando y no se podía permitir. Además, si en control notaban que el grupo que más salía no se reían mucho o tenían cara de aburridos, Luis pronto nos lo decía y animaba a la gente a salir con una sonrisa. Aunque, así y todo, no consiguieron eliminar alguna toma como aquella que se veía a un chaval tras el presentador, al inicio de una eliminatoria, bostezando con una cara de aburrido que más que el «Un, dos, tres...» parecía estar viendo «Otros pueblos».

 

Padecí en mis propias carnes el ataque del Dr. Jeckyll, interpretado por Javier Sáenz, ya que al bajar por las escaleras me analizó públicamente recibiendo un grave diagnóstico de locura. Sin duda, pero de «Un, dos, tres...». Este relato casi lo prueba.

 

En este vídeo vemos la actuación de Javier Sáenz en el programa dedicado a “El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde”.

 

 

 

Destacó la presencia de nuevo de QuésQuísPás, interpretando su habitual versión “la abeja maña”. Y la anécdota de la pareja que leyó otra versión del libro que tocaba; fueron leyendo a trompicones la correcta poco antes de la grabación.

 

La subasta solía transcurrir de una manera muy rápida. Excepto en dos o tres ocasiones en los días que yo fui, los humoristas hacían sus sketches sin ningún corte. Únicamente, alguna variación respecto al guión de Víctor Sandoval y Llum Barrera hizo que se parara unos segundos, pero sin importancia.

 

El juego del disfraz también era muy rapidito. Sólo en este programa tuvo un pequeño lapsus nuestra querida Nieves y se repitió la entradilla. Siempre le gustaba acercarse a nosotros en plena grabación a preguntarnos de que íbamos vestidos aunque lo cierto es que no gastamos mucho esfuerzo en hacer trajes. Con un televisor cuya imagen congelada era el logotipo de «La familia Monster» hice mi último traje, en “Frankenstein”.

 

A la salida del plató y a pocos segundos de llegar al metro, le digo a mi compi Santi que los que iban por la calle delante nuestro eran los concursantes. Y así era. Hablando con ellos, pasa Luis con el coche, pues ya se marchaba a casa, y nos hicimos nuevas fotos para el recuerdo.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

  

 

No me imaginaba que la grabación de “La Odisea” se convertiría en mi última visita al «Un, dos, tres...». Ya me encontraba como Pedro por su casa. A l llegar a los estudios, en lugar de esperar como todos a que nos mandaran entrar, me dejaron pasar el primero “porque ya era de casa”, decían. Viví la grabación con un compi de Toledo llamado José Ramón colocándonos en la primera fila de nuevo. Y rechacé la primera silla valiéndome un enfado por parte de una chica que se tenía que poner a toda costa seguida de sus seis amigas y le dio un ataque de nervios, ante el asombro de la gente pues pensaban que el cerebro de Tamara-Ámbar no podía reproducirse en otros seres humanos hasta ese día.

 

Victoria Ampudia - «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» (2004)

Llegó Luis al plató diciendo “un saludo a todos y —dirigiéndose a mí— a ti no porque tú ya vives aquí”. Con ésta había ido doce veces y ya me sabía todo lo que pasaba al dedillo. Fue una grabación rápida, los bomberos se metían con la dentadura de Luis como de costumbre, caía inesperadamente un muñeco vestido de técnico que casi le dio en la cabeza al maño.

 

Olíamos intensamente el líquido que echaban en las plataformas verdes de la eliminatoria para que estuviera resbaladizo y escuchábamos atentos las interioridades de las chicas. Habían robado en el camerino a varias azafatas y sus caras lo decían todo.

Victoria Ampudia con el vestuario
del programa dedicado a “La Odisea”

  

 

Esta vez se metía conmigo la viuda de Poco, pues mi compi de butaca iba de amarillo y yo de rojo y Manolo Sarriá dijo “anda mira, como se ha casado el Príncipe, éstos han venido como homenaje a la bandera española”. Pero Chicho Manostijeras volvió a dar otro corte.

 

Hablando de boda, en el anterior programa se iba a grabar una cuña felicitando al Príncipe y doña Letizia pues se suponía que se iba a emitir el día antes de la Boda Real. Primero, se graba normal sin cuña. Después se lo piensan y nos dicen que se va a grabar con la felicitación pero... se graba igual. Habían pensado que tal vez el programa se pospondría y era mejor dejarlo así. Pero al final pensaron mejor y el programa dedicado a la obra de Homero comenzó con los buenos deseos a la nueva pareja.

 

Lo último que nos cayó fueron unas cucarachas de gominola. Otra vez salí mascullando una cucaracha al más puro estilo Diana en «V». Al pobre Luis le cayó una en el labio haciéndole sangre y parando un minutillo para reponerse. En pantalla, sin salir la dulce agresión, dice que las gominolas ponen rojos los labios. Y tan rojos. Justo en un día en el que recibía un bolsazo terrible en la espalda por parte de la Viuda que nunca le puso los cuernos a su marido.

 

Las actuaciones de Manolo Sarriá siempre eran divertidísimas. En este vídeo vemos la del programa dedicado a “La Odisea”.

 

 

 

Realmente le dolió y es que aguantaba de todo. Prueba de ello, el resbalón, sí emitido, del programa dedicado a Bécquer. Y dos incidencias. El paquete de Puleva a punto de caernos encima a los de la primera fila, ya que uno de los concursantes se tiraba con tanta fuerza que lo arrastraba terriblemente. La otra, un olor a quemado. Un pequeño hilo se introdujo en los huecos que iluminaban el set de Endesa. Estaba ardiendo, pero nada pasó.

 

 

Este «Un, dos, tres...» desembocó en el mejor premio de la temporada y uno de los mejores de su historia: un coche, un apartamento y 50.000 euros.

 

En este vídeo podemos ver la alegría de los concursantes por el premio recibido.

 

 

 

Con la simpática pareja nos fuimos a “La Mansión”, el bar donde se solía reunir el equipo para terminar el día de grabación. Lo pasamos realmente genial junto a las Hermanas Roderanas, entre ellas Mayte, Chelo o Zoraida. Esta última sufrió un ataque de emoción al conocer a su ídolo, Eduardo Aldán, y que apoyé el encuentro como buen celestino mediático. Todas las Roderanas y un hermano Roderano nos fuimos con la pareja ganadora a la discoteca donde se crearon algunas buenas amistades... y otras amistades más peligrosas...

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

           «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004
Aquí estoy en “La Mansión” con la pareja de concursantes y las hermanas Roderanas

 

  

Todo ello suponía el final para mí de esta etapa del programa y también de esta etapa de mi vida. No podía ir a “La Pimpinela Escarlata” por trabajo, pero ya estaba confirmada mi vuelta en “El prisionero de Zenda” y “Las minas del rey Salomón”. Pero mi compi Santi me manda un mensaje durante la grabación de “La Pimpinela” diciéndome que las cosas están mal y que se oye que puede ser el último. TVE les había llamado para decir que se acababa. Pronto recibo otro SMS diciendo que no, que hay uno más. La nueva directora de TVE se echa atrás y ofrece un final al programa. Pero por la noche llamo al amigo Manolo, de Cádiz, que ganó el último juego del disfraz convertido en guillotina. Le pregunto: “¿no es el último, verdad?”, pero me responde con una terrible pena: “Sí, ha sido el último”.

 

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

Manolo, el ganador del último juego del
disfraz, me confirmó la fatal noticia

   

 

No podía dar crédito, ya no había vuelta atrás. Diecinueve emisiones quedaban ahí. Se acababa todo. «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» moría sin un final digno tras 32 años. Yo había batido todos los records de asistencia: 12 veces. Aquella noche pude hablar desde el trabajo con Nieves y me pasé la noche llorando. Mi punto de vista era otro, no sólo se iba algo que había deseado nueve años sino también algo en lo que creía, algo que defendí en todos los ámbitos. Aquella noche recordaba todos los momentos vividos: los números visuales que, como en el mejor teatro del mundo, habíamos podido ver de cerca, como aquel artista convertido en avestruz o los actores que hicieron de enanos en otro número; y la joven que tenía un grave problema de huesos que nos visitó el día de “El perro de los Baskerville” y había sido tan feliz.

 

Vanessa, la niña de cristal, era amiga íntima
de Laura de la Calle y acudió a una grabación
de «Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» para verla

«Un, dos, tres... ¡a leer esta vez!» - 2004

  

 

Atrás quedaban los ballets que tarareábamos al son de “Chitty, chitty, bang, bang” y la ilusión porque el viernes llegase para entonar la sintonía a la par que Ruperta danzaba sobre el lomo de los libros. Y no había solución ya. Únicamente nuestros vídeos conservarían el recuerdo junto a nuestras memorias que, con el paso del tiempo, borrarían detalles insignificantes pero importantes para un apasionado del programa.

 

Me acuerdo de aquellas butacas, donde estábamos tan apretados, cuando hablaba con mis amiguetes de qué nos ofrecería esa tarde Chicho, de qué se les habría ocurrido mientras observábamos todo, perdíamos nuestra mirada en los grandes libros que rodeaban el plató: “Esopo”, “Alicia en el país de las maravillas”... en cómo rodaban los sets o en cómo se llenaba de vida el invento. Pero el «Un, dos, tres...» había vuelto a ser iusión, el juguete con el que durante años y años nos hemos divertido. Pero pronto los “niños” sólo tienen ojos para otros juguetes, esos juguetes del “corazón”.

 

 

 

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